(EFE) – Un pez, una rana y una planta que, al parecer, no habitan en ninguna otra parte del mundo y que fueron halladas en el norte de Venezuela se encuentran ya en peligro de extinción por estar en una zona donde se están secando las fuentes de agua debido al “impacto” dejado por el hombre.
El hallazgo de las tres especies -que aún se encuentran sometidas a estudios de ADN para confirmar que son nuevas, y que se anunció a Efe este miércoles- se produjo en enero pasado cuando un equipo de investigadores se trasladó a la zona para analizar la biodiversidad del lugar después de que se constatara la dramática desaparición del área boscosa.
El proyecto, presentado por el Instituto Venezolano Alemán de Ciencias Ecológicas Aplicadas (Ivacea), fue financiado por el Fondo de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUD por sus siglas en inglés) y lleva el nombre de “Restauración ambiental de la cuenca de los Valles Altos Occidentales de Carabobo”.
“Se puede decir que se encontraron posibles nuevas especies, una de botánica, una de peces y una de anfibio”, dijo a Efe el biólogo Arnaldo Ferrer quien coordinó el grupo de investigadores del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), la Universidad Central de Venezuela (UCV), la Fundación Phelps y la Fundación La Salle.
“Ya están en peligro, si continúa el nivel de intervención en la zona, están en peligro”, advirtió Ferrer al referirse a las especies encontradas a una altura de 1.300 metros sobre el nivel del mar.
Las alarmas, explica el biólogo, se encendieron desde que se observó el alto nivel de devastación del bosque que, si se mantiene sometido a los constantes incendios, tala de árboles y siembras no permitidas desaparecerá por completo en un lapso de unos cinco años.
La destrucción se está produciendo pese a que se trata de un “área protegida” de 276.000 hectáreas amparada por el decreto 2.647 publicado en Gaceta Oficial 31.485 del 12 de mayo de 1978, medida que se tomó por tratarse de una zona que contiene una reserva hidráulica que aporta agua a más de un millón de personas.
“Más o menos el 80 % de la cobertura boscosa está desaparecida, pueden ser unas 50.000 hectáreas y este es un impacto en el clima, y es un impacto en toda la calidad ambiental y en la producción de agua”, aseguró a Efe Andres Osorio, presidente del Ivacea, instituto que recibió 50.000 dólares del PNUD para restaurar la cuenca.
La buena noticia es que unas 30.000 hectáreas de la zona boscosa destruida se pueden recuperar y Osorio indica que lo más eficaz para esta recuperación es usar un sistema de “bombardeo” aéreo de paquetes de semillas con abono, minerales y bacterias que fijan nitrógeno, técnica conocida como Avíos.
El presidente de Ivacea, que también es especialista en Química Ambiental, explicó que la escasez de agua en los poblados cercanos a la cuenca está relacionada con la destrucción de ese bosque y con el hecho de que no existe en toda el área un sistema de tratamiento de aguas servidas por lo que los ríos están siendo severamente contaminados.
“Hay que asegurar la fuente que carga los acuíferos y la fuente que carga los acuíferos son los bosques”, indicó.
Así que, como parte del proyecto financiado por el PNUD, se hará, además de la restauración de la zona, un trabajo de educación en las escuelas de los poblados cercanos que incluye el desarrollo de vídeo juegos en los que se fomente la conservación de los bosques.
Igualmente se está trabajando con la comunidad de agricultores y “conuqueros” (labradores de pequeñas parcelas) en un programa de agroecología y permacultura que son técnicas agrícolas de bajo impacto ambiental y que maneja la Fundación Hoffmann, una institución aliada en este proyecto de la restauración de la cuenca.
Asimismo, “toda la data del proyecto de biodiversidad va a montarse en la página web del Ivacea para que en cualquier parte del mundo se pueda ver cuáles son las especies que se localizaron, a qué alturas viven, cuál es la importancia que tienen en esos bosques y por qué hay que mantenerlas”, destacó Osorio.
Cada paso del proyecto, además, está siendo registrado para ser difundido como un documental por el presidente de la Sociedad Venezolana de Cine y de la Asociación Latinoamericana de Directores de Fotografía, Ricardo Matamoros.