El heredero se cruzó a su salida del templo con una mujer que pedía lismosnas. La mendiga le extendió su mano al Príncipe en la espera de una maneda y éste le respondió con un apretón. La mujer se mostró corresspondida con el gesto de Don Felipe, quien continuó su camino sin otorgarle lo que pedía.
Con información de El Mundo.es