El tratamiento antirretroviral de pacientes infectados por el virus del SIDA ha mejorado de forma radical las expectativas de salud de las personas afectadas. No obstante, como efecto secundario del tratamiento a largo plazo, se produce a menudo la lipodistrofia, una alteración en los depósitos grasos del organismo acompañado de importantes alteraciones metabólicas, que conducen a un riesgo elevado de enfermedad cardiovascular y diabetes. Paliar estos efectos, que se van agravando a lo largo de los años de tratamiento, es un reto de salud importante, desafortunadamente no resuelto aún.
Desde el Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn), y en colaboración con la Red de Investigación en SIDA del Instituto de Salud Carlos III, hemos abierto una nueva vía de estudio sobre las alteraciones y los posibles usos terapéuticos del FGF21 (una nueva hormona que reduce los niveles de glucosa, activa la grasa parda y favorece la eliminación de grasas) no sólo para combatir la obesidad, sino también para paliar los efectos de la lipodistrofia.
Esta nueva línea de investigación nos ha permitido constatar que sujetos con sobrepeso y pacientes con VIH, a pesar de presentar acusadas diferencias en su tejido adiposo, comparten alteraciones metabólicas comunes tales como, el riesgo cardiovascular, el aumento anormal de lípidos sanguíneos y la propensión a la diabetes tipo 2. Ello se debe a que tener cantidades normales de tejido graso es fundamental para mantenernos saludables y evitar el fenómeno llamado "lipotoxicidad". La saturación de los depósitos grasos, en el caso de la obesidad, o la dificultad para acumular lípidos, en el caso de la lipodistrofia, hace que las grasas pasen a la sangre provocando el desarrollo progresivo de enfermedades cardíacas. Los lípidos de la sangre terminan por invadir las células musculares, e incluso el páncreas, desencadenando la diabetes tipo II.
Sorprendentemente, tanto en personas obesas como en pacientes seropositivos con lipodistrofia, hemos observado un aumento anómalo del FGF21. Es como si el organismo intentara, sin éxito, aumentar los niveles de esta hormona para favorecer la oxidación del exceso de grasas en la sangre y disminuir los niveles de glucosa. Lo mismo ocurre en modelos de ratones con obesidad o lipodistrofia en los que sabemos, no obstante, que si incrementamos más sus niveles de FGF21 inyectándosela, se logra mejorar su estado metabólico.
Las futuras líneas de estudio intentarán establecer si una estrategia parecida puede ser útil para mejorar el metabolismo en los pacientes infectados por VIH con lipodistrofia. Vamos también a establecer si la hormona FGF21 se puede utilizar como lector biológico del estado metabólico de una persona y, sobre todo, si se pueden diseñar dietas a medida para favorecer la acción de su propia FGF21 y con ello mejorar su estado metabólico y disminuir los niveles de lípidos en sangre.
Dr. Francesc Villarroya CIBERobn, Universidad de Barcelona, y Dr Pere Domingo, Hospital Santa Creu i Sant Pau, Barcelona, Red de Investigación en SIDA, Instituto de Salud Carlos III.
EL PAIS