Otro paso más a terreno desconocido. El Banco de Pagos Internacionales (BPI), el coordinador de bancos centrales, certifica lo que muchos llevan semanas avisando: las economías emergentes, con China en cabeza, han frenado en seco. Aunque EE UU, primera locomotora del crecimiento mundial, sigue expandiéndose con fuerza y Europa y Japón recobran, poco a poco, la senda del crecimiento, las consecuencias del parón de esos países, cuya importancia ha crecido exponencialmente en la última década, es la gran incógnita que atenaza a los inversores.
En su último informe, presentado este domingo, la institución con sede en Ginebra (Suiza) subraya el “aumento de la preocupación” entre los inversores por los problemas de países como China, Rusia o Brasil. A la fuga de reservas en las últimas semanas se suma ahora otra variable: la brusca disminución de la financiación internacional a los países en vías de desarrollo, que suele implicar aún mayores turbulencias. Los cálculos del coordinador de los bancos centrales señalan que el crédito del resto del mundo al bloque emergente cayó en 52.000 millones de dólares (45.900 millones de euros).
El volumen de crédito internacional a China —acaso el mayor y mejor termómetro de los emergentes—, empezó a contraerse a finales de 2014 y no ha dado señales de recuperación en los primeros meses del año en curso.
Algo similar ocurrió en Rusia, una de las naciones más golpeadas por la caída en el precio del crudo, donde la financiación exterior cayó en 14.000 millones de dólares en el primer trimestre.
Por el contrario, el BPI registra en las economías avanzadas una actividad bancaria “intensa” en la primera mitad de 2015, con un ritmo de crecimiento incluso más rápido que antes de la crisis financiera mundial. La única excepción es Grecia, penalizada en los primeros compases del año por la falta de acuerdo con sus acreedores y socios europeos.
Como casi siempre, detrás de este frenazo no existe una única causa, sino una pléyade de desencadenantes: burbujas de toda índole —desde inmobiliarias a bursátiles—, excesos no purgados a tiempo y falta de reacción gubernamental. Pero el coordinador de bancos centrales se abona a la tesis que ha terminado imperando en muchas principales casas de análisis, que apuntan a un círculo vicioso que empieza y termina en las materias primas: en 2015, con el petróleo a la cabeza, han ahondado en la caída iniciada el año pasado por la expectativa de menor demanda en las economías avanzadas y, sobre todo, en las propias emergentes. A su vez, este descenso ha exacerbado la depreciación de estas divisas frente al dólar y, en menor medida, frente al euro y ha golpeado con fuerza a las economías de los países productores de materias primas. Los mismos sobre los que pesaban las dudas sobre crecimiento desde un principio.
Volatilidad al alza
El temor a un parón de China, la primera fábrica mundial, se percibe en los terremotos registrados este verano en un buen número de Bolsas y en su volatilidad, que se sitúa en su nivel máximo de los tres últimos años.
El organismo dirigido por el exgobernador del Banco de España Jaime Caruana pone números a la fuga de capitales en la economía china. Según sus datos, en los tres primeros meses de 2015 salieron 109.000 millones de dólares de los bancos de ese país en dirección a entidades financieras extranjeras. La fuga implica una fuerte presión sobre su divisa, el yuan, y no tiene visos de acabar próximamente. “Estos resultados ofrecen pistas sobre lo que puede ocurrir en el tercer trimestre del año”, advierte el BPI en referencia a la devaluación y flexibilización parcial de la moneda, que comenzó el pasado 11 de agosto.EL PAIS