Las personas que sufren enfermedades mentales en la región de Somalilandia, en el norte de Somalia, son encadenadas, golpeadas y recluidas contra su voluntad en centros de salud, denunció Human Rights Watch (HRW).
En su informe “Encadenados como prisioneros”, HRW detalla numerosos abusos contra pacientes con enfermedades o discapacidad mental, la mayoría de los cuales son confinados por la fuerza en instituciones de la región, autoproclamada independiente de Somalia en 1991.
Enclavada en una de las zonas más conflictivas del mundo, Somalilandia registra unas tasas de discapacidad psíquica muy elevadas, favorecidas por la violencia y el trauma de la guerra civil somalí y el consumo extendido de khat, una droga con efectos similares a las anfetaminas, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La región, con una población de 3,5 millones de personas, solo cuenta con dos psiquiatras.
“En lugar de proveer asistencia médica o rehabilitación, estos centros someten a sus internos a condiciones carcelarias, al aislamiento y al tratamiento involuntario”, explicó la investigadora sobre África de HRW Laetitia Bader.
“Las autoridades de Somalilandia deberían actuar rápido para atajar los abusos en las instituciones de salud mental”, añadió.
Es la principal conclusión de la investigación llevada a cabo por la organización en Hargeisa, Berbera y Gabiley, donde HRW entrevistó a 115 personas con problemas mentales, reales o percibidos, e internadas en algún centro.
La mayoría sufría abusos y no tenía ninguna capacidad de denunciarlos ante la justicia ni familiares capaces de entender y apoyar su situación frente al estigma social.
En los últimos años, han proliferado los centros privados de salud mental en Hargeisa para atender la masiva demanda de asistencia a estos pacientes.
Sin embargo, en lugar de aportar asistencia médica y consejo, estas instituciones son esencialmente lugares de detención y aislamiento, advirtió HRW.
Muchos pacientes fueron internados en contra de su voluntad por periodos de hasta cinco años, encerrados en cuartos a oscuras y encadenados como forma de castigo en casi todos los hospitales.
“Llevar cadenas es la norma para todos los nuevos pacientes”, revela un joven de 27 que pasó dos meses en un centro privado, en el que fue internado por sus padres sin su consentimiento.
Los guardias también golpean a los internos que rechazan tomar la medicación, sedantes y otros fármacos psicotrópicos en general.
El primer paso para atajar estos abusos, según HRW, sería prohibir el encadenamiento de los pacientes, supervisar el funcionamiento de las instituciones y trabajar para erradicar el estigma social de este tipo de enfermedades.
“El hacinamiento a largo plazo de personas con discapacidades psicosociales es discriminatoria, viola sus derechos básicos y no les aporta los servicios que necesitan”, concluyó Bader.
Fuente: EFE