El presidente islamista egipcio Mohamed Mursi sale reforzado por sus cruciales esfuerzos en favor de un cese al fuego en Gaza, saludados por la comunidad internacional, pero la fragilidad de la situación amenaza su difícil ejercicio de equilibrista entre Israel y los Palestinos, estiman analistas.
La felicitaciones que llegaron al unísono desde Washington, París, Bruselas o la ONU estuvieron al mismo tiempo acompañadas por el deseo de que este éxito sea una solución "duradera".
Signo de la incertidumbre que aún pesa, Mursi anuló a último minuto un viaje muy esperado a la cumbre de países musulmanes emergentes ("D8") en Islamabad el jueves, evocando la necesidad de seguir personalmente la situación en Gaza.
La ecuación es compleja para Mursi, que quiere a la vez desmarcarse de su antecesor Hosni Mubarak, criticado en Egipto por su política juzgada muy conciliadora con Israel, y mantener el crédito de mediador en la región que Egipto heredó de sus acuerdos de paz concluidos en 1979 con el Estado hebreo.
Los Hermanos Musulmanes, cofradía de la que Mursi es miembro, son además históricamente muy cercanos a Hamas, en el poder en Gaza, y la opinión pública egipcia apoya masivamente la causa palestina.
"Ya no es el Egipto de antes. El gobierno fue elegido y debe rendir cuentas al pueblo" contrariamente al régimen autocrático de Mubarak derrocado en febrero de 2011, subrayó un responsable de la presidencia egipcia que pidió el anonimato.
El cese al fuego en Gaza "era el primer gran test para Mursi, y sale bien de él. Llevó adelante la negociación de manera equilibrada", estimó por su parte El Sayed Amin Shalabi, que dirige el Consejo Egipcio de Relaciones Exteriores, un centro de estudios.
"Antes la presión egipcia se hacía sobre Hamas. Mubarak era utilizado por los israelíes para ello", señala por su parte el editorialista y politólogo egipcio Hasan Nafaa.
"Mursi en cambio supo hábilmente utilizar sus relaciones con Hamas para alcanzar el objetivo primordial de Egipto que es el cese de la violencia" en una región en su frontera, subraya.
Pero la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, presente en El Cairo para el anuncio del cese al fuego, prefirió reubicar implícitamente la acción de Mursi en la larga tradición heredada de los presidentes Anuar el Sadat y Mubarak, férreos aliados de Washington.
"El nuevo gobierno egipcio asume la responsabilidad y el liderazgo que hacen de este país desde hace mucho una piedra angular de la paz y la estabilidad en la región", declaró Clinton rindiendo un homenaje al presidente islamista.
Algunos expertos señalan no obstante que las relaciones israelo-egipcias ya no están dominadas por el mismo clima de confianza de antaño.
Mursi empleó una retórica virulenta contra la operación israelí -calificada de "agresión flagrante contra la humanidad"- y el primer ministro Benjamin Netanyahu tuvo visiblemente fuertes presiones estadounidenses para que adhiriera al acuerdo propuesto por Egipto, señaló Mustafa Kamel el Sayyed, de la Universidad de El Cairo.
"Podemos preguntarnos cuál será a futuro la reacción de Netanyahu a un cese al fuego, que se presenta como un fracaso para el primer ministro ya que no cumplió con los objetivos militares", estimó.
Los esfuerzos de Mursi, que prometió obrar para mejorar las condiciones de vida en Gaza, dependen también de una flexibilización efectiva del bloqueo del enclave palestino evocado en el acuerdo de cese al fuego.
Sin avances hacia una solución duradera del conflicto, los esfuerzos del presidente islamista aparecerán en definitiva como tan poco sustanciales como los de Mubarak, estimó El Sayyed.
"Podemos preguntarnos si la base política de Mursi, los Hermanos Musulmanes, está dispuesta a satisfacer un acuerdo si al final de cuentas repite lo que se hacía bajo Mubarak", estimó.
AFP