AVN.- Este viernes se cumplen 29 años de una de las más viles acciones tomadas por los gobiernos anteriores a la Revolución Bolivariana, etapa conocida como la Cuarta República.
Ocurrió durante la Presidencia de Jaime Lusinchi y tuvo como blanco los ideales revolucionarios. Se trató del asesinato de nueve civiles en una operación militar ocurrida en el sector Barlovento del caserío La Vaca, municipio Manuel Monge del estado Yaracuy, al centro-occidente de Venezuela, que quedó registrada en la historia y conciencia del país como la Masacre de Yumare.
Dilia Antonia Rojas, Nelson Martín Castellano, Luis Rafael Guzmán, José Rosendo Silva Medina, Pedro Pablo Jiménez García, Simón José Romero Madriz, Rafael Ramón Quevedo Infante, Ronal José Marao Salgao y Alfredo Caicedo Castillo fueron detenidos, torturados y asesinados aquella madrugada del 8 de mayo de 1986 en el cerro El Diamante, donde se reunirían ese día con otros grupos para discutir sobre sus sueños libertarios.
Francisca López, hija de Rojas, mantiene vivo el recuerdo y el ejemplo que le dio su madre, abnegada servidora social y luchadora revolucionaria, quien no solo dio su vida por luchar en contra de la tiranía y de las injusticias de los gobiernos de entonces, sino que dejó un legado de resistencia y entrega por sus ideales, que se sumaron a la lucha nacional que posteriormente dio inicio a la Revolución Bolivariana.
“Mi madre fue una aguerrida luchadora social, mantenía fuertes convicciones e ideales de justicia y no aceptaba ni se doblegada ante la opresión de esos gobiernos, que solo defendían intereses foráneos en perjuicio de las grandes masas. La mayoría pasábamos hambre, mientras pequeños grupos se enriquecían. El pensamiento de mi madre hoy se reivindica dentro del proceso de emancipación bolivariano”, subrayó.
Recordó que la masacre de Yumare fue silenciada por muchos años, y no fue sino hasta la llegada de la revolución en Venezuela que se reabrió ese capítulo de la historia y se desmontó la mentira que el gobierno de Lusinchi armó para cubrir las atrocidades cometidas.
El sacrificio hecho por su madre y por el resto de las personas ajusticiadas en La Vaca contribuyó a desenmascarar los desmanes cometidos por los regímenes opresores, disfrazados de democracia, que en la Cuarta República operaban en contra del pueblo y callaban con violencia y asesinatos a quienes osaran levantar su voz en contra de las injusticias.
“La masacre de Yumare fue un triste episodio, que al igual que Cantaura y El Amparo (otros capítulos de violencia contra la población), evidencia una de las peores etapas de nuestra historia contemporánea, signada por la represión, injusticia, crimen, secuestro y desaparición de víctimas, que se mantuvieron bajo un gran halo de impunidad y abusos de los gobiernos de entonces”, destacó López.
Alexis Colmenárez, de 53 años de edad, nacido en Aroa pero criado en La Vaca, recuerda que ese 8 de mayo hubo un gran revuelo en el pueblo: el Gobierno había desmantelado a un grupo guerrillero y abatido en un enfrentamiento a nueve de sus miembros. “Eso fue lo que se dijo en el momento, pero todos sabíamos que la realidad era otra”, aseveró.
“Todos conocíamos a Dilia Rojas y a otros tantos de las víctimas de ese día, y no eran guerrilleros, como lo quisieron hacer ver. Eran luchadores sociales que comenzaban a organizarse para reclamar por las reivindicaciones del pueblo. Fueron vilmente asesinados, pero su muerte sirvió para inspirar al pueblo y sembrar esa semilla que luego nuestro comandante Hugo Chávez regó para impulsar la Revolución Bolivariana”, subrayó.
Cuando Colmenárez recuerda los hechos, se entristece y deja correr una lágrima, pero a la vez se enorgullece por el sacrificio dado por ellos y por lo que dejaron para todos. Con firmeza menciona: “Su único delito fue ser revolucionarios. Ellos dieron la vida por nosotros y por el bien del país. Sus sueños son ahora los de millones, y los vivimos gracias a su legado”.
La desesperanza
Dimas Petit, exguerrillero de la década de los 70 y primo de Rojas, recuerda que en los años 80 los grupos guerrilleros y subversivos que durante 20 años atrás habían tomado la lucha armada para enfrentar la opresión de los gobiernos de entonces habían sido diezmados y solo quedaban algunas organizaciones que se mantenían bajo perfil en la lucha desde el plano político.
“Parecía que el puntofijismo (pacto de los partidos gobernantes de entonces) era eterno, que ya no había la forma de acabar con ello y lograr los cambios que requería el país. Dilia y los camaradas víctimas de la masacre de Yumare conformaban un grupo de revolucionarios que querían organizarse para elevar la voz del pueblo y buscar mejores condiciones para todos. Ese es el sueño que teníamos muchos, pero dada las circunstancias, se hacia difícil”, reflexionó.
Advierte que la muerte de los nueve revolucionarios no fue en vano: “Sirvió para despertar la conciencia del pueblo y reanimar el espíritu del movimiento revolucionario, que desde décadas antes se venía desarrollando en el país y Latinoamérica”.
Petit refiere que el entonces jefe Nacional de Operaciones de la antigua Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip), Henry López Sisco, planificó el atentado contra el grupo de revolucionarios que se iba a reunir en el sector La Vaca, con ayuda de dos agentes encubiertos, los hermanos Rabanales, que infiltraron el movimiento e informaron sobre el encuentro previsto para el 9 de mayo en el lugar.
Tres semanas antes, Rojas había consultado a Petit sobre el lugar ideal para desarrollar la reunión de decenas de revolucionarios de todo el país para analizar la situación nacional y revisar las vías de transformación.
“Recuerdo haberle comentado que Urachiche y Bolívar eran los mejores sitios para hacer con seguridad una reunión de ese tipo, por cuanto allí había apoyo de las bases campesinas, que bien podían estar pendientes y alertar sobre cualquier situación. Pero hubo desde adentro opiniones de peso, tal vez la voz de los infiltrados, que hizo que se destinara La Vaca como lugar para el encuentro, con el consecuente desenlace”, comenta Petit.
Puntualizó que “la masacre de López Sisco forma parte de esa embestida de los cuerpos de seguridad, del puntofijismo, de la violación de los derechos humanos contra los revolucionarios, que afortunadamente quedó en el pasado, y que dejó un precedente importante para las generaciones futuras”.
Yasneidi Guanieri, de 23 años, habla sobre la masacre de Yumare con propiedad, no por haber vivido los hechos o haber sido testigo, sino porque se ha documentado y ha estudiado la historia contemporánea del país.
“Cuando revisamos lo que pasó en La Vaca, vemos con preocupación lo que era Venezuela entonces, cómo los movimientos populares eran masacrados con total impunidad y la voz del pueblo era callada con asesinatos y desapariciones. Eso era lo que vivíamos en el país: una represión total, como nunca antes la habíamos tenido. Hoy, gracias a Dios, la situación es otra. Venezuela cambió”, resaltó.
Para la joven, Cantaura, Yumare, El Amparo y los hechos violentos contra el pueblo vividos el 27 y 28 de febrero de 1989 en El Caracazo deben recordarnos la nación a la que nunca debemos regresar y hacernos valorar el sacrificio que hicieron por nosotros esos tantos mártires que dieron la vida por sus sueños e ideales.
“Hemos avanzado mucho y no vamos a retroceder. El peligro persiste, con las intenciones de las grandes potencias y de sectores apátridas internos, que persisten en tomar al país bajo cualquier costo. La lucha sigue y ahora con más fuerza, porque contamos con un pueblo consciente que no dejará en el pasado la entrega y enseñanzas de quienes lucharon por los ideales libertarios y por una patria mejor”, concluyó.