Cuando Jens Weidmann lee lo que la prensa del sur de Europa publica sobre él, no se reconoce. El presidente del poderosoBundesbank se asombra ante quienes lo describen como el pérfido alemán opuesto siempre a medidas que ayuden al resto de Europa. Es precisamente el intento de explicar sus ideas lo que le lleva a recibir a EL PAÍS, La Repubblica y Le Figaro en la sede del banco central alemán en Fráncfort.
Weidmann (Solingen, 1968) desgrana con tiempo y buen humor sus argumentos, pero al mismo tiempo se muestra inflexible: ni el Banco Central Europeo (BCE) debe tomar medidas adicionales para luchar contra el peligro de la deflación ni Alemania debe involucrarse más, como le reclaman organismos internacionales, para tirar del carro europeo. Desde las ventanas de esta planta 13 se divisa la nueva sede del BCE. Es un buen lugar para observar de cerca lo que hace el presidente del organismo, Mario Draghi, enfrentado con Weidmann por la madre de todas las decisiones para un banquero central: si da un paso más allá de las medidas conocidas y se lanza a la compra masiva de bonos.
Pregunta. Draghi dice que no precisa de unanimidad. ¿Puede el BCE tomar decisiones contra la voluntad de Alemania?
Respuesta. En el Consejo de Gobierno, a todos nos interesa tomar decisiones por consenso. Pero es evidente que no es obligatorio. Basta con una mayoría simple. En la reunión de diciembre, todos acordamos no tomar decisiones de más calado.
P. ¿Pero no hay una presión para actuar rápidamente?
R. Yo no la veo; y está bien que la política monetaria no actúe bajo presión. Prevemos que la inflación en la eurozona suba al 1,4% a finales de 2016. Las bajas tasas de inflación actuales, que probablemente caerán aún más, se deben a la importante caída del precio de la energía, que funciona como un pequeño plan de estímulo. Sería muy distinto si hubiera una espiral negativa de precios y salarios. Por ahora, la política monetaria no debe reaccionar.
R. No hay esa idea de ‘Weidmann contra Draghi’. En una unión monetaria, la compra de bonos lleva aparejada una serie de problemas. Sus beneficios ahora no serían mayores que los costes. Es preferible ver primero el efecto de las medidas ya adoptadas y observar cómo evolucionan los precios en la zona euro.P. Draghi quiere que el BCE compre bonos y usted no. ¿Hay margen para un acuerdo?
P. Pero si el objetivo de inflación del 2% no se cumple durante un periodo prolongado, ¿no supone un riesgo para el prestigio del BCE por no cumplir su mandato?
R. El Eurosistema debe salvaguardar la estabilidad de precios. Pero no hay que alcanzar el objetivo del 2% en todo momento. Antes estuvimos por encima y ahora por debajo. Para mí es crucial que la estabilidad se mantenga a medio plazo. Las previsiones apuntan a una débil pero persistente recuperación del crecimiento, que aumentarán a su vez las tasas de inflación.
P. Pero el BCE acaba de rebajar sus previsiones de inflación.
R. Tiene razón, y no me lo tomo a la ligera. Pero no olvide el papel que desempeña el precio del crudo.
P. ¿Hay riesgo de deflación en la zona euro?
R. Debemos distinguir entre una deflación peligrosa y una inflación negativa temporal. Esto último puede obedecer a la fuerte caída del precio del petróleo. En algunos países, además, el proceso de adaptación de sus economías atenúa las presiones inflacionarias. Pero son ajustes necesarios para que se recuperen. Es el ejemplo de España, que empieza a cosechar los frutos de sus reformas y la confianza de inversores y consumidores aumenta.
P. Alemania emprendió en los años setenta una compra de bonos como la que usted critica ahora. ¿Por qué el Bundesbank puede hacerlo, pero el BCE no?
R. Hay diferencias notables. Entonces no había una unión monetaria. Alemania tenía una deuda pública inferior al 25% del PIB y la sostenibilidad de sus finanzas públicas no estaba en cuestión. Y aunque las compras tuvieron un volumen reducido, el Bundesbank no tardó en reconocer que esa compra fue un error.
P. La Comisión Europea, el FMI, Estados Unidos... Todos piden a Alemania que gaste más para asegurar el crecimiento. ¿Puede ser que todos estén equivocados y solo Alemania tenga razón?
R. Alemania debe hacer más para asegura el crecimiento; pero no necesita un programa pasajero sin efectos duraderos.
P. ¿No impulsaría también la economía nacional?
P. El BCE parece la institución europea más fuerte. Si no da el paso Draghi, ¿quién puede darlo?R. En la situación actual, un programa de estímulo no sería ni apropiado ni útil. Es falsa la idea de que un estímulo alemán podría impulsar a toda la eurozona. El efecto en el resto de los países sería muy limitado. Que Alemania invierta en renovar sus puentes no mejorará sustancialmente la situación en España o Italia.
R. La política monetaria debe tomarse en serio su mandato y respetar sus límites. Los bancos centrales no son un Gobierno paralelo. Y la respuesta a los problemas de Europa no puede ser siempre dar más poderes al BCE.
P. ¿Debe el BCE vincular su política monetaria a las reformas estructurales de los países?
R. Esa conexión me parece problemática. La tarea del Consejo del BCE no es diseñar la política económica.
P. Pero el BCE sí ha impuesto condiciones a los Gobiernos de los países en crisis, como la famosa carta que Jean-Claude Trichet envió en 2011 a España e Italia.
R. Para garantizar la estabilidad financiera y de precios, instamos a que los países adapten sus economías a la unión monetaria y se atengan a las reglas fiscales.
P. Francia pospone a 2017 el objetivo de déficit del 3%. ¿Le parece creíble?
R. El anuncio de que no cumplirá no fortalece la credibilidad de las normas. Habría esperado una respuesta más clara por parte de la Comisión Europea. Dar la impresión de que las reglas son negociables es muy negativo.
P. Alaba las reformas puestas en marcha en España, pero la deuda pública crece y los objetivos de déficit parecen difíciles de cumplir. ¿Necesita España medidas externas que mejoren su situación?
R. No es la tarea de la política monetaria castigar o recompensar a los Gobiernos. Las reformas emprendidas por España van en su propio interés. Los efectos positivos tardan en verse, como ocurrió en Alemania hace 15 años.
R. Dejar de pagar la deuda no es un símbolo de fortaleza. Supondría riesgos muy importantes que dañarían la economía y que podrían cortar el acceso al mercado de capitales. Si los bancos locales tienen una gran parte de la deuda pública, peligraría también la solvencia del sistema financiero y los ahorros de los ciudadanos. Además, si un país decidiera no pagar parte de la deuda, sería difícil que contara con la solidaridad del resto de países.P. ¿Qué opina del nuevo partido Podemos, que defiende una auditoría de la deuda para ver qué parte hay que pagar y cuál no?
P. ¿Cómo reaccionarían Berlín y Fráncfort a un triunfo de Podemos?
R. Muchos partidos buscan votos con ideas euroescépticas o populistas. La mejor respuesta es ofrecer perspectivas fiables y explicar las acciones del Gobierno. No hay recetas simples o atajos para lograr un mayor crecimiento y menos paro. Estas ideas son peligrosas, ya que a menudo conducen a una mayor decepción.
P. En el sur de Europa crece un sentimiento antialemán, a quien se acusa de poner límites y reglas a todos. ¿Qué opina?
R. La crisis de la zona euro ha hecho que los países bajo programa sientan que se les gobierna desde fuera; y que los países prestamistas teman asumir el coste de decisiones tomadas por otros. Es responsabilidad de todos contrarrestar estas ideas.EL PAIS