Las quintas elecciones generales desde que empezó la crisis griega, en 2009, no están logrando encender los ánimos ni convencer a la legión de indecisos que, a sólo siete días de los comicios, pueden decidir incluso qué partido ganará en las urnas. Aunque no se prevé que ninguna formación logre la mayoría absoluta, la izquierdista Syriza, castigada por la firma del tercer rescate, saca una estrechísima ventaja a la conservadora Nueva Democracia. La mayoría de los ciudadanos prefiere según las encuestas una coalición de gobierno.
Desangelada, fría, aburrida, átona. Cualquier adjetivo de la gama del desánimo vale para calificar una campaña electoral que ha vuelto a sacar a la superficie el desapego de la ciudadanía griega hacia su clase política, y también la desilusión provocada por propuestas concretas, como la de Syriza en las elecciones de enero, desinflada por culpa del tercer rescate. Ni siquiera las grandes apuestas mediáticas —el debate a siete bandas del miércoles, rígido y vano, o eltête-a-tête que este lunes enfrentará a los dos candidatos favoritos, Alexis Tsipras y el conservador Vanguelis Meimarakis— logran caldear el ambiente, que va del desinterés al hastío. Es decir, del gris claro al gris oscuro, y eso, en un país tan luminoso como Grecia —y tan visceral y apasionado por la política y la dialéctica— es síntoma de una afección muy grave: el escepticismo, si no el cinismo.
“La gente no tiene ya ganas de votar, es la tercera vez en lo que va de año”, explica el periodista Apóstolos Roubanis. “En enero al menos hubo dos opciones, la paciencia que pedía Andonis Samarás [antiguo líder conservador] y la esperanza de Syriza, como palabras clave. Ahora no hay propuestas. ¿Cuál sería, si la hubiera? ¿Quién va a ser el mejor gestor del rescate? Menos los comunistas y los neonazis de Aurora Dorada, todos los partidos defienden el memorándum. No hay más, de ahí la indiferencia. La mayoría de la gente lo único que quiere es estabilidad política para lograr la recuperación económica, por eso defiende una coalición amplia de gobierno”, apunta Roubanis. Es la opción favorita de la mayor parte de los votantes, el 35% de los cuales se inclina incluso por una “gran coalición” a la alemana entre Syriza y los conservadores.Sociólogos, observadores y expertos en demoscopia coinciden en subrayar la apatía reinante, pero nada mejor que el sondeo del centro de estudios Bridging Europe del pasado 4 de septiembre para ponerlo negro sobre blanco: el 73% de los encuestados se declaran insatisfechos con las propuestas de los partidos; el 78% evalúa de forma muy negativa la calidad del debate político; el 38% está convencido de que habrá una segunda vuelta y el 53% quiere que el próximo Gobierno esté formado por “no profesionales” de la política. Un deseo agarrado al vuelo la conservadora Nueva Democracia (ND), cuyo líder ha propuesto este domingo un Gabinete de fueras proeuropeas, con presencia de Syriza y tecnócratas.
Al cansancio acumulado en un año electoral tan intenso —a las generales de enero han seguido el referéndum de julio y, ahora, la cita del próximo día 20— se suma, en el caso de los votantes de Syriza, un claro desgaste emocional. “Siento decepción, tristeza, desilusión, y lo peor es la falta de explicación de todo lo que ha sucedido desde el referéndum”, apunta María Dimitriadis, promotora inmobiliaria y votante de Syriza en enero. A la vibrante corriente anímica que insufló la opción del no en la consulta del 5 de julio —logró casi el 62% de los votos—, se contrapone el brusco aterrizaje en la realidad del tercer rescate (86.000 millones a tres años). “Puedo entender las presiones a que se vio sometido Tsipras [entonces primer ministro], y también el vértigo que daba una posible salida del euro, pero lo peor de todo, como votante, es haber perdido la ilusión. Ahora puede que acabe votando a Syriza como opción menos mala, pero sin convencimiento”.
Prueba de ese hechizo roto es que son mayoritariamente quienes optaron por Syriza en enero los que ahora engrosan el alto porcentaje de indecisos, que según las distintas encuestas oscila entre el 10% y el 17%; mientras, los conservadores ya han llegado a su umbral de apoyo. “Muchos de ellos están aún muy sorprendidos por el cambio de Tsipras, que ha emprendido visiblemente el giro al centro”, explica el analista Dimitris Rapidis, director de Bridging Europe. “Por eso están desorientados, pero es previsible que la cifra de indecisos se reduzca a medida que se aproxima el día 20 y que, en última instancia, acaben votando a Syriza, y esta termine ganando por mayor diferencia de la que muestran ahora las encuestas. Pero sólo esta vez, porque es casi seguro que en las próximas convocatorias electorales Syriza no volverá a ganar”.
Con respecto a esta campaña con sordina, Rapidis incide en la misma explicación: “Ningún partido tiene un plan claro, el único con algo parecido es Lafazanis. Nadie habla del día después”. Panayotis Lafazanis lidera Unidad Popular, la escisión de Syriza que aboga abiertamente por una salida del euro y un retorno al dracma, y a la que todos los sondeos pronostican representación en el Parlamento.
El factor de la abstención será pues tan determinante como la irrupción de nuevos partidos en la Cámara, hasta un total de nueve —frente a los seis que lograron representación en enero—, según una encuesta divulgada el viernes. Salvo una, que cifra en cinco puntos la ventaja, la mayoría de los sondeos establecen una diferencia de entre 0,5 y 07 décimas entre Syriza y ND. Todas las opciones parecen por tanto abiertas; tan palmarias como el desánimo y, en algunos, el escepticismo. Como explica con desaliento el analista y escritor Stavros Lygerós, “los dirigentes de los partidos políticos no sienten ninguna necesidad de esbozar políticas inteligentes e innovadoras para el mañana, para los ciudadanos”.EL PAIS