El Atlético de Madrid concretó su billete para los octavos de final de la Liga de Campeonescon autoridad, primero con un comienzo de partido espectacular, después con tres goles del croata Mario Mandzukic y siempre, de principio a fin, infinitamente superior e imparable para el Olympiacos griego (4-0).
Desde el primer segundo hasta el último sólo hubo un equipo, el rojiblanco, con una versión imponente, arrolladora por momentos e incontestable para avanzar a la siguiente ronda de la máxima competición europea, con sólo una cuestión por definir: el primer puesto. Le vale hasta una derrota por la mínima ante el Juventus.
El inicio del Atlético fue impecable en todo. Desde la intensidad, desde la velocidad, desde el toque, desde la precisión, desde la profundidad y desde el fútbol apabulló al Olympiacos durante una decena de minutos impresionantes, de esos que desarman a cualquier adversario, sea cual sea su entidad y su potencial.
Jugada a jugada, con una constancia extraordinaria, siempre desde una banda derecha implacable para el conjunto griego por las combinaciones, el entendimiento, la rapidez y la verticalidad de Juanfran y el turco Arda Turan, el Atlético golpeó insistentemente el área contraria hasta que derribó a un oponente superado.
Todo en nueve minutos. Todo con el lateral y el interior diestro como conductores en una autopista por ese lado. Con dobles paredes, con pases al espacio o con regates individuales, ambos provocaron en ese tiempo cuatro ocasiones y un gol, marcado por Raúl García a pase de Juanfran después de un fallido despeje del portero Roberto.
Una demostración de fuerza y una ejecución perfecta del plan diseñado desde el vestuario,con ese comienzo de incalculable potencia al estilo de los cuartos de final de la Liga de Campeones del pasado curso ante el Barcelona o del encuentro de vuelta de la Supercopa contra el Real Madrid de este mismo verano.
Logrado el objetivo del gol y noqueado su rival, un conjunto doblegado por el ímpetu y el incontestable juego rojiblanco, el Atlético bajó un rato ese inaguantable ritmo, con el duelo siempre bajo su control, con la confianza del marcador a favor y con la convicción de que su manejo del partido ampliaría la ventaja.
Nunca permitió la reacción del Olympiacos, inédito en ataque casi todo el encuentro, ni nunca perdió de vista la meta contraria. Ni siquiera con el 2-0, en el minuto 38, en un envío desde la izquierda del argentino Cristian Ansaldi, un fallo en el despeje de Alberto Botía y un toque a puerta vacía del croata Mario Mandzukic.
No fue un buen día para el central español del Olympiacos. Si en el 1-0 su cesión atrás hacia Roberto con el área plagado de jugadores fue un lío para el guardameta que terminó con un despeje hacia Juanfran; en el 2-0 tenía todo a favor para anular el peligro, pero su patada al aire habilitó el 2-0 del "9" atlético.
Por sensaciones, por fútbol, por ocasiones y por marcador todo estaba resuelto al intermedio. No hubo ningún rastro de duda tampoco en el segundo tiempo. Ni con los cambios de Míchel, David Fuster por Maniatis y Kasami por Afellay, ni con la modificación del Atlético, en el que el portugués Tiago fue sustituido por unas molestias.
El encuentro siempre fue del equipo rojiblanco con una rotundidad indiscutible. En la defensa, donde Miguel Ángel Moyá sólo necesitó una parada en todo el duelo, y en el ataque, en el que dos testarazos de manual de Mandzukic, a centros de Arda Turan y Gabi, agrandaron un triunfo con destino a los octavos de final (4-0).
EFE