Y al tercer día, Silvio Berlusconi rompió finalmente su silencio. "Italia es sólida, el Gobierno es fuerte y estable, la mayoría está cohesionada, nuestros bancos están mejor que los extranjeros y nuestra economía tiene vitalidad", afirmó el primer ministro. El habitual despliegue de optimismo se resumió en una larga nota que reconoció también una porción de la dura realidad, al asegurar que Italia está pasando por "un momento que no es fácil" y que los ataques al euro obligan al Gobierno a "acelerar el proceso de corrección presupuestaria de forma rapidísima, para reforzar sus contenidos y superar los obstáculos que frenan el crecimiento". La oposición concedió a Berlusconi la aprobación cómoda del ajuste antes del viernes, y a cambio pidió su dimisión inmediata, aunque voces tan expertas y autorizadas como la de Romano Prodi dijeron que lo que necesita en este momento el país es "mantenerse compacto".
El arrinconado primer ministro, cuyo creciente descrédito internacional contribuye según todos los analistas a complicar la estabilidad financiera y el crecimiento de Italia, pidió también unidad y ayuda a la oposición "para defender al país y el bienestar de sus ciudadanos". Reconvertido al sentido de la responsabilidad y la tutela del bien común, Berlusconi pareció captar los mensajes que le enviaron en tromba el día anterior los mercados, Giorgio Napolitano y Angela Merkel, y solo reapareció en escena cuando la Bolsa y la deuda se habían repuesto de otro arranque catastrófico.
A su insólito tono institucional se sumó una solemne declaración de su abogado personal, Niccolò Ghedini, quien afirmó que Fininvest, la empresa de Berlusconi, "pagará" a CIR, el grupo editor de La Repubblica, la indemnización de 560 millones a la que ha sido condenada. Ghedini prometió que Berlusconi no presentará más leyes a medida para tratar de evitar el desembolso. Hace unos días, el primer ministro había utilizado el ajuste pactado con Bruselas para colar una norma destinada a bloquear el pago hasta la sentencia del Supremo. Aunque tras el clamor inicial decidió retirarla, los insistentes rumores de que sus coroneles lo intentarían otra vez en el Parlamento solo remitieron ayer.
La reaparición de Berlusconi se produjo cuando el diferencial de la deuda se había reducido y la Bolsa de Milán había cambiado ya de signo para dar un respiro a los bancos nacionales, amoratados tras el lunes trágico y el viernes negro. La jornada se abrió con bajadas frenéticas, cercanas al 5%, pero a mediodía la crisis remontó y Milán acabó el día ganando un 1,18%. El Tesoro logró colocar letras a un año por 6.750 millones, aunque la demanda fue menor de lo esperado y el tipo de interés subió hasta el 3,67%, frente al 2,1% de la última subasta de junio. Según varios analistas, una de las razones del encarecimiento fue el polémico impuesto que grava a los tenedores de bonos incluido en el ajuste italiano.
Mientras el volcán estuvo activo, fue la oposición quien pareció tomar de facto el poder del país al anunciar que concedería al Ejecutivo una rápida aprobación parlamentaria del plan fiscal. El ministro de Economía, Giulio Tremonti, abandonó precipitadamente la reunión del Ecofin en Bruselas para regresar a Roma. Según anunció, iba a "cerrar el presupuesto".
El superministro, enfrentado con Berlusconi y debilitado por las graves imputaciones de corrupción contra Marco Milanese, el exconsejero político de confianza que sufragaba los 8.500 euros de alquiler de la lujosa casa romana que ambos compartían, tendrá que declarar por tercera vez ante los fiscales de Nápoles sobre las relaciones entre Milanese y la Guardia de Finanzas.
Tremonti se reunió con la oposición en el Senado y aceptó la oferta para que el ajuste pase el trámite bicameral antes del viernes. La oposición votará en contra, pero presentará solo algunas enmiendas pactadas con el Ejecutivo. El confuso plan aprobado hace dos semanas en Consejo de Ministros prevé recortes por unos 30.000 millones y vuelca el peso del ahorro sobre el bienio 2013-2014, confiando a una futura reforma fiscal ingresos extra por 17.000 millones. El plan ha sido criticado como inicuo, injusto e insuficiente por los agentes sociales y económicos, pero tiene el aval alemán y el de la Comisión Europea. Según diversos analistas y la propia oposición, el plan ha quedado en parte obsoleto tras las pérdidas de la Bolsa y la deuda en los últimos días.
Los tres partidos de la oposición exigieron la dimisión del Gobierno. "Berlusconi cuesta demasiado a Italia", resumió la portavoz de los senadores del Partido Democrático, Anna Finocchiaro.
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