La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, que ganó los comicios celebrados hoy pero definirá su reelección en una segunda vuelta, es una política con perfil de gerente con la que el oficialista Partido de los Trabajadores (PT) aspira a alcanzar 16 años en el poder.
La mandataria, que obtuvo hoy cerca del 41 % de los votos y tendrá que medirse al socialdemócrata Aécio Neves (34 %) el 26 de octubre en segunda vuelta, fue elegida hace cuatro años como sucesora de Luiz Inácio Lula da Silva, el gran líder del PT, tras haber administrado como ministra los principales programas del Gobierno de su padrino político.
Este año, con resultados propios para mostrar y su primera experiencia en un mandato ejecutivo, realizó una campaña menos dependiente de Lula para intentar ser reelegida y mantener la hegemonía del PT en Brasil.
Hija de un inmigrante búlgaro y de una profesora brasileña, Rousseff se convirtió en la primera mujer de la historia en gobernar el mayor país latinoamericano.
Su carrera política está fuertemente vinculada a Lula, quien confió en ella como mano derecha durante gran parte sus ocho años de mandato, entre 2003 y 2010.
Cuando todavía era una desconocida para los electores brasileños, la situó al mando del Ministerio de Minas y Energía por su marcado perfil técnico y, posteriormente, la "ascendió" al otorgarle el timón del Ministerio de la Presidencia, la cartera más influyente de su gabinete.
La relación entre ambos ha sido reiteradamente explotada durante toda la campaña electoral de Rousseff, que emplea la figura de Lula, considerado por muchos como el político más carismático de la historia de Brasil, para contrarrestar su limitada capacidad de comunicación con las masas.
Natural de Minas Gerais, estado del sureste de Brasil, el sobrenombre de "Dama de hierro" le viene como anillo al dedo a esta economista de 66 años que forjó el valor de su apodo gracias a un fuerte carácter, que en alguna ocasión la ha llevado a corregir en público a sus ministros y le ha dado cierta fama de autoritaria.
Su fuerte carácter lo dejó claro mundialmente el año pasado cuando canceló intempestivamente una visita de Estado que tenía programada a Washington en protesta por las denuncias de que sus comunicaciones y su correo electrónico habían sido espiados por los servicios secretos de Estados Unidos.
En su juventud apoyó grupos armados clandestinos que se oponían a la dictadura militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985, y a los 22 años fue detenida y pasó casi 3 años por "subversión" en la cárcel, donde fue torturada durante semanas.
Tras esa fase, Rousseff estudió economía y ocupó varios cargos administrativos en el estado meridional de Río Grande do Sul, donde desarrolló su actividad profesional hasta que Lula la llamó, a finales de 2002, para formar parte de su Gabinete.
"En mi vida personal enfrenté situaciones del más alto grado de dificultad, situaciones que llegaron al límite físico, soporté agresiones físicas que fueron casi insoportables, y nada me sacó de mi rumbo, nada me sacó de mis compromisos ni del camino que tracé para mí misma", aseguró cuando miles de personas corearon insultos contra ella durante la apertura del Mundial de 2014.
En las tres semanas de campaña que tendrá antes de la segunda vuelta, la "Dama de hierro" tendrá que hacer frente a los fuertes ataques que su rival viene lanzando por un escándalo de corrupción en la dirección de Petrobras, la mayor empresa estatal de Brasil, que salpicó a miembros de su Gobierno.
Con las proyecciones para el crecimiento económico de este año en un paupérrimo 0,29 % y la inflación de los últimos 12 meses rozando el techo máximo tolerado por el Gobierno (6,5 %),Rousseff también tendrá que defender su reelección en un escenario macroeconómico desfavorable.
EFE