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jueves, 8 de agosto de 2013

La monja budista que se convirtió en estrella de la música en Nepal


Ani Choying Drolma, la monja budista más famosa de Nepal, se unió al convento a la edad de 13 años para escapar de las dificultades que afrontan las mujeres en su país y ha acabado convertida en una estrella de la música. 


Su interpretación melódica y enternecedora de himnos budistas tocó la fibra sensible de una nación que vivía una sangrienta guerra civil contra la insurgencia maoísta cuando presentó su primer álbum en 1998; desde entonces ha publicado once discos. 



Con el fin del conflicto en 2006, Ani Choying siguió conquistando a la audiencia del país del Himalaya y fuera de él, y en la actualidad pasa entre seis y ocho meses al año viajando al extranjero para ofrecer sus recitales. 



A España acude casi anualmente y el año pasado participó en el Festival de Música de Tenerife. 



"Quiero recordar con mis canciones que el desarrollo de nuestra capacidad espiritual es la solución a los problemas de nuestro mundo", dijo Ani Choying a Efe en la casa de sus padres en la capital nepalí. 



"Yo creo en la bondad de los seres humanos", continuó la monja, la mayor de los tres hijos de un matrimonio de refugiados tibetanos y que experimentó una dura infancia. 



"Mi padre me golpeaba casi a diario", explicó Ani Choying, que sin embargo cree que peor que su propio sufrimiento era ver como su madre sufría abusos sin que ella pudiese hacer nada. 



Ante la situación de maltrato de su madre y otras mujeres de su entorno, a la edad de 10 años Ani Choying preguntó a su progenitora si había forma de escapar de ese modo de vida. 



Su madre le respondió que una salida era convertirse en monja y con 13 años la pequeña ingresó en un convento.



"La mujer en nuestra sociedad tiene que sacrificar todos sus deseos, es tratada como una máquina y su existencia no tiene el valor de la del hombre", sentenció la cantante de 42 años. 



Su periplo espiritual "transformó el modo en que percibía el mundo" y la ayudó a "invocar el positivismo en su interior". 



Una lección que la llevó a reconciliarse con su padre, escultor de arte budista, al final de sus días. 



"Mi padre me hizo mucho daño, pero descubrí que era posible quererlo. Descubrí que lo quería profundamente y con gratitud", afirmó la monja, "porque gracias a aquellas experiencias yo soy quien soy". 



A pesar de su despertar espiritual gracias al budismo, Ani Choying no pudo evitar su descontento ante la discriminación de género en la estructura monacal de esta religión. 



"A los monjes se les daba una educación, pero no a las monjas, de ellas se esperaba que solo rezaran", dice. 



En un viaje a Estados Unidos para ofrecer un recital le preguntaron cuáles eran sus planes y allí descubrió que ella podía cambiar el modo en que eran tratadas las monjas. 



Con el dinero que ganaba con sus conciertos, abrió un colegio para monjas en las afueras de Katmandú, donde hoy 70 mujeres de entre cinco y 26 años reciben una educación. 



Conforme aumentaron sus ingresos gracias a la música, la monja, cantante y ahora filántropa estableció la Fundación Arogya, que proporciona tratamientos a los pobres para las enfermedades relacionadas con el riñón, como servicios de diálisis. 



"Mi madre sufrió una enfermedad del riñón", aclara. 



La nepalí es autora también de un libro que se publicó originalmente en francés, traducido a 14 idiomas y que en español se tituló "La canción de la libertad". 



"Es la historia de una niña pequeña que decide no sufrir", explica. 



Cuando los editores franceses se interesaron por su vida, Ani Choying pensó en principio que el tiempo para contar su periplo no había llegado, pero finalmente accedió ya que pensó que tenía una historia que contar al mundo. 



"Lo que quería decir en el libro es que si yo pude perdonar, otros también pueden", sentencia.EFE