Algunos dicen que es su forma de ser simpático, pero lo cierto es que el austríaco Thomas Wieser, el actual presidente del grupo de trabajo del Eurogrupo, es un hombre que puede ser sarcástico y mordaz hasta los límites de la ofensa. Y lo fue con España -incisivo, cáustico, implacable- cuando lo que estaba sobre la mesa era si el país entraba o no en un rescate como Grecia, Portugal e Irlanda. Sus ruedas de prensa en las que no estaba autorizado citar sus palabras con su nombre, sino solamente como «fuentes del Eurogrupo», fueron la ocasión para fustigar los «pecados» de los países atrapados por la crisis. En el caso de España, dio siempre la impresión de que esperaba frotándose las manos ver al Gobierno de Mariano Rajoy pidiendo el rescate y negociando las estrictascondiciones para recibirlo.
No puede extrañar a nadie que algunas fuentes españolas consideren en privado que Wieser «no está jugando limpio» en el proceso de elección del presidente del Eurogrupo. Este economista austríaco de 61 años, nacido en Estados Unidos, es prácticamente el hombre que tiene todas las llaves de la reunión de ministros de Economía de la zona euro. Como responsable orgánico de la estructura permanente del Eurogrupo es quien maneja las agendas y los documentos de las reuniones.
El puesto que ocupa desde 2012 le da acceso a todo el control del Eurogrupo. A él se le atribuye la publicación de una satírica convocatoria del puesto de presidente, reclamando requisitos como la presentación de un currículum y una carta de motivación, como si fuera un anuncio abierto al público, y la idea de incluir sin consulta previa la votación en el orden del día de la reunión del jueves. Por ello, en el Ministerio español de Economía le atribuyen una clara predisposición a favorecer la reelección de Jeroen Dijsselbloem.
No es de extrañar, puesto que después de su historial de comentarios ácidos sobre la economía española, el austríaco podría haberse hecho a la idea de que no estaría tan cómodo con Luis de Guindos al frente del Eurogrupo. Mucho menos aún si se consolida la idea que el actual ministro de Economía promueve y que consiste en convertir la presidencia del Eurogrupo en un puesto permanente. Por un lado, esdudoso que a De Guindos le gusten sus chistes y, por el otro, con un presidente permanente por encima, su puesto al frente del grupo de trabajo se convierte en subalterno, sin la inmensa influencia de la que goza en estos momentos.ABC