Algunos fueron apuñalados, otros ahorcados, golpeados hasta morir con tablas de madera o lanzados al mar.
Así describieron algunos sobrevivientes la brutal disputa por los últimos restos de comida a bordo de la embarcación de migrantes que llegó esta semana a Indonesia.
Casi 700 personas fueron rescatadas por pescadores indonesios el viernes, cuando el barco comenzó a hundirse. Pero otras dos embarcaciones con cientos de personas a bordo siguen a la deriva en esa región del Mar de Andamán.
“Una familia fue golpeada hasta morir con tablas de madera, el padre, la madre, y el niño. Y luego lanzaron sus cuerpos al mar”, dijo Mohammad Amin, uno de los sobrevivientes a la prensa.
Los relatos no han podido ser verificados de forma independiente, pero Patience señala que tres sobrevivientes entrevistados por separado coincidieron en sus declaraciones.
El corresponsal de la BBC habló con los sobrevivientes en el puerto indonesio de Langsa.
Desnutridos y deshidratados
La embarcación estuvo dos meses en el mar y fue abandonada por la tripulación. Los sobrevivientes se encuentran ahora alojados en galpones en la costa de Langsa.
Están desnutridos y deshidratados y están recibiendo asistencia en una clínica de emergencia establecida en una carpa en esta localidad.
La organización Human Rights Watch (HRW) dijo que puede haber hasta 8.000 personas a la deriva en esa zona del mar de Andamán, luchando por desembarcar.
Persecución
Mientran aumenta la preocupación internacional sobre los migrantes, el canciller de Malasia, Anifah Aman, se reunió con su contraparte de Bangladesh, Abul Hassan Mahmood Ali, el domingo para discutir la crisis.
“El gobierno nos está torturando”, dijo a la prensa Zukura Khotun, madre de tres hijos quien se embarcó con la esperanza de reunirse con su esposo, trabajador migrante en Malasia.
Se cree que muchos de los ciudadanos de Bangladesh a bordo de las embarcaciones son migrantes económicos.
Este domingo se informó que al menos cinco embarcaciones de tráfico de personas, con hasta 1.000 migrantes a bordo, estaban en la costa norte de Birmania.
Puesto que Tailandia y Malasia no permiten el desembarque en sus costas, los traficantes de personas se muestran reacios a iniciar el viaje.
Pero se niegan a permitir que los migrantes abandonden los barcos a menos que paguen una suma de dinero, según Jonah Fisher, corresponsal de la BBC en Rangoon, la capital de Birmania.