La exdirectora del Instituto de Salud Pública (ISP) de Chile, Ingrid Heitmann, reveló a un medio de ese país que el dictador Augusto Pinochet tuvo en su poder armas químicas en cantidad suficiente para eliminar a miles de personas.
Indicó que en 2008 personal del ISP encontró dos cajas llenas de ampoyas de toxinas botulínicas en el sótano de esa institución, pero que ella ordenó su destrucción sin dar aviso a la justicia chilena.
Desde la recuperación de la democracia en Chile, varias misiones de la Policía Civil, ingresaron a las instalaciones de esa institución, buscando evidencias que confirmaran las sospechas de que el gobierno militar utilizó químicos para exterminar a sus enemigos políticos.
Heitmann, quien en los inicios de la dictadura fue detenida y torturada en dos ocasiones por militares, dijo que no pensó que las sustancias tóxicas que ordenó destruir "pudieran ser importantes para un proceso judicial".
Se refirió al caso del expresidente Eduardo Frei, cuya muerte es actualmente investigada por la justicia chilena, bajo la sospecha de haber sido envenenado por orden del gobierno de Augusto Pinochet. Señaló que cuando tomó la decisión de deshacerse de los químicos, aún no se sabía nada al respecto.
La doctora explicó que tras años de profunda tristeza, por lo vivido durante la peor época de la represión pinochetista, decidió someterse a un tratamiento sicológico y comenzó a olvidar paulatinamente los horrores vividos.
“Quizá por ello, cuando vi las toxinas, pensé ‘Otra más de los milicos’ y seguí hacia adelante”, argumentó.
Varios procesos por violaciones a los derechos humanos en Chile, recogieron testimonios y evidencias de que la dictadura utilizó la toxina botulínica, el gas sarín y el talio.
Actualmente, a parte de la investigación de la muerte del presidente Frei, la justicia busca aclarar las causas del fallecimiento del premio Nobel de Literatura Pablo Neruda, que también se sospecha fue a causa de un envenenamiento.
Indicó que en 2008 personal del ISP encontró dos cajas llenas de ampoyas de toxinas botulínicas en el sótano de esa institución, pero que ella ordenó su destrucción sin dar aviso a la justicia chilena.
Desde la recuperación de la democracia en Chile, varias misiones de la Policía Civil, ingresaron a las instalaciones de esa institución, buscando evidencias que confirmaran las sospechas de que el gobierno militar utilizó químicos para exterminar a sus enemigos políticos.
Heitmann, quien en los inicios de la dictadura fue detenida y torturada en dos ocasiones por militares, dijo que no pensó que las sustancias tóxicas que ordenó destruir "pudieran ser importantes para un proceso judicial".
Se refirió al caso del expresidente Eduardo Frei, cuya muerte es actualmente investigada por la justicia chilena, bajo la sospecha de haber sido envenenado por orden del gobierno de Augusto Pinochet. Señaló que cuando tomó la decisión de deshacerse de los químicos, aún no se sabía nada al respecto.
La doctora explicó que tras años de profunda tristeza, por lo vivido durante la peor época de la represión pinochetista, decidió someterse a un tratamiento sicológico y comenzó a olvidar paulatinamente los horrores vividos.
“Quizá por ello, cuando vi las toxinas, pensé ‘Otra más de los milicos’ y seguí hacia adelante”, argumentó.
Varios procesos por violaciones a los derechos humanos en Chile, recogieron testimonios y evidencias de que la dictadura utilizó la toxina botulínica, el gas sarín y el talio.
Actualmente, a parte de la investigación de la muerte del presidente Frei, la justicia busca aclarar las causas del fallecimiento del premio Nobel de Literatura Pablo Neruda, que también se sospecha fue a causa de un envenenamiento.
Los químicos hallados por el personal del ISP provenian de un laboratorio estatal de Brasil y habían permanecido escondidos durante 27 años. La capacidad letal de las toxinas botulínicas, llega a a tal extremo, que con sólo un 0,15 picogramos de esta sustancia (una billónesima parte de un gramo) se puede matar a un hombre de 70 kilos. efe