El ascenso de los populistas amenaza el monopolio de Merkel en la derecha
La preocupación en los partidos tradicionales va a más. AfD se nutre de antiguos simpatizantes de la Unión Cristianodemócrata (CDU) descontentos con el centrismo de Merkel y, sobre todo, con su política migratoria; pero también de ciudadanos que antes votaban a la izquierda o se abstenían. “La crisis de refugiados ha sido un regalo para nosotros”, admitía sin rubor hace un mes Alexander Gauland, uno de los líderes de la formación nacida en 2013 al calor de la crisis del euro y que en el último año ha girado a la derecha.
Algunas encuestas les otorgan ya un 12% de intención de voto en todo el país, lo que le convertiría en el mayor partido de la oposición frente a la gran coalición de democristianos y socialdemócratas (SPD). En Sajonia-Anhalt, uno de los Estados llamados a las urnas, AfD puede llegar al 15%. En Baden-Württemberg, está a solo cuatro puntos de distancia del SPD. “Han logrado presentarse como el partido anti stablishment. Y como el único que de verdad propone soluciones radicales contra los refugiados, el asunto que más preocupa a los alemanes”, resume el politólogo de la Universidad Libre de Berlín Carsten Koschmieder.
Pero Julia Klöckner, la líder democristiana que aspira a gobernar el Estado de Renania-Palatinado, anunció el jueves que no acudiría a un debate si no participaban todos los partidos con posibilidades de entrar en el Parlamento. Con esta decisión, la CDU confirma que la estrategia de ignorar a AfD ha fracasado; y que dejarlos de lado no hace más que alimentar su discurso contra unas élites políticas y periodísticas que se niegan a hablar sobre los temas que realmente importan al ciudadano medio.Una anécdota reciente refleja cómo los populistas de derechas han adquirido una relevancia inaudita para un partido que en las últimas elecciones federales se quedó fuera del Bundestag por un puñado de votos. Los líderes de dos de los Estados llamados a las urnas –una socialdemócrata y un ecologista- anunciaron que no acudirían a debates televisados con ningún miembro de este partido, al que consideran demasiado radical. La televisión regional accedió a marginar a los candidatos de AfD con el argumento de que aún no tienen representación parlamentaria.
El partido que pretende romper el monopolio de la derecha a la CDU y sus aliados bávaros de la CSU parecía hace medio año fuera de combate. Entonces, las luchas internas entre su sector más liberal, preocupado sobre todo por acabar con la moneda única, y la facción llamada nacional-conservadora se saldaron con el éxito de la líder del ala más radical, Frauke Petry. Pero entonces estalló con toda su crudeza la crisis de los refugiados. Y de una estimación de voto del 3% el pasado mes de agosto, han pasado a superar la barrera del 10%.
El éxito de los ultraconservadores puede tener un efecto sorprendente en las elecciones regionales. Al entrar en los Parlamentos, es posible que eviten la actual mayoría de socialdemócratas y verdes y propiciar así el ascenso de la CDU al poder en dos de los Estados en juego. Sería un beneficio a corto plazo para el partido de Merkel. Pero a medio plazo supone poner en peligro uno de los objetivos estratégicos del partido; que se resume con una frase pronunciada en los años ochenta por el histórico líder bávaro Franz Josef Strauss: “A la derecha de la CSU no puede haber ningún partido democrático legítimo”.EL PAIS