España empieza a sacar la cabeza de la crisis, con una recuperación que gana velocidad pero que no consigue sacarse de encima algo parecido a una depresión en el mercado laboral, con un desempleo que seguirá por encima del 20% al menos hasta finales del año próximo. La Comisión Europea ha mejorado drásticamente las previsiones para la economía española, que avanzará a una velocidad de crucero del 2,3% en 2015, en lo que supone la mayor revisión al alza de la eurozona.
La demanda -pese a la sensacional devaluación interna, las expectativas de recuperación y el repunte del empleo alimentan el consumo-, la mejora de las condiciones financieras y el desplome del petróleo explican esa mejoría, a pesar de que el sector exterior es la mala noticia: modera su aportación al crecimiento. Bruselas considera que España, tras haber cerrado 2014 dentro de lo previsto, incumplirá sus metas de déficit, con un saldo fiscal negativo del 4,5% del PIB (el compromiso es el 4,2%) este año y del 3,7% en 2016 (frente al 2,8% exigido): la Comisión ve riesgos por ese flanco por la reforma tributaria prometida por el Gobierno de Rajoy y, sobre todo, porque 2015 es año electoral.
En apenas tres meses, desde el pasado noviembre, la Comisión se ve obligada a corregir al alza hasta seis décimas de PIB el horizonte económico de España, y da la razón al Gobierno, que había criticado abiertamente el pesimismo de Bruselas en noviembre, en unas previsiones que tienen consecuencias políticas: de ellas depende en parte el grado de cumplimiento de los objetivos fiscales que estima el brazo ejecutivo de la Unión, que en función de esos números puede aconsejar más recortes y reformas a los Gobiernos. Bruselas es ahora más optimista que nadie: tanto el FMI como el Gobierno español cifran el crecimiento de este año en el 2%, aunque el Ejecutivo de Rajoy ya ha adelantado que también revisará al alza su pronóstico.
España crecerá este año un punto más que la eurozona, cuyo PIB avanzará el 1,3% tras una mejora en las previsiones de dos décimas.El desempleo, sin embargo, multiplica por dos el de los socios del euro y sigue registrando tasas dramáticas, a pesar de la aceleración del crecimiento. La tasa de paro bajará al 22,5% este año y al 20,5% el próximo, tras cuatro años consecutivos de rebaja de los costes laborales unitarios: algo que, en plata, viene a ser uno de los mayores recortes salariales en Europa. Las previsiones de Bruselas pasan por un avance muy tímido de los costes salariales en los próximos años: la devaluación interna no desaparecerá de la noche a la mañana. La buena noticia es que eso mejora la competitividad exterior de España. La mala, que la recuperación por la vía del sector exterior se ha revelado como una de las falacias de esta crisis: es la demanda interna la que vuelve a tirar de la economía española.
Todo son parabienes en Bruselas para España, tras varios años de reveses. La Comisión pone como ejemplo al Gobierno español de la senda reformista que deberían adoptar otros. “Después de tres años de recesión, la economía española empezó a crecer en 2014 y parece consolidarse por la mejoría en el mercado de trabajo, de las condiciones financieras, de la confianza y de la caída de los precios del petróleo”, asegura el informe que han presentado este jueves el vicepresidente Valdis Dombrovskis y el comisario Pierre Moscovici. Inmediatamente después, Bruselas cita los riesgos: “Los altos niveles de deuda privada y pública y el desapalancamiento”, con el Estado, las empresas, los bancos y las familias obligados a soltar lastre por ese flanco. “La velocidad del ajuste externo, además, se va a reducir”, añade el documento.
La recuperación europea también gana presencia, pese a que hay nuevos factores que pueden empeorar el horizonte. La caída de los precios del petróleo y la política monetaria expansiva del BCE, que de paso ha permitido una fuerte depreciación del euro, explican el mayor ímpetu de la reactivación de la eurozona. Sin embargo, Europa tiene ante sí media docena de riesgos mayores. El más inmediato es Grecia, tras la decisión de anoche del BCE de cortarle a sus bancos las líneas de liquidez. El más preocupante es una combinación de tendencias deflacionistas y elevado desempleo que ha llegado para quedarse: la inflación será negativa en el conjunto de 2015, y se recuperará hasta el 1,3% en 2016, muy lejos del objetivo del banco central (el 2%); el paro seguirá en máximos este año, por encima del 11%, para suavizarse a partir del próximo ejercicio pero aún en tasas históricamente elevadísimas, del 10,6%, y con varios países que presentan números grotescos, de Gran Depresión: Grecia (22% en 2016) y España (20,7%) son anomalías ya no europeas, sino mundiales.
Las previsiones económicas de Bruselas sirven como guía de tendencias, pero han fallado sistemáticamente, y a veces con estrépito, durante los últimos años. Las previsiones del pasado noviembre fueron incapaces de anticipar con precisión el cierre de 2014: erraron por dos décimas con solo un mes y medio por delante. Bruselas, sin embargo, es realista; ni mucho menos echa las campanas al vuelo, a diferencia de algunos Ejecutivos: “El ritmo de la recuperación sigue siendo lento en Europa como consecuencia del legado de la crisis”, arranca el larguísimo informe, de casi 200 páginas. En términos europeos, lo más preocupante sea que la crisis ha barrido de Europa ese relato de convergencia: la recuperación es muy desigual, pese a que este año habrá crecimiento en los 19 países del euro. Esa divergencia se debe al distinto ritmo de las reformas (o recortes), al grado de ajuste de los balances bancarios, al proceso de desendeudamiento muy acusado en algunos países y a media docena de razones más. Pero en general dificulta las cosas en la eurozona EL PAIS