El 1 de septiembre, hundido en las encuestas, el candidato brasileño a la presidencia Aécio Neves leía los periódicos y se enteraba de que la mayor parte de la prensa le daba ya por muerto políticamente, especulaba abiertamente sobre el destino de su partido sin él y que incluso había quien afirmaba que iba a abandonar ya. Al día siguiente, Neves reunió a su grupo de colaboradores y les explicó que no solo no pensaba retirarse, sino que lo primero que iba a hacer era anunciarlo.
Testarudo, tranquilo y haciendo acopio de sangre fría, aguantó, cambió de estrategia electoral y comenzó a ganar apoyos y a subir en las encuestas. El domingo consiguió pasar al segundo turno de la elección, con un 33,5% de los votos, por detrás de los 41,5% de la presidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), pero por delante de Marina Silva, del Partido Socialista de Brasil, con un 21,3%. A su favor ha jugado su ciega confianza en sí mismo y en un proyecto político y, sobre todo, el desmoronamiento apabullante de la candidatura de su adversaria Silva, presa de sus propias contradicciones. Ahora, en las tres semanas que quedan para el asalto definitivo, Neves juega con otro aliado además de su constancia: la anémica marcha de la economía brasileña, estancada, cuando no en retroceso: en el segundo trimestre entró en lo que los especialistas denominan recesión técnica. El desempleo aguanta a un 5%, pero cada vez se producen más despidos, sobre todo en el sector industrial. Además, la inflación, verdadero fantasma negro de la economía brasileña, flota actualmente en torno al 6,5%, a un paso de lo considerado intolerable. No ha habido debate televisado ni mitin ni entrevista en la que Neves, de una ideología que en Europa se calificaría como de liberal, no mencionara estos hechos para después colocarse como alternativa.
Y si la economía impulsa su candidatura y es una de las bazas que Neves va a emplear en su decisiva batalla con Rousseff, la economía cree en él. La bolsa brasileña creció ocho puntos este lunes por la mañana, en cuanto los mercados se despertaron con la noticia de que el candidato del PSDB disputará el próximo 26 de octubre la presidencia.
El propio Neves, de 54 años, economista de formación aunque político desde los veintiún años, les ha enviado gestos que ellos agradecen. Como, por ejemplo, adelantarles cuál será ya su ministro de Economía, Arminio Fraga el expresidente del Banco Central durante el Gobierno de Fernando Henrique Cardoso. Este, que gobernó Brasil desde 1995 a 2002 está considerado por sus defensores como el mandatario que consiguió estabilizar la moneda brasileña y sentó las bases económicas de las que luego, con instinto y sabiduría, supo aprovecharse Lula, del PT, en los ocho años posteriores. Neves siempre se ha presentado seguidor de las medidas de Henrique Cardoso y el mismo expresidente ha figurado entre los principales aliados del candidato durante la campaña.
Para tratar de hacerse con los votos de los seguidores de Marina Silva, decisivos ya desde hoy, además de con la economía, Neves fustigará a Rousseff y al PT con las constantes asuntos de corrupción que cercan al partido del poder. En especial las que minan la mayor empresa del país, la petrolera pública Petrobras, sobre la que penden acusaciones de sobornos políticos y enriquecimientos ilegales y astronómicos de algunos de sus dirigentes. Con todo, el propio Neves no queda exento de acusaciones de este tipo: en la campaña electoral la prensa brasileña publicó que durante su gestión en Minas Gerais había impulsado la construcción de un aeropuerto en tierras de un familiar.Neves, procede de una estirpe de políticos afamados en Brasil (su abuelo fue Tancredo Neves, que fue elegido presidente en 1985 pero que nunca llegó a ocupar el cargo porque murió antes). Él mismo participó en varias campañas junto a su abuelo y ha sido diputado federal de Minais Gerais, Estado donde nació y donde, en 2003, se erigió como Gobernador. Lo fue hasta 2010. Llegó prometiendo austeridad y contención fiscal. Según algunos, lo cumplió. Otros opinan que no. Pero el hecho es que cuando dejó el cargo atesoraba un 80% de aprobación popular.
Para guardarse las espaldas, ha asegurado que mantendrá los principales programas sociales impulsados por Rousseff, relativos a la ayuda a familias pobres y el que subvenciona la compra de viviendas para personas con pocos recursos. Con todo, aún no ha presentado en detalle su programa electoral. Cuando lo haga, se verá cómo y con qué piensa hacerlo todo.EL PAIS