Los padres de los 43 estudiantes desaparecidos en el sur de Méxicoestán multiplicando sus protestas por todo el país y en los próximos meses tienen pensando recorrer Estados Unidos. ¿El motivo? Las familias no están conformes con la investigación llevada a cabo por la PGR- fiscalía general-, cuya versión oficial, elaborada con declaraciones de los detenidos y la identificación de uno de ellos, sostiene que los jóvenes fueron ejecutados y quemados en un basurero. “No es cierto”, contradice Erica, esposa del estudiante Abraham de la Cruz, “al Gobierno se le hizo fácil cerrar el caso así y pensaba que nos íbamos a quedar callados. Los 43 están vivos, pues”.
La investigación sobre lo que ocurrió la noche del 26 de septiembre de 2014 en la ciudad de Iguala, Guerrero, consta de 487 peritajes, 386 declaraciones, 153 inspecciones y 39 confesiones. Sin embargo, solo los restos de uno de los muchachos han sido identificado y es a ese vacío al que se agarran los familiares de los normalistas -estudiantes de magisterio- para preservar la esperanza de encontrarlos con vida. Las 17 piezas óseas encontradas en un río que las autoridades enviaron a la universidad de Innsbruck no han podido ser identificadas debido a las altas temperaturas a las que fueron sometidas. La tesis de la PGR es que, una vez entregados por la policía a los sicarios del narco, los estudiantes fueron ejecutados e incinerados en una gran pira que ardió durante más de 12 horas.
Las dudas de los padres se han acrecentado estos días por las inconsistencias que el Equipo Argentino de Antropología Forense, unos peritos que trabajan para las familias de las víctimas en la instrucción del caso, ha denunciado. En un comunicado, los argentinos señalan que no hay pruebas científicas para concluir que los chicos murieron de esta manera. El fiscal, Jesús Murillo Karam, semanas antes, había dicho que se trataba de una “verdad histórica”. “Tratan de cerrar el caso, creen más en lo que dicen los asesinos que en las pruebas científicas. Hasta que no se compruebe la verdad no vamos a parar. Nosotros seguimos en la búsqueda de los 43 desaparecidos y los vamos a encontrar los tengan donde los tengan escondidos”, dice Felipe Cruz, portavoz de las familias.
Melitón Ortega, padre de uno de los muchachos, añade: “La versión oficial no la aceptamos. La PGR está acostumbrada a fabricar delitos, pruebas, y sabemos que mienten”. Llegados a este punto, la desconfianza hacia las autoridades es absoluta. Hasta el padre de Alexander, el muchacho identificado, ha vuelto a abrazar la idea de que su hijo puede encontrarse con vida. La PGR, a su vez, ha desmentido las objeciones de los peritos argentinos a la investigación y en una nota hecha pública subraya que “no es aceptable” sembrar la duda de que en el basurero de Cocula fueran ejecutadas y encineradas alrededor de 40 personas.
Por las calles de Tixtla patrullan hombres con pasamontañas y escopetas de caza. Son campesinos armados, policías comunitarios, que están apoyando a los padres de los desaparecidos y que, cada cierto tiempo, se echan al monte para tratar de hallar alguna pista sobre su paradero. El comandante Juventino tiene clara su misión: "Proteger a los pobres de los desmanes de los ricos. Se creen que como somos campesinos y tenemos mucha ignorancia de algunas cosas pueden hacer con nosotros lo que quieran, pero no. Este problema de los estudiantes es de todos, aunque solo los pobres nos pongamos a ayudar, pues".José Ángel tiene ocho años. Es hijo de Abraham de la Cruz (27), uno de los desaparecidos. En las marchas de los padres este chico bajito vestido con una camiseta del guerrillero Lucio Cabañas, alumno de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa en los sesenta, suele agarrar el micrófono. Una de sus consignas favoritas es esta: “¿Qué estará haciendo Peña (el presidente) comiéndose un cangrejo? ¿Buscará la solución o se estará haciendo pendejo?”. Su madre, Erica, dice que juntos han ido a todas las marchas, eventos, conferencias o actividades de cualquier tipo con tal de mantener fresco el recuerdo del padre desaparecido. “No vamos a dejar que su llama se extinga”, dice Erica, “vamos a recordarlo todos los días hasta que esto tenga una solución”.
Los padres de los desaparecidos, asesorados y guiados por organizaciones de derechos humanos y sindicatos de maestros muy ideologizados y protagonistas constantes de parones en las aulas, continúan con sus reivindicaciones. Los que son agricultores dedican las mañanas a sembrar café en la sierra y las tardes a recorrer pueblos ofreciendo información sobre el caso a los vecinos. Los que pueden permitirse estar un tiempo sin trabajar duermen en la escuela o en Tixtla, el pueblo más cercano, y viajan con frecuencia a la Ciudad de México. Desde hace dos semanas están preparando un recorrido por Estados Unidos similar al que promovió el poeta Javier Sicilia con la Caravana por la Paz en recuerdo de las miles de víctimas de los últimos años en México.EL PAIS