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miércoles, 17 de octubre de 2012

“La gran amenaza para Europa es que la veamos como ventanilla o reformatorio”

 
Los jardines del Elíseo, los suelos encerados y los grandes espejos que multiplican desde todos los ángulos el movimiento acompasado y tranquilo de los exclusivos servicios de protocolo e intendencia uniformada de la Presidencia no han cambiado prácticamente desde 1848, cuando este palacio requisado a la aristocracia se convirtió en sede y símbolo de la República. Lo que sí ha cambiado en solo meses —minutos para la historia— es la atmósfera que indefectiblemente se cuela con cada jefe a pesar de los rigores del lugar. Si hasta hace poco era Sarkozy quien recibía a sus visitas con su hiperactividad, sus gafas de sol y una teatralidad gestual que todo lo llenaba, hoy es François Hollande, de 58 años, quien ha incorporado ese toque de seriedad y quietud que le acompaña.
Y sin embargo, no es quietud precisamente lo que quiere.
 
Frente a una Alemania que frena los planes de la unión bancaria acordados en junio, claves para España, promete dar la batalla para acelerarlo. Frente a unos países del sur de Europa ahogados por la austeridad, insiste en mantener la bandera desplegada del crecimiento. La batalla que este jueves y viernes librarán los socios europeos promete renovar el viejo enfrentamiento que está lastrando las soluciones a la crisis: aceleración o freno; solidaridad o rigor extremo.
 
Otras cosas, sin embargo, no han cambiado: la unión política, dice Hollande mientras recibe a seis periódicos europeos para esta entrevista, mejor después; de un tratado constitucional, mejor nos olvidamos; y ya puestos, adelante con la Europa a varias velocidades.
 
La primera vez que esta periodista entrevistó a Hollande, en 2004, Zapatero acababa de ganar en España y él visitaba Madrid en busca de inspiración para unos socialistas franceses maltrechos. Lo recuerda bien: “Era un gran tiempo de esperanza en España”.
 
 Y eso, al igual que la atmósfera del Elíseo, también ha cambiado. Hoy, en el mejor de los casos, la esperanza de cambio está en Francia.
 
Pregunta. La Unión Europea (UE) ha sido galardonada con el premio Nobel de la Paz en vísperas de un nuevo consejo europeo, en el que usted participa, que va a intentar, una vez más, salvar el euro. Este premio les da a todos una responsabilidad añadida. ¿Cómo van a salvar el euro y Europa?
Respuesta. La concesión del premio Nobel a la UE ha sido a la vez un homenaje y un llamamiento.
 
El homenaje es para los padres fundadores de Europa, por haber sido capaces de construir la paz después de una carnicería. Y el llamamiento es para los gobernantes de la Europa de hoy, para que sean conscientes de que es obligatorio reaccionar. Sobre la salida de la crisis de la eurozona, creo que estamos listos porque tomamos las decisiones acertadas en la cumbre del 28 y el 29 de junio y vamos a aplicarlas con la mayor rapidez posible. Para empezar, arreglando de forma definitiva la situación de Grecia, que tantos esfuerzos ha hecho y a la que hay que garantizar que va a permanecer en la eurozona. Después, respondiendo a las demandas de los países que han hecho las reformas exigidas y deben disponer de financiación a un precio razonable. Por último, poniendo en marcha la unión bancaria. Quiero que todo esto se arregle de aquí a fin de año. Entonces podremos abordar el cambio de nuestros modos de tomar decisiones y la profundización de nuestra unión. Esa será nuestra gran tarea para el comienzo de 2013.
 
P. Esos países que han hecho esfuerzos, en efecto, con grandes sacrificios para su población, no ven mejoras. ¿Cuánto tiempo cree usted que van a poder resistir sin un cambio de estrategia que permita relanzar el crecimiento?
 
R. Desde mi elección, he hecho todo lo posible para que Europa adopte como prioridad el crecimiento sin poner en tela de juicio la seriedad presupuestaria, que es algo indispensable debido a la crisis de las deudas soberanas. Porque estoy convencido de que, si no damos un nuevo aliento a la economía europea, las medidas de disciplina, por muy deseables que sean, no podrán traducirse en nada. La vuelta al crecimiento significa movilizar financiación a escala europea, y ese es el pacto que aprobamos en junio, pero también mejorar nuestra competitividad y coordinar nuestras políticas económicas. Los países que están en superávit deben relanzar su demanda interior mediante un aumento de sueldos y una bajada de retenciones, es la mejor forma de expresar su solidaridad. No es posible, por el bien de todos, imponer una cadena perpetua a unas naciones que ya han hecho sacrificios considerables si sus poblaciones no ven, en algún momento, los resultados de sus esfuerzos. ¡Hoy es tan importante la amenaza de la recesión como la de los déficits!
 
P. ¿Cómo piensa superar la división que subsiste entre los partidarios de la austeridad y los del crecimiento?
 
R. Francia tiene la responsabilidad, por ser uno de los grandes países de la UE, de lograr ese compromiso entre el desendeudamiento y el crecimiento, para transformar la perspectiva. Creo que hay dos instrumentos imprescindibles. El primero es la confianza. Cuanto antes salgamos de la crisis de la eurozona, es decir, antes podamos arreglar la situación griega y antes consigamos financiar a tipos de interés razonables las deudas de los países bien gestionados, antes regresarán los inversores a la eurozona. Disponemos de todos los medios para actuar: el Mecanismo Europeo de Estabilidad, reglas de intervención del Banco Central Europeo. Utilicémoslos. El segundo instrumento consiste en dar coherencia a la política económica europea. Hemos definido un pacto de crecimiento, y ahora debe ponerse en práctica. Algunos dirán que 120.000 millones de euros es demasiado poco. Pero lo que cuenta es que se gasten deprisa y bien. El presupuesto europeo es un factor de estímulo de la economía, sobre todo a través de los fondos estructurales. Ahora bien, yo propongo que vayamos más lejos, que movilicemos recursos suplementarios. La tasa sobre las transacciones financieras va a ser objeto de una cooperación reforzada. Once países la han aprobado. Me gustaría que el producto de esta tasa se destine en parte a proyectos de inversión y en parte a un fondo de formación para los jóvenes. El papel de Francia debe consistir en decir sin descanso a nuestros socios que la austeridad no es una fatalidad.
 
P. Dice usted que estamos cerca de la salida de esta crisis. Para remotivar a los ciudadanos de Europa, para “devolverle la magia”, ¿Qué idea de Europa apoya usted? ¿Una Europa federal? ¿Una Europa de naciones?
 
R. El debate no es el mismo que a comienzos de los años sesenta: la Europa de las patrias, la federación... Entonces había seis países, después ocho, después 12, hoy somos 27 y pronto seremos 28 con Croacia. Europa, al cambiar de dimensión, ha cambiado de modelo. Mi postura es la de una Europa que avance a varias velocidades, con diferentes círculos. Podemos llamarlos la vanguardia, los Estados precursores, el núcleo duro, no importa, lo que cuenta es la idea. Tenemos una eurozona con un patrimonio que se denomina moneda única y que requiere una nueva forma de gobernar. Esta eurozona debe asumir una dimensión política. Estoy a favor de que el eurogrupo, que reúne a los ministros de Finanzas, refuerce sus poderes, que el presidente del eurogrupo tenga un mandato reconocido, claro y suficientemente largo. También soy partidario, y así se lo he dicho a mis colegas de la eurozona, de una reunión mensual de los jefes de Estado y de Gobierno de estos países.
 
Acabemos con esas cumbres “a la desesperada”, esas cumbres “históricas”, esas citas excepcionales. Y que en el pasado no han logrado más que éxitos efímeros. Los mercados actúan todos los días, las decisiones de las empresas son instantáneas. Europa no puede seguir yendo con retraso. El Consejo de la zona euro permitirá coordinar mejor la política económica y tomar, país por país, las decisiones apropiadas. Y eso no excluye a los demás países. Los que quieran incorporarse a la eurozona estarán vinculados a nuestros debates. Pero algunos países no lo desean: están en su derecho. Ahora bien, ¿por qué van a venir entonces a decir cómo hay que dirigir la eurozona? Es una pretensión que no me parece que responda a nuestro deber de ser coherentes. Además de todo eso, está esa Europa de los 27, pronto 28 y en el futuro más. Es un espacio político de solidaridad, un gran mercado, una voluntad de convergencia económica, social, cultural. Me gustaría darle una nueva dimensión para la juventud, la universidad, la investigación, la energía. Pero esta Unión amplia no puede impedir cooperaciones reforzadas, las que quieran entablar unos Estados determinados entre sí, con desembolsos de recursos aparte del presupuesto europeo. Es el caso de la tasa sobre las transacciones financieras
 
P. Algunos hablan de crear un embrión de parlamento de la eurozona que esté aparte. ¿No corre la UE el riesgo de quedar reducidos a los países del euro, una Europa de dos velocidades?
 
R. Ya hay una Europa de varias velocidades. Pero el Parlamento Europeo tiene la vocación de representar a toda Europa y, si la eurozona se estructura aún más, es perfectamente capaz de definir procedimientos democráticos reforzados dedicados a los países miembros de la eurozona dentro del Parlamento Europeo.
 
P. Para una Europa más integrada con la unión política, quizá incluso una política de defensa, ¿no es necesario un nuevo tratado constitucional que se someta a referéndum?
 
R. Creo recordar que en 2005 intentamos esta solución y que no dio los resultados esperados... Porque, antes de lanzarse a una mecánica institucional, los europeos deben saber qué es lo que quieren hacer juntos. El contenido debe importar más que el marco. Se invoca con frecuencia el obstáculo institucional para no tomar decisiones. No se me escapa que quienes más hablan de unión política han sido a veces los más reacios a tomar las decisiones urgentes que la harían ineludible.
P. ¿Los alemanes?
 
R. No. Han hecho en varias ocasiones propuestas sinceras sobre la unión política que no han encontrado acogida. Hoy estamos de acuerdo. Francia defiende la “integración solidaria”: cada vez que demos un paso hacia la solidaridad, la unión, es decir, el respeto a las reglas comunes en torno a una gobernanza, debe avanzar. La unión bancaria, que nos conducirá a tener una supervisión cuyo órgano será el banco central, y que permitirá una resolución de las crisis e incluso una recapitalización de los bancos, es una competencia muy importante. Esta solidaridad no puede producirse sin controles democráticos, y la unión bancaria, que pretende controlar los aspectos financieros, será una etapa fundamental de la integración europea.
 
P. ¿Qué capacidad real tiene Francia de convencer a Alemania y los países más reacios para que se siga ese camino?
 
R. Tomamos decisiones conjuntas en el Consejo Europeo de junio. Y hubo unas indudables consecuencias positivas: la calma volvió a los mercados. El BCE contribuyó aclarando sus modalidades de intervención. Es decir, por lo que a mí respecta, todo el Consejo europeo del 28 de junio, nada más que el Consejo europeo del 28 de junio, pero aplicado con la mayor rapidez posible. El objetivo es regularizar todo de aquí a fin de año. Ya nadie piensa que el euro vaya a desaparecer ni que la eurozona vaya a estallar en pedazos. Pero la perspectiva de que va a conservar su integridad no es suficiente. Ahora debemos salir de la crisis económica.
 
P. ¿Entonces, la unión política no es para ahora?
 
R. La unión política será después, es la etapa que seguirá a la unión presupuestaria, la unión bancaria, la unión social. Dará un marco democrático a lo que hayamos conseguido en materia de integración solidaria.
 
P. ¿Para cuándo prevé usted esta unión política?
 
R. Después de las elecciones europeas de 2014. El futuro de la Unión será el gran reto de esa consulta. Es la condición para movilizar a los ciudadanos y elevar los índices de participación en torno a un auténtico debate, el del futuro de Europa. Los partidos europeos tendrán que presentar sus propuestas, en contenido, marco institucional y personalidades, de tal manera que les permita llegar, en especial a la presidencia de la Comisión Europea.
 
P. Se oyen muchas voces contra el objetivo de reducir el déficit al 3% del PIB. Claude Bartolone [presidente de la Asamblea Nacional francesa] ha llegado a calificarlo de “absurdo”. ¿Es posible llegar a un acuerdo europeo para aplazarlo un año?
 
R. No todos los países están en la misma situación. Y dependerá mucho de nuestras decisiones en materia de disciplina presupuestaria y crecimiento. Esta discusión se desarrollará en 2013. Pero, por lo que respecta a Francia, he fijado el objetivo de reducción del déficit en un 3% para 2013 y de restablecimiento del equilibrio de las cuentas públicas en 2017. Por una razón sencilla: de 2007 a 2012, la deuda pública en Francia pasó del 62% del PIB al 90%. Prolongar esa tendencia no sería sostenible. Además, el objetivo, a escala Europea, es armonizar los tipos de interés en la eurozona. La política monetaria y la política presupuestaria deben coordinarse. No se puede admitir que en un mismo espacio monetario haya países que se financien al 1% a 10 años y otros al 7%.
 
P. Su elección creó enormes expectativas. ¿Qué le diría a un griego en paro, que no tiene dinero para ir al médico?
 
R. Que voy a hacer todo lo posible para que Grecia permanezca en la eurozona y tenga los recursos indispensables de aquí a fin de año sin que sea necesario imponer nuevas condiciones aparte de las que ya ha ha aceptado el Gobierno de Samaras. Pero también me dirijo a españoles y portugueses, que están pagando caros los desaguisados cometidos por otros: ha llegado la hora de ofrecer una perspectiva que no sea solo la de la austeridad. España debe poder conocer las condiciones concretas para acceder a las financiaciones previstas por el Consejo Europeo del 28 de junio. No tiene sentido seguir añadiendo lastre. Francia es el nexo de unión entre la Europa del norte y la Europa del sur. Rechazo la división de Europa. Si Europa se reunificó no fue para caer a continuación en el egoísmo, el sálvese quien pueda. Nuestro deber es fijar reglas comunes en torno a principios de responsabilidad y solidaridad. Como francés, hago todo lo posible para que los europeos sean conscientes de que pertenecen a una misma comunidad.
 
P. ¿Se lo dice también a Angela Merkel?
R. Ella lo comprende a la perfección. La prueba es que ha ido a Atenas.
 
P. ¿Les preocupa la resistencia creciente en Alemania a la solidaridad con los países del sur?
R. ¡Pero la solidaridad es cosa de todos, no solo de los alemanes! Los franceses, los alemanes y todos los europeos, en el marco del Mecanismo Europeo de Solidaridad (MES). Dejemos de pensar que hay un solo país que paga por todos los demás. No es verdad. A cambio, soy consciente de la sensibilidad de nuestros amigos alemanes ante el problema de la deuda. Quien paga debe controlar, quien paga debe sancionar. Estoy de acuerdo. Pero la unión presupuestaria debe lograrse mediante la mutualización parcial de las deudas, a través de los eurobonos. Sé también lo que pesan los recuerdos de la hiperinflación, transmitidos de generación en generación en Alemania. Las modalidades de intervención del BCE evitan todo peligro de ese tipo, porque acude en apoyo de las decisiones tomadas en el seno del MEE. ¿Y que es el MEE, sino los Estados? Es decir, el BCE no va a emitir moneda para ayudar a los países endeudados. Contribuirá a dar más eficacia a la política monetaria. Asimismo he tenido en cuenta los argumentos democráticos planteados en Alemania. Reconozco que los parlamentos deben poder autorizar los compromisos exigidos a los Estados tanto en el marco de la unión presupuestaria como en el de la unión bancaria. Estos principios comunes nos permitirán construir una solidaridad. Pero no hay tiempo que perder. Francia está lista.
 
P. En esta Europa de varias velocidades, ¿qué lugar ocupará el eje París-Berlín? ¿Es el primer círculo?
 
R. Es el eje lo que permite la aceleración. Y, por tanto, el que también puede ser el freno si no se pone de acuerdo. De ahí la necesidad de esa coherencia entre Francia y Alemania. Tenemos la obligación de estar unidos; pero eso exige tener un sentido elevado de los intereses europeos y, por tanto, del compromiso. En mi opinión, no debe ser una relación exclusiva. Europa no se decide entre dos. La amistad francoalemana debe agregar, asociar, reunir. Por eso tengo cuidado de no crear divisiones entre países supuestamente grandes y pequeños, entre países fundadores y países que se nos unieron después. Europa necesita a todos, no es solo una relación entre Gobiernos. Las instituciones comunitarias, Comisión y Parlamento, deben desempeñar su papel. Y apela además a una ambición. La visión que se confió históricamente a Francia y Alemania. Si nosotros pudimos unirnos, cómo no vamos a ser capaces de conseguirlo entre todos. Es lo que recordaremos durante las ceremonias del 50º aniversario del Tratado del Elíseo.
 
P. En su relación personal con Angela Merkel, ¿qué ha aprendido de ella?
 
R. Es una persona clara, que dice las cosas... Eso permite ganar tiempo. Y yo tengo la misma actitud. Después, desde nuestros respectivos puntos de partida, buscamos el mejor punto de encuentro. Es más fácil con puntos de partida explícitos que con puntos de partida ambiguos y no podemos reprochar a Merkel que sea ambigua. No tenemos el mismo calendario, a mí me eligieron hace cinco meses y la canciller tiene sus elecciones dentro de 10, pero eso nos hace no aplazar las decisiones.
 
P. ¿Y usted, qué le aporta?
R. Pregúntenselo a ella. Creo que es consciente de que la alternancia en Francia ha creado una nueva situación. Es muy sensible a las cuestiones de política interior y a las exigencias de su Parlamento. Lo entiendo y lo respeto. Pero todos tenemos nuestra propia opinión pública. Nuestra responsabilidad común es que prevalezca el interés de Europa.
 
P. Se supone que usted es europeísta, pero, durante la campaña, solo habló del “sueño francés”, nunca del “sueño europeo”. ¿Qué apego personal tiene a Europa?
 
R. El ideal europeo está contenido en el sueño francés. Desde siempre. Los revolucionarios de 1789 imaginaron una nación abierta a todos los ciudadanos de Europa. Victor Hugo fue el primero que habló de unos Estados Unidos de Europa. Después de la carnicería de 1914-1918, Aristide Briand ya defendía la idea de Europa en nombre de la paz. En el momento de la liberación, tanto para Jean Monnet como para Charles de Gaulle, construir Europa era reconstruir Francia. François Mitterrand concibió su presidencia en nombre de Europa. Esa es la perspectiva a la que me adhiero yo. Lo que deseo para mi país es que recupere el orgullo y la capacidad de renovar la promesa republicana dirigida a la juventud. ¿Por qué soy europeo? Porque Europa nos permite llegar a eso. Y si se produce una fractura entre Europa y la patria, entonces el peligro será perder al mismo tiempo la cohesión nacional y el ideal europeo.
 
P. ¿Es lo que sucedió en 2005 con el referéndum?
R. Fue una seria advertencia. Y no se hizo caso. El reto actual es recuperar la confianza en nosotros mismos y en Europa. Lo que nos amenaza no es la nación, es el nacionalismo. No es Europa, es la falta de Europa.
 
P. ¿Se arriesgaría a que Gran Bretaña abandone Europa?
R. Quiero un Reino Unido plenamente involucrado en la construcción de Europa, pero no puedo decidir por los británicos. He visto que por el momento les gustaría estar más apartados. Los británicos están vinculados por compromisos que asumieron en su día. No pueden desentenderse. Ahora, por lo menos, hay que reconocerles que lo dicen a las claras. No están ni en la eurozona ni en la unión presupuestaria. Por mi parte, no quiero obligarles.
 
P. ¿Cuál es la mayor amenaza que pesa sobre Europa?
R. La de que ya no la queramos. La de que se considere, en el mejor de los casos, una mera ventanilla a la que acudamos, unos en busca de fondos estructurales, otros de política agrícola y un tercero en busca de un cheque, y en el peor de los casos, un reformatorio. Tiene que dar sentido a su proyecto y eficacia a sus decisiones. Pero, a pesar de todo, Europa sigue siendo la más bella aventura de nuestro continente. Es la primera potencia económica del mundo, un espacio político de referencia, un modelo social y cultural. Merece que reaccionemos para renovar la esperanza.
 
P. ¿Ha pasado lo peor?
R. Lo peor, es decir, el temor a la ruptura de la eurozona, sí, creo que ha pasado. Pero lo mejor no ha llegado todavía. Tenemos que construirlo nosotros.
 
Entrevista realizada por:
 
Sylvie Kauffmann (Le Monde), Angelique Chrisafis (The Guardian), Berna González Harbour (EL PAÍS), Jaroslaw Kurski (Gazeta Wyborcza), Alberto Mattioli (La Stampa) y Stefan Ulrich (Süddeutsche Zeitung)
Traducción: María Luisa Rodríguez Tapia
EL PAIS