Europa sigue en hibernación. La falta de avances en la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno en Bruselas respecto a la crisis griega llevó ayer a máximos la prima de riesgo española, elevó la tensión en el sistema bancario europeo y castigó a las Bolsas, al euro, a la deuda periférica y a casi todo lo que se puso a tiro en los mercados. Bruselas sigue sin saber cómo manejar el incendio fiscal en Grecia, con los socios europeos en un callejón sin más salida que la esperanza de que Atenas resuelva su crisis política. Toda la presión de la eurozona para que los conservadores griegos apoyaran los planes de austeridad -tal vez el momento fundamental de la reunión- surtió un efecto nulo. La crisis política en Grecia sigue en el aire. Y a nadie parece bastarle ya con declaraciones: "Hemos acordado que habrá un nuevo plan de rescate para Grecia", dijo la canciller alemana Angela Merkel a la salida de la cumbre. Esa confianza no evitó un día aciago en los mercados.
El nuevo plan de ayudas solo llegará si el Parlamento griego aprueba una nueva dosis de austeridad, en la votación crucial de la semana próxima. La tensión en la calle y en los cenáculos políticos se traduce en una incertidumbre formidable: el Gobierno heleno cuenta con una mayoría exigua que corre el riesgo de resquebrajarse ante posibles deserciones, y la oposición ha desoído todas las llamadas para apoyar un pacto de unidad nacional. Ante las dudas el dinero suele salir corriendo: el correctivo en los mercados, el rápido contagio de la crisis griega, estuvo ayer a la altura de las grandes ocasiones.
La prima de riesgo española (la diferencia entre los intereses que paga España y los que abona el país más seguro, Alemania) escaló a los 285 puntos básicos, cerca ya de las líneas rojas, en su nivel máximo de los últimos 15 años. De nada sirvió que el Gobierno aprobara un nuevo recorte del techo de gasto para el año próximo. El riesgo país supera incluso el alcanzado en España el pasado noviembre, cuando Irlanda se vio abocada a solicitar el rescate a la UE y al FMI y provocó una escalada de tensión en toda Europa. El mismo problema tuvieron Grecia, Irlanda y Portugal, los tres países rescatados, en los que pese a las ayudas los intereses de sus respectivas deudas no dejan de subir. Y también Italia, donde el diferencial con Alemania llegó a 214 puntos básicos, el nivel más alto desde 1996.
Las Bolsas cayeron en torno al 1% y el euro cedió el listón de los 1,42 dólares con todas las miradas puestas en Grecia y en la banca europea: la crisis de la deuda soberana europea y los problemas en el sistema financiero están profundamente relacionados.
La banca tiene un papel protagonista tanto en la crisis actual como en las posibles soluciones. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, aseguró al final del Consejo Europeo que entre las entidades españolas hay "buena disposición" a participar en el rescate de Grecia, en la misma línea de lo que han asegurado líderes políticos de otros países. Si el Parlamento ateniense aprueba los recortes, la UE y el FMI liberarán un préstamo de 12.000 millones para que el Gobierno pueda cumplir sus compromisos de pago en verano. Y en paralelo Europa pondrá en marcha un nuevo plan de rescate que incluye tanto nuevos fondos como la participación del sistema financiero, que se deberá hacer cargo de una parte de la factura. Al igual que en España -donde la exposición a Grecia es mínima-, los grandes bancos alemanes y las aseguradoras dieron ayer señales de que podrían acudir a esa reestructuración de forma voluntaria.
Pero eso no está nada claro. Los contactos informales se han sucedido en los últimos días entre los Gobiernos y los ejecutivos financieros. Pero fuentes del mercado aseguraron que una parte del sistema bancario y de las aseguradoras europeas involucradas en esas negociaciones no va a aceptar el pago de una parte de la factura: al menos no de forma voluntaria y sin obtener nada a cambio. La eurozona espera que la banca acuda a la refinanciación de la deuda griega, con plazos más holgados y tal vez menores intereses. Pero el sector pide incentivos y todo tipo de garantías para acudir a esa llamada de las autoridades europeas. Y a la vez tiene que lidiar con sus propios problemas: la banca encajó ayer un severo castigo en Bolsa -por segunda vez en dos días-, en especial en Italia, donde las mayores entidades sufrieron de lo lindo. Unicredito e Intesa Sanpaolo, los dos mayores bancos italianos, se dejaron en torno al 5% (tras ir perdiendo casi el 10% en algún momento del día) ante las sospechas de que el sistema financiero italiano necesita más capital -lanzadas por José Manuel González Páramo, consejero del BCE- y después de que la agencia de calificación Moody's amenazara con una rebaja de la nota de solvencia a la inmensa mayoría de las entidades.
Y todo eso en plena cumbre europea y en medio de un marasmo de gestos, de declaraciones bienintencionadas, pero sin un golpe de mano claro de Bruselas o del tándem París-Berlín. "Haremos todo lo necesario para estabilizar el euro", destacó la canciller Merkel, pese a que para eso Alemania no deja de repetir que el Parlamento griego debería aprobar antes el plan de adelgazamiento de 78.000 millones de euros (que incluye privatizaciones, nuevos recortes y subidas de impuestos) el próximo viernes. El primer ministro, el socialista Yorgos Papandreu, aseguró que Grecia obtuvo en la cumbre un "voto de confianza" de sus socios europeos, y cifró el nuevo paquete de rescate en 110.000 millones de euros. Los próximos días serán cruciales: Grecia votará la semana que viene su nuevo plan, y el domingo 3 de julio está convocada una cumbre europea para evaluar los resultados de esa votación. Si todo va según lo previsto, el 11 de julio Europa podría activar un préstamo de 12.000 millones y poner en marcha el segundo plan de rescate. En caso de que las cosas se tuerzan, "no hay alternativa", reconoció el pasado jueves el presidente de la Comisión, el portugués José Manuel Durão Barroso. "No hay ningún plan B", reiteró ayer Zapatero.
No lo hay: los mercados descuentan ya una más que probable reestructuración -suave o quizá no tan suave- en Grecia, y mientras Europa trata de ganar tiempo el castigo se va extendiendo por la periferia: tras la terna de países rescatados (Grecia, Irlanda y Portugal) hay tres países más con problemas, España, Italia y Bélgica. La vicepresidenta y ministra de Economía, Elena Salgado, mostró ayer su "confianza" en que Atenas dé luz verde al plan de recortes, "idealmente con el respaldo de la oposición". Zapatero insistió en que Europa "va a seguir apostando con firmeza por la política de estabilidad y el apoyo de todos los países de la eurozona", y destacó que en España la senda de consolidación fiscal (es decir, de recorte del déficit) es "adecuada" y permitirá estabilizar los niveles de deuda pública "significativamente" por debajo del promedio europeo. La realidad y el deseo: frente a esa interpretación, los mercados sitúan a España -y en menor medida a Italia- como el siguiente país que puede verse abocado a un rescate si Grecia y Europa no dan un golpe de timón.