La bombilla incandescente se apaga en Europa
A partir de ayer la bombilla incandescente que durante 132 años ha iluminado millones de hogares en todo el mundo dejará de fabricarse en la Unión Europea, aunque seguirá vendiéndose en las tiendas hasta que se acaben los stocks.
"Han tenido una gran importancia, han sido la fuente de luz estable por excelencia en los últimos cien años", ha señalado a Efe Santiago Erice, experto en alumbrado de Philips España.
Gracias a esta primera fuente de luz fiable, la humanidad se independizó del sol y pudo alargar sus jornadas laborales ya caída la noche, lo que supuso un importante incremento de la productividad y un mayor desarrollo.
Las bombillas permitieron instalar sistemas de alumbrado más potentes en las calles que aumentaron la seguridad de los transeúntes y facilitaron el tráfico de vehículos, llevaron la luz a hospitales, bibliotecas, cafés y, por supuesto, a las casas.
Con la aparición de nuevas fuentes de luz, como las bombillas fluorescentes compactas y los halógenos, las incandescentes fueron perdiendo presencia en los espacios públicos, debido a su escasa eficiencia energética: de media, solo un 5% de su consumo eléctrico se transforma en luz, el resto se convierte en calor.
"En España hace 30 años aún se veían pueblos con farolas con incandescentes, incluso había campos de fútbol iluminados con unas bombillas tradicionales inmensas", señala Erice.
Pero es en los hogares donde las incandescentes encontraron su lugar, al convertirse en las bombillas preferidas de las familias que apreciaban los tonos rojizos con que iluminaban sus salones y habitaciones, frente a la frialdad de los halógenos y los fluorescentes.
Su precio, mucho más económico que el de sus competidoras, era otro de sus fuertes: una bombilla incandescente cuesta en torno a un euro, mientras que una halógena compacta se sitúa entre 3 o 4 euros y 12, y las modernas lámparas LED se elevan hasta los 15 o 25 euros.
Sin embargo, los expertos y Bruselas coinciden en un mismo punto: el mayor coste se ve compensado ampliamente por el ahorro de energía que supone el uso de las nuevas bombillas frente a las primitivas, así como por su mayor duración.
El único "pero" que ha recibido la retirada de las incandescentes es el temor a que un uso generalizado de fluorescentes provoque problemas de salud a los consumidores, algo que la Comisión Europea ha descartado.
En cualquier caso, los europeos darán mañana el adiós definitivo a las incandescentes, un final que podría llevar por epitafio un "por favor, apaguen las luces del siglo XX al salir".
EFE
"Han tenido una gran importancia, han sido la fuente de luz estable por excelencia en los últimos cien años", ha señalado a Efe Santiago Erice, experto en alumbrado de Philips España.
Gracias a esta primera fuente de luz fiable, la humanidad se independizó del sol y pudo alargar sus jornadas laborales ya caída la noche, lo que supuso un importante incremento de la productividad y un mayor desarrollo.
Las bombillas permitieron instalar sistemas de alumbrado más potentes en las calles que aumentaron la seguridad de los transeúntes y facilitaron el tráfico de vehículos, llevaron la luz a hospitales, bibliotecas, cafés y, por supuesto, a las casas.
Con la aparición de nuevas fuentes de luz, como las bombillas fluorescentes compactas y los halógenos, las incandescentes fueron perdiendo presencia en los espacios públicos, debido a su escasa eficiencia energética: de media, solo un 5% de su consumo eléctrico se transforma en luz, el resto se convierte en calor.
"En España hace 30 años aún se veían pueblos con farolas con incandescentes, incluso había campos de fútbol iluminados con unas bombillas tradicionales inmensas", señala Erice.
Pero es en los hogares donde las incandescentes encontraron su lugar, al convertirse en las bombillas preferidas de las familias que apreciaban los tonos rojizos con que iluminaban sus salones y habitaciones, frente a la frialdad de los halógenos y los fluorescentes.
Su precio, mucho más económico que el de sus competidoras, era otro de sus fuertes: una bombilla incandescente cuesta en torno a un euro, mientras que una halógena compacta se sitúa entre 3 o 4 euros y 12, y las modernas lámparas LED se elevan hasta los 15 o 25 euros.
Sin embargo, los expertos y Bruselas coinciden en un mismo punto: el mayor coste se ve compensado ampliamente por el ahorro de energía que supone el uso de las nuevas bombillas frente a las primitivas, así como por su mayor duración.
El único "pero" que ha recibido la retirada de las incandescentes es el temor a que un uso generalizado de fluorescentes provoque problemas de salud a los consumidores, algo que la Comisión Europea ha descartado.
En cualquier caso, los europeos darán mañana el adiós definitivo a las incandescentes, un final que podría llevar por epitafio un "por favor, apaguen las luces del siglo XX al salir".
EFE