Los "indignados" que protestaron con virulencia en junio de 2013 en todo Brasil se volcaron en las elecciones de hoy con Marina Silva, según analistas, pero el escaso peso de este sector fue insuficiente para llevar a la segunda vuelta a la ecologista, muy desgastada en la recta final de la campaña.
La candidata del Partido Socialista Brasileño (PSB) fue todo un fenómeno electoral y llegó a liderar los sondeos de intención de voto hace poco más de un mes, pero terminó hundida en el tercer lugar, con un 21,14 % de los sufragios, cifra similar al 19,33 % que recibió hace cuatro años, cuando fue candidata por el Partido Verde.
Según analistas, Silva aglutinó a la gran mayoría de los que participaron en las protestas por mejores servicios públicos que sacudieron a Brasil el año pasado, pero no tuvo calado en las favelas o en las regiones más pobres del país, fieles a Rousseff.
Su oposición a los casamientos entre personas del mismo sexo le restó apoyos entre los homosexuales y sectores más progresistas.
En la recta final de la campaña no supo ganarse a los indecisos y perdió fuelle en medio del fuego cruzado de los ataques de sus rivales, que poseen una maquinaria electoral muy superior a la del PSB.
La ecologista fue designada candidata a mediados de agosto pasado después de la muerte accidental del entonces abanderado del PSB, Eduardo Campos, quien nunca consiguió despegar en las encuestas.
En su temporal liderazgo en los sondeos pesó el tirón que tiene entre los estudiantes, que se debe a la tenacidad con la que defiende el medio ambiente, y en parte del electorado de clase media-alta, que terminó migrando hacia Neves.
Precisamente estos grupos son los que salieron a la calle en masa en junio del año pasado en decenas de ciudades de todo Brasil para demandar mejorías en los servicios públicos y una renovación política en el país.
El profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) Manuel Sanches calculó que el 80 % de los que participaron en las manifestaciones votó a Silva.
"Marina fue la mayor beneficiaria de las manifestaciones, primero porque es la que más supo explotar eso desde un inicio, porque percibió la cuestión de la precariedad de los servicios sociales", dijo Sanches a Efe.
Pero el peso relativo de los "indignados" fue escaso, porque los que salieron a las calles suponen "un porcentaje pequeño" del electorado, puntualizó Sanches.
"La población de la favela no estaba en la manifestación, los ricos que viven en Ipanema, tampoco. Los que trabajan en el centro de las grandes ciudades sí", según el analista político.
En Sao Paulo, por ejemplo, se calcula que cerca de un millón y medio de personas participaron en las manifestaciones, de una población que asciende a 20 millones en la zona metropolitana de la mayor ciudad brasileña.
El grueso del electorado, pobre o de clase media-baja, no participó en las protestas de forma masiva.
El 59,7 % de la población brasileña, según datos oficiales, vive en la miseria o forma parte de un emergente grupo que acaba de rebasar la línea de la pobreza bajo el paraguas de los programas sociales desarrollados por los Gobiernos de Rousseff y su antecesor, Luiz Inácio Lula da Silva.
Según uno de los últimos sondeos del instituto Datafolha antes de las elecciones, el 49 % de los más pobres pretendía votar a la actual jefa de Estado frente al 21 % que prefería a Silva.
En las últimas semanas, Silva trató de identificarse con la población más carente a través de un discurso cargado de ribetes emocionales que abundó en las penurias que padeció en la mísera aldea amazónica donde nació.
Ese esfuerzo fue estéril, su mensaje no caló entre los pobres y su apoyo se desplomó paulatina y constantemente debido a la dura campaña realizada por Rousseff y Neves.
Ambos, con mucho más tiempo de propaganda en la televisión, debido al mayor tamaño de las coaliciones que los sostienen, hicieron ingentes esfuerzos para destruir la imagen de Silva.
El efecto de la propaganda adversaria, plagada de "calumnias", según Silva, tuvo un gran efecto especialmente entre las clases bajas, un electorado sin formación política, baja educación y que es muy voluble.
Según Sanches, "el 50 % del electorado es de analfabetos funcionales", lo que significa que no son capaces de entender o analizar el discurso de los candidatos y son susceptibles a cambiar de opinión.
La avalancha de propaganda negativa mermó apoyos a la ecologista e influyó a los indecisos, que en gran medida optaron por Neves.
EFE