La segunda vuelta examinará los 12 años de gobierno del PT
Las elecciones brasileñas, que en segunda vuelta medirán a Dilma Rousseff y Aécio Neves, deciden fundamentalmente una cosa: si el país opta por el cambio o continúa apostando por el liderazgo del Partido de los Trabajadores (PT), un gigantesco aparato político que ha dominado la escena electoral brasileña durante los últimos 12 años. De hecho, es la cuna de dos de los principales candidatos que se han enfrentado este domingo en las urnas: la presidenta Rousseff y Marina Silva, exministra durante el Gobierno del carismático exsindicalista Lula da Silva, fundador, impulsor y emblema máximo del PT.
Lula fundó el partido, una de las mayores formaciones de izquierda de América Latina, en 1980, junto a otros 99 compañeros, entre ellos trabajadores, intelectuales y católicos progresistas. Nacido a la izquierda, llevó a cabo una dura oposición a los gobiernos predecesores y llegó a votar contra la Constitución. Durante los ocho años de mandato de Fernando Henrique Cardoso (Partido de la Social Democracia Brasileña, PSDB), su militancia, la más aguerrida y organizada de todos los partidos, acuñó el eslogan de “Fuera FHC”, las siglas de Cardoso.
Tras intentarlo tres veces sin éxito, Lula conquistó por fin la presidencia en 2002. Y aplicó, paradójicamente, algunas recetas económicas de corte neoliberal. “También recibió de Cardoso una inflación baja y una estabilidad económica que supo aprovechar para crear la gran herencia del PT en Brasil: políticas sociales, redistribución de renta y la reducción de la desigualdad”, comenta Fernando Azevedo, politólogo de la Universidad Federal de São Carlos. Su segundo mandato, (2006-2010) además, coincidió con un boom de la economía brasileña que le permitió colocar definitivamente la inclusión social y la lucha contra la miseria en el centro de su agenda política. Esta es la gran apuesta del PT, sostiene Azevedo, que añade: “Y esto va a perdurar sea quien sea el sucesor en las urnas, incluidos los candidatos que no son del PT”.
Rousseff también fue ministra de Lula. Y fue designada por él para continuar su labor al frente del país. Sus cuatro años en la presidencia se han diferenciado de los de su mentor en que el ritmo económico se ha frenado y la inflación ha vuelto a subir. Los empresarios, además, la han visto siempre con más desconfianza al considerarla más intervencionista que Lula.Lula intuyó que había que convertir a 30 millones de brasileños que se movían entre la miseria y la pobreza en verdaderos consumidores. Les proporcionó créditos, financió el gasto y les apoyó con programas sociales como la Bolsa Familia (subvenciones a familias pobres) o Mi casa, mi vida (subvenciones para comprar viviendas). Con esta idea de apertura al crédito popular, aguantó la crisis internacional y sacó a esa inmensa cantidad de personas de la pobreza.
El PT de 2014 llega también a las elecciones afectado por varios escándalos de corrupción que arrastra desde la época de Lula. El mensalão, la compra de apoyos de parlamentarios para aprobar proyectos gubernamentales, manchó para siempre la imagen del petismo a ojos de la mitad de Brasil. El expresidente acusó a otros cargos de traición y logró salir ileso de uno de los mayores casos de corrupción política del país. La estatal Petrobras también se ha visto afectada durante esta campaña por un caso de supuestas comisiones ilegales que Rousseff ha tratado de minimizar.
Un efecto colateral y sorpresivo del hecho de haber sacado de la pobreza a 30 millones de personas también afecta al PT: “Por primera vez hay un conservadurismo popular en Brasil”, sostiene el sociólogo Rudá Ricci, que añade: “El elector es muy pragmático, preocupado sobre todo por la defensa de su nueva capacidad de consumo y de su familia”.
Las protestas de junio del año pasado mostraron que este brasileño medio está desencantado y que mira con lupa y desconfianza al poder. Según la última encuesta del Instituto Datafolha, el 74% de los electores busca un cambio, pero, según los últimos sondeos, Brasil se muestra partidario de la mano firme y familiar de Rousseff
EL PAIS