Para dimensionar el vínculo especial que existe entre los griegos y la palabra “óxi” -”no”, en castellano- basta con hacer notar que tiene hasta una fecha.
El “día del no” es una fiesta nacional que se conmemora todos los 28 de octubre.
La razón: en una fecha así, pero en 1940, la Italia de Benito Mussolini le hizo llegar un ultimátum al gobierno de Ioannis Metaxas a través de su embajador en Atenas.
Grecia debía permitir a las fuerzas del Eje, que lideraba Alemania, ocupar posiciones estratégicas en su territorio o habría guerra.
Se cuenta que el gobernante de facto griego respondió lacónicamente: “Entonces, habrá guerra”.
Aunque en la leyenda popular Metaxas simplemente contestó: “όχι”. “No”.
Tradición de resistencia
Era, en cualquier caso, una respuesta con la que se identificaba la inmensa mayoría de los griegos.
Una respuesta que reflejaba el espíritu del mismo pueblo que con nada más 300 soldados le plantó cara al ejército persa en la batalla de las Termópilas (480 a. C.) y también supo resistir los esfuerzos de asimilación del poderoso Imperio otomano, bajo cuya dominación vivió durante casi cuatro siglos, hasta principios del siglo XIX.
Esa oposición afianzó la identidad de los griegos, que se negaron a dejar morir su idioma y sus tradiciones.
La lengua es hasta hoy una razón de orgullo.
Por ejemplo, es alto el porcentaje de hijos de griegos nacidos en el extranjero que no pasan los sábados jugando fútbol ni yendo a clases de danza o teatro, sino aprendiendo en escuelas especiales el idioma que unió a sus antepasados. Es una bandera.
Como la que enarbolan desde hace más de 70 años para conmemorar aquel 28 de octubre.
“No deja de ser significativo que, a la hora de recordar la Segunda Guerra Mundial, casi todos los países conmemoren el fin de la guerra y los griegos conmemoremos su comienzo”, hace notar Mijalis Kosmides, periodista griego basado en Londres.
Pero Kosmides concuerda en que el día terminó convirtiéndose en un símbolo de algo más amplio: de la voluntad y capacidad de los griegos para resistir.
“La rebeldía y la capacidad de resistencia ciertamente son vistas como señas de nuestra identidad nacional”, le dice a BBC Mundo.
“Y para muchos seguramente ese será un factor que influirá en la decisión del domingo, aunque es muy difícil saber hasta qué punto”, dice del referendo que podría decidir la permanencia de Grecia en la eurozona.
De hecho, Kosmides no cree que haya que establecer muchos paralelismos entre lo que pasaba en 1940 y la situación actual.
Aunque muchos griegos vean en las exigencias de sus acreedores –que los votantes griegos deben aceptar o rechazar el domingo– un nuevo ejemplo de arrogancia extranjera y una inaceptable intromisión.
(Y aunque Alemania sea de nuevo parte de la ecuación).
Un país dividido
“En ese entonces las alternativas eran bastante claras: el país estaba a punto de ser invadido y la división no era tan profunda como la que existe hoy”, dice el periodista.
Mientras que, al momento de escribir estas líneas, las encuestas están tan cerradas que nadie es capaz de predecir con seguridad el resultado del referendo.
Y esa amenaza puede terminar siendo decisiva en una de las naciones que abrazó con más entusiasmo a la moneda común europea.
Sin embargo, el impacto de cinco años de austeridad que han llevado a millones de griegos a la pobreza tampoco puede desestimarse.
Muchos sienten que ya no tienen nada que perder y cada vez son más los que no parecen estar dispuestos a quedarse en la eurozona a cualquier precio.
Y frente a estas dos opciones llenas de incertidumbres y riesgos para su futuro, algunos podrían ver en el no un mensaje de dignidad acorde a su tradición.
El gobierno de Alexis Tsipras insiste además en que las amenazas de sus contrapartes de la UE son solo eso, amenazas.
Y Tsipras y sus ministros han estado intentando convencer a los votantes de que la posición negociadora de Grecia se verá fortalecida con un fuerte y sonoro no a las últimas propuestas de la troika.
¿Parte del problema?
No toda la relación de los griegos con el όχι –se pronuncia oji– debe sin embargo leerse en clave de heroísmo y dignidad.
“Un ejemplo famoso son las Termópilas. Pero otro, más contemporáneo, es la actitud frente a laprohibición de no fumar (en espacios públicos)”, destaca Kosmides.
Efectivamente, todavía hoy muy poca gente respeta la prohibición.
“Nunca funcionó”, dice Kosmides.
Y eso es parte de las causas del problema que motivó el referendo del domingo.
Efectivamente, la enormidad de la deuda griega no puede explicarse sin considerar problemas como la evasión fiscal, la corrupción e incluso la manipulación de cifras oficiales.
Lo que deja claro que la solución al mismo requerirá de mucho más que un nai (si) o un όχι (no).
Por: Arturo Wallace / BBC Mundo