AFP) – El ambiente electoral se respira en cada rincón de Caracas conforme se acercan las presidenciales del domingo en Venezuela: es casi imposible sentarse en una plaza y no oír una conversación sobre el tema o recorrer una avenida sin ver un puesto de campaña con la música a todo volumen.
Una caravana de varios cientos de motoristas con fotos del héroe de la independencia Simón Bolívar y camisetas rojas de apoyo al presidente Hugo Chávez, que se presenta a la reelección por tercera vez, recorre las principales calles de la ciudad.
Muchos peatones expresan sus preferencias electorales a su paso. Una mujer levanta el puño, un joven hace el signo de la victoria, pero una señora en su puesto de comida callejera muestra desaprobación inclinando su pulgar hacia abajo.
En el inicio del céntrico y peatonal Bulevar Sabana Grande hay un puesto de información del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) con un enorme Chávez hinchable.
Cruzando la calle, seguidores del candidato de la oposición, Henrique Capriles Radonski, reparten propaganda desde un templete de uno de la treintena de partidos que apoyan al exgobernador del estado Miranda, de 40 años.
María Magdalena, una funcionaria estatal, de 44 años, pasa y pide un afiche del candidato opositor. Ella vive en El Valle, un barrio de clase media baja donde predomina el chavismo.
“En mi zona he visto propaganda de Capriles, he visto gente que sale por Capriles, lo que no veía en las elecciones pasadas“, asegura a la AFP. “No se veía propaganda de la oposición, porque hay gente que tiene miedo de dar su opinión”, agrega.
Y es que la actividad proselitista de ambos candidatos, pese a algunas pocas zonas neutrales, se distribuye más o menos por barrios.
En los alrededores de la Plaza Bolívar, el centro de la ciudad, casi cada esquina está tomada por puestos de propaganda chavista. Pero en Las Mercedes, situada en el distrito de Baruta, donde Capriles fue alcalde de 2000 a 2008, una camioneta recorre la zona con el himno de campaña del aspirante opositor.
Unas jóvenes de apenas 20 años reparten propaganda en un semáforo junto al cual hay instalado un templete del partido Copei (derecha), que integra la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la variopinta alianza que apoya al contrincante de Chávez.
En el lugar, el diputado del estado de Miranda (norte), Michel Ferrandina, explica que “las circunstancias políticas de Venezuela cambiaron drásticamente y cambiaron de hace tres o cuatro meses para acá” porque, en efecto, este año han podido visitar zonas que antes tenían vetadas.
“Hay sectores populares donde la oposición venezolana no podía entrar. Hemos ido a Catia (oeste) y hemos entrado, antes nos sacaban a plomo”, explica.
En la plaza central de Catia, Wilma Rondón, una joven de 20 años, dice entre gritos, para hacerse escuchar por encima de la música de un puesto chavista instalado en el lugar, que en el barrio “se ve bastante tensión: hay personas que se ponen a pelear” por motivos políticos.
Sin embargo, se manifiesta emocionada por ir a votar en unas presidenciales por primera vez: “Por todos lados se ven las elecciones, en las camionetas, los taxis… todo el mundo está hablando de las elecciones”.
“Este ambiente está muy diferente al de otras elecciones. Todo el mundo va a votar, la jornada electoral promete bastante. Creo que no hay nadie que no sepa que las elecciones son el 7 de octubre, hasta los niños”, confirma Gabriel Noboa, un funcionario de 25 años.
En su opinión, las elecciones del domingo van a ser las más reñidas desde que Chávez, de 58 años, llegó al poder, lo que genera incertidumbre. “Si tú vas a un mercado, ves la tensión: todo el mundo comprando comida porque no sabe al final lo que sucederá”.
El hipermercado estatal Bicentenario está lleno de gente, pero los clientes afirman que es normal porque fue abierto recientemente y tiene los precios muy bajos.
“Yo estoy comprando mi mercado normal, pero yo no suelo comprar aquí, compro en los supermercados de mi barrio, pero ahora están ‘pelados’ (vacíos). Todo el mundo está comprando como loco y esperando algo“, explica, no obstante, Carlos Martínez, un mensajero de 45 años.
Por Pablo Pérez