La Selección arrancó ganando contra Bosnia pero no jugó bien y sufrió un pcoo en el final. Lo mejor fue el golazo de Messi y la fiesta argentina en el Maracaná, aunque habrá que mejorar. Sabella paró dos sistemas distintos.
¿Tan difícil era ponerle socios a Messi? ¿Puede que la búsqueda del equilibrio termine rompiendo lo mejor del equipo? Sabella reaccionó a tiempo. Los jugadores reaccionaron a tiempo. Argentina reaccionó a tiempo. Del quizá el peor primer tiempo con este entrenador, a un segundo esperanzador. El "desequilibrio" tan temido llegó con salida clara de la pelota en los pies de Gago y en compañía en el ataque con Higuaín. El desequilibrio permitió ver la mejor jugada del mejor.
La Selección jugó tan mal con el esquema con cinco defensores en la última línea, con Messi retrasado y aislado, con el equipo partido, que Sabella no sostuvo su idea más de 45 minutos. Porque en definitiva, Argentina terminaba perdiendo su potencia ofensiva y no solucionaba para nada las incertidumbres atrás.
El gol en contra a los dos minutos le dio tranquilidad y parecía que abriría el partido. Pero Argentina se retrasó y mal. Dejaba a los volantes bosnios lanzar tranquilos y de arriba perdía todas. El equipo tenía separada tanta sus líneas que Messi terminaba yendo a buscar la bocha hasta mitad y chocaba en el uno contra uno.
Gago se hizo patrón y fue clave para el cambio del equipo. Se hizo dueño de la salida de la pelota. Los cinco atrás ya eran historia y Argentina mostró otra intención en la salida, en el inicio de la jugada. Messi, que no corría en el primer tiempo, de repente se enchufó. Pipita arriba le daba aire para tocar e ir a buscar. Fueron quince minutos en los que la Selección se sintió viva.
No duró mucho, pero alcanzó. El final, con un poco de sufrimiento, fue otra señal de alerta. En un Maracaná celeste y blanco, en una noche inolvidable desde lo emocional, sonó el "que de la mano de Leo Messi...". Fue el himno de un equipo que por ahora está lejos de serlo
RIO DE JANEIRO (ENVIADO ESPECIAL)