Planes sociales, pensiones y otras ayudas fidelizan a los votantes de Hugo Chávez
AFP.- Varias veces por semana, Carmen, una jubilada de una modesta urbanización de Caracas, asiste a Mercal, los mercados de alimentos subsidiados que organiza el gobierno en todo el país, uno de los millonarios programas sociales con los que el presidente Hugo Chávez ayuda y seduce a los más desfavorecidos.
“El majunche (que significa poca cosa, en referencia al candidato opositor Henrique Capriles Radonski) nos quitaría la comida”, dice a la AFP esta señora de mirada triste, mientras sostiene en sus manos una botella de aceite de oliva, importado de España.
Su discurso, como el de muchos fieles chavistas, es una réplica casi calcada de las constantes arengas que lanza Chávez para advertir a la población de que si llegara al poder Capriles, que en las últimas semanas está recortando distancia en las encuestas, los pobres -la mayoría de la población- verían eliminadas las “misiones”, como son llamados los programas sociales.“Mira esta botella aquí vale 20 bolívares (4,6 dólares al cambio oficial) y en el mercado capitalista cuesta hasta 50. Esto sin Chávez no sería posible”, agrega -tras depositar la botella en una bolsa de ropa-, esta viuda de unos 60 años, que vive con su único hijo en un deprimido barrio del oeste de Caracas.
“El 7 de octubre está en juego la comida. Aquí había una desnutrición bárbara hacía 20 años, se morían los niños de hambre, comían agua de arroz en vez de teteros, comer un bistec era un lujo”, dijo hace pocos días el mandatario al defender los logros de su revolución socialista, que aún está inconclusa, según dijo.
Pocos años después de llegar al poder en 1999, con una Venezuela sumida en una grave crisis social y económica, Chávez -aconsejado por el entonces presidente cubano y gran aliado, Fidel Castro- puso en marcha programas de alimentación, salud, vivienda, pensiones para jubilados, alfabetización y asistencia a madres jóvenes, entre otros.
Financiadas con las crecientes rentas del petróleo, en el país que cuenta con las mayores reservas mundiales, las misiones le han servido al mandatario para mejorar índices -nacionales e internacionales- de pobreza y desigualdad, y le han dado una conexión emocional con los más desfavorecidos, su sólida base electoral.
El líder opositor Capriles, que se define de centroizquierda a pesar de su pasado en formaciones conservadoras, reconoce la labor social de estos programas y se ha comprometido no solo a mantenerlos sino a mejorarlos, pues es muy crítico con su “reparto clientelar” y sobre todo con una gestión que considera deficiente.
“A partir del 7 de octubre nadie va a tener que ponerse la franela de un color para acceder a las ayudas sociales”, ha dicho Capriles en varios actos durante su frenética campaña electoral.
Entre el ahorro de Mercal y la pensión (de la misión en ‘Amor Mayor’), Carmen vive con menos aprietos que antes. “Con Chávez siempre”, dice mientras camina por este pequeño mercado de 200 metros cuadrados, donde una foto del rostro sonriente del mandatario está colgada en las paredes.
A su lado, una señora de avanzada edad, que no quiere dar su nombre, se cuela en la conversación. “Muchas veces las cosas no se encuentran, se acaba todo muy rápido”, dice mostrando los estantes semivacíos, que exhiben poca variedad de marcas y alimentos.
Al oirla, el encargado del local, que tampoco quiere dar su nombre, dice: “Es porque estamos a pocos días de las elecciones y la gente está nerviosa y compra más”.
De Mercal, en concreto, la oposición critica la dificultad para conseguir los alimentos, el poco abastecimiento de algunos locales y el hecho de que la gran mayoría de los productos sean importados, una muestra -dicen- de que la revolución no ha avanzado demasiado en su idea de convertir al país “en una potencia agrícola” y tiene que comprar fuera gran parte de los alimentos que consume.
Por Jordi Miró