La Comisión Europea cifra el impacto del ‘Fondo Juncker’ en un 3% del PIB
La ingeniería financiera metió al mundo en serios problemas hace siete años, y Europa trata ahora de circunvalar la crisis con otra ronda de ingeniería financiera, esta vez constructiva, para reforzar su lánguida recuperación. Bruselas confirmó ayer que usará 16.000 millones del presupuesto europeo y 5.000 millones del Banco Europeo de Inversiones para cimentar el Fondo Juncker, un plan inversor que confía en levantar dinero en los mercados y entre el sector privado hasta alcanzar 315.000 millones en infraestructuras energéticas y de transporte, en la agenda digital y a través de pymes.La Comisión Europea cifra el impacto macroeconómico de ese plan entre el 2,5% y el 3,1% del PIB en los tres próximos años, con la creación de 3,3 millones de empleos hasta 2017 si las cosas salen bien.
“El plan tiene los máximos recursos posibles a la vista del consenso político y del legado que deja la crisis. Y puede funcionar si los mercados creen que contribuye a aclarar el horizonte, si los inversores ven claros los proyectos, y siempre que el BCE ponga también de su parte para sortear el riesgo de un estancamiento secular”, explicaba uno de los miembros del equipo de Juncker a la hora en la que el papa Francisco pronunciaba su discurso en la Eurocámara. Francisco no citó en Estrasburgo la parábola de la multiplicación de los panes y los peces. Pero tal vez ese sea el símil adecuado para describir el plan europeo destinado a encontrar la pieza perdida del puzle de la salida de la crisis: la inversión.
¿Quién pone el dinero?
La Comisión sacará 16.000 millones del presupuesto europeo, y el BEI contribuirá con 5.000 millones: esos 21.000 millones de dinero público servirán como palanca para catalizar los 315.000 millones de euros, que podrían ser más si los Estados miembros se suman al carro. Con eso debería reducirse al mínimo el déficit de inversión, que está 270.000 millones por debajo de los niveles previos a la crisis. El dinero público se usará como garantía, para emitir deuda en los mercados y para atraer inversión privada: cubrirá las primeras pérdidas en caso de que los proyectos fracasen. “Eso permite tomar mayores riesgos en inversiones estratégicas”, según fuentes comunitarias, que apuntan que altos funcionarios de Bruselas ya se han reunido con los principales fondos europeos (AXA, Allianz, Deutsche Bank y compañía). El dinero realmente nuevo se reduce a 2.000 millones. Y para evitar que las eventuales pérdidas generen un agujero, las instituciones europeas activan una provisión (un colchón de capital para el caso de que haya números rojos) de 8.000 millones hasta 2020.
El multiplicador
El acelerador financiero es uno de los grandes descubrimientos de esta crisis. Funcionó cuando estalló el huracán: el grado de apalancamiento de las instituciones financieras multiplicó las pérdidas. Bruselas pretende ahora que funcione en sentido contrario: calcula un multiplicador de 1:15 y asegura que esa estimación es “prudente”, “basada en la experiencia histórica”, en programas financieros anteriores de la UE. Pero será distinto en cada caso. Las inversiones se elegirán por criterios de viabilidad: no habrá cuotas por países ni por sectores, y la toma de decisiones evitará a toda costa los criterios políticos para garantizar el máximo apoyo del sector privado.
¿Por qué esta vez sí?
Ya hubo un plan similar en 2012 que no funcionó. La Comisión cree que esta vez es diferente: por un lado, el euro ya no atraviesa una crisis existencial; por otro, hay grandes masas de ahorro privado en el mundo que no invierten en Europa por miedo a que las cosas vayan mal. “El plan sigue una filosofía clara: quiere usar la liquidez disponible y el entorno de tipos bajos. Queremos estimular el apetito inversor de los promotores de este tipo de infraestructuras”, según fuentes europeas. “Corriendo con las primeras pérdidas se reduce la desconfianza del sector privado”, “pero sería naíf creer que una respuesta sencilla va a resolver todos los problemas”. “Europa necesita mucho más: esto es una gota en el océano”, cierran.
¿Qué más hace falta?
En una palabra: crecer. El jefe del BCE, Mario Draghi, pide para ello una política fiscal menos dura, reformas e inversiones, y promete hacer esfuerzos con la política monetaria, probablemente con un plan de compra de deuda a gran escala en 2015. Juncker pone su grano de arena con la inversión. Francia e Italia preparan reformas. Bruselas dará un pescozón a ambos países por los serios riesgos de incumplir sus metas de déficit, pero no tomará medidas drásticas al respecto: la política fiscal no se endurecerá. El plan de inversiones tiene también efectos secundarios fiscales: los Estados miembros se pueden sumar a las garantías; “eso no computará como déficit”, asegura la Comisión.EL PAIS