En África las abuelas son de armas tomar porque, tras perder a sus hijos a causa del sida, ahora se han puesto manos a la obra para ser "madres" por segunda vez de sus numerosos nietos.
Es el caso de cerca de ochocientas mujeres que integran la ONG "Abuelas contra la Pobreza y el Sida" -Grand Mothers against Poverty and HIV/Aids (GAPA)-, al amparo de la cual reciben apoyo económico, psicológico y formación para obtener recursos por ellas mismas.
Estas abuelas, que se han unido para trabajar juntas ya que sus hijos no podrán cuidarlas, reciben ayudas de la iniciativa público-privada "Asegurar el futuro" ("Secure the Future"), sostenida por la Fundación Bristol-Myers Squibb Foundation, las autoridades gubernamentales y otras ONG locales.
Y es que el sida continúa teniendo efectos devastadores en África, mientras que se cierne sobre la epidemia la amenaza de una crisis económica global que está mermando los recursos destinados a controlarla.
Se estima que desde que empezó su difusión, cerca de 15 millones de niños han perdido a sus padres en este continente, mientras que cada 13 segundos una persona muere a causa de esta patología.
Como en otras ocasiones, las ancianas han sacado hoy a relucir sus arrugas en un fiesta celebrada en el distrito tanzano de Kibaha, donde han agasajado a los responsables de la ONG Kifaru Community Development in Tanzania (Kicodet), que colabora con ellas, a los representantes de la Fundación y del Gobierno, y a un grupo de periodistas internacionales que se han desplazado a la zona.
Una abuela valiente, Mwrajma Hassam, ha relatado cómo perdió a sus hijos y ahora se hace cargo de ocho nietos, sin que parezcan hacerle mella sus 70 años cargados de duras experiencias.
Fatumoa Matambo, de 62, ha confesado que hasta que conoció esta iniciativa pensaba que "era demasiado vieja para hacer nada" y que se sentía "inútil". Sin embargo, ahora es capaz de crear productos artesanales que puede vender e incluso de cultivar el campo de una manera más eficiente.
La iniciativa les ha dotado de un tractor, que han recubierto de flores para la ocasión, con el que pueden trabajar los terrenos de un distrito especialmente afectado por el sida, Kibaha, por el que atraviesa la principal carretera de Dar es Salaam, capital financiera de Tanzania, y donde circula el VIH junto con los coches.
De hecho, el área tiene uno de los niveles más altos de afectados por el sida, que sufre al menos el 7% de la población si bien en algunas zonas de Tanzania el porcentaje se eleva hasta el 16%, según las estadísticas oficiales.
La realidad del número de contagiados es realmente un misterio, teniendo en cuenta que la epidemia pasa oculta y sigue estigmatizada en gran parte de los casos.
Niños como Sarah Mussa, de 12 años, con sida y asma, o Haji Ally, de 17 y abandonado, han podido salvar la vida y además acudir al colegio gracias a los esfuerzos de estas generosas mujeres de la tercera edad, que no saben ni sabrán lo que significa jubilarse.
También llegan a las madres que sobreviven al VIH, como es el caso de Jane Masanyika, a la que con 38 años le ofrecieron hacerse la prueba del sida, dándole la oportunidad de ponerse en tratamiento y logrando que su cuarto hijo haya nacido libre del virus.
Por eso no cesa de animar a todas a que acudan al hospital sin miedo y si hace falta "tirando" de sus maridos, no dejándose engañar por los curanderos, quienes dicen que "esas medicinas no sirven para nada", ha lamentado con estupor.
En el poblado de Visiga, donde la vegetación no logra ocultar la miseria, las abuelas participan en talleres artesanales donde elaboran sin descanso pendientes, collares y pulseras; tejen cestos y bolsos de paja; confeccionan jabón y otra multitud de productos.
Todo ello mientras aconsejan a sus familiares, sin reprimirse ante la presión social, que tomen medidas preventivas en sus relaciones sexuales, que se hagan el test y que si dan positivo, se mantengan fieles a los medicamentos.
Como la unión hace la fuerza, las abuelas celebran sus reuniones con vestimentas de colores y cantan y bailan canciones tradicionales, trayendo un rayo de luz y de esperanza a la región subsahariana, donde 22,5 millones de personas viven con el VIH, lo que representa dos tercios del total mundial de afectados.
EFE