Sería mejor que el CNE prohibiera publicar artículos 72 horas antes de las elecciones! ¿Escribiremos sobre el sexo de los ángeles? Decir que ambos candidatos fueron genios y figuras hasta el final, esperemos que no viole las disposiciones tontas del CNE; porque en otros países se permite hacer campaña hasta el mismo día de las elecciones, pero a los venezolanos nos tratan como a débiles mentales, colocan un soldado con armas largas en cada centro de votación para impedir que se viole la ley. El plan República es una tradición lamentable, que se originó en los años sesenta cuando la guerrilla amenazó con impedir las elecciones. Nadie les hizo caso, todos fueron a votar y apenas la guerrilla disparó unos cuantos tiros.
En estas elecciones compiten dos hombres a los que les sobra fe en sí mismos. Uno arrancó convencido de su victoria, respaldado aplastantemente por las encuestas, el Cassius Clay de la política venezolana, el que nunca perdía una elección presidencial. Superman, pues. El otro, también creía en sí mismo, en su estrategia que se resume en la historia del talón de Aquiles que no molestará a las damas del CNE, porque Homero no sabía siquiera que alguna vez existiría un país llamado Venezuela, ignoraba también que miles de años más tarde existiría el CNE y las infalibles máquinas de Smartmatic.
En los combates, a Aquiles no lo herían con ningún arma. Usted le daba un hachazo por la cabeza y el maldito salía sonriendo, le lanzaba un dardo y nada, un golpe con la espada tampoco lo inmutaba.
Dice Wikipedia: “Aquiles fue el guerrero más importante de la guerra de Troya”. Hijo del rey Peleo y de Tetis, diosa del mar y esposa y hermana del océano. Tetis trata de inmunizar a su hijo bañándolo en el río Estigia que constituía él limite entre la tierra y el mundo de los muertos, con el propósito de hacerlo inmortal, pero comete el gran error de sumergirlo sujetándolo por el talón. En la guerra de Troya, Héctor mató a Patroclo pensando que era Aquiles. Aquiles se enfureció y luchó con Héctor, al que mató y arrastró con su carro por los alrededores de los muros de Troya, sin dejar que tuviera sus ritos funerales. Príamo, padre de Héctor, pidió a Aquiles que le devolviera el cuerpo de su hijo para poder hacer los ritos funerales que se merecía; Aquiles aceptó y le devolvió el cuerpo de Héctor.
La guerra con Troya continuó y París, el otro hijo de Príamo, con la ayuda de Apolo hirió con una flecha envenenada a Aquiles en el talón, único punto vulnerable. Aquiles murió.
En estas elecciones un candidato descubrió el talón de Aquiles del otro. Primero lo dejó sin banderas, se apropió de ellas: la igualdad y la defensa de los pobres no es exclusiva de nadie. Después evitó el enfrentamiento ideológico, los argumentos de los leguleyos o la defensa a muerte de la propiedad privada. Se comportó con una disciplina impresionante, buscó sin temores los votos del adversario.
Cualquiera que se haya operado del talón de Aquiles sabe lo engorroso de la recuperación. Todos tenemos un talón de Aquiles. En especial los políticos que son verdaderos Mesías hasta que un día, sin previo aviso, ese poder místico se evapora y se revelan tan frágiles como cualquier mortal.
Homero, hace 2.500 años proporcionó la clave de la política nacional, la historia del talón de Aquiles.