Los miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas condenaron enérgicamente la masacre perpetrada el 20 de noviembre cerca de la ciudad de Beni, en el norte de la provincia de Kivu. Estos ataques han disparado a 200 el número de civiles que han muerto desde mediados de octubre en esta región.
Autoridades de la República Democrática del Congo y agencias de asistencia humanitaria atribuyen los ataques a rebeldes de la Alianza de Fuerzas Democráticas para la Liberación del Congo, un grupo fundado por una secta islamista radical de Uganda en los años 90. El nuevo brote de violencia es una señal de que los grupos armados siguen siendo una amenaza para la seguridad del país.
Además de expresar sus condolencias a las familias de las víctimas, también condenaron los ataques en contra de los casos azules de la Misión de Naciones Unidas para la estabilización del país (MONUSCO). Enfatizaron que no será tolerado ningún esfuerzo por socavar su capacidad para aplicar su mandato.
Frente a los riesgos de desestabilización en la zona, el Consejo de Seguridad recalcó la importancia de que las autoridades de la República Democrática del Congo y la MONUSCO hagan todo lo posible para proteger a la población civil y luchar contra los grupos armados.
Estos ataques son los más recientes en una ola de violencia que azota la región. Una campaña de casi tres años y medio respaldada por Naciones Unidas para liberar la región de decenas de grupos armados locales y extranjeros aún no ha logrado restaurar la paz en el país.