He perdido la cuenta del número de gente que me ha explicado cómo, tras apurarse para terminar todo en el trabajo en la recta final antes de irse de vacaciones, cayeron enfermos con un asqueroso resfriado justo cuando empezaron el periodo de descanso.
Esto no sucede sólo en invierno: vacaciones de verano, viajes a la playa y pequeñas escapadas pueden arruinarse por un bajón de salud debido a un exceso de trabajo.
Existe incluso un nombre para esta aflicción: enfermedad del ocio.
Ad Vingerhoets, el psicólogo holandés que inventó el nombre, concede que el diagnóstico todavía no está establecido en la literatura médica.
Sin embargo, la idea de que mucha gente se enferma en cuando empieza unas vacaciones es algo que muchas personas reconocen en su propia experiencia.
¿Qué hay de válido en ella?
No se ha hecho ningún gran estudio sistemático para averiguar si es más probable que la gente enferme cuando está de vacaciones que en su rutina diaria.
Pero para intentar obtener datos sobre esto, Vingerhoets le preguntó a más de 1.800 personas si pensaban que sufrían la enfermedad del ocio.
Apenas poco más del 3% respondieron que sí.
Considerando lo común que es que nos sintamos estresados y trabajemos horas extra antes de unas vacaciones, estos resultados sugieren que enfermar al empezar unas vacaciones no es lo normal, e incluso que es algo muy poco frecuente.
Pero un pequeño porcentaje de gente está convencida de haberlo experimentado. ¿Hay una explicación psicológica?
Hormonas
Casi la mitad de los participantes en el estudio de Vingerhoets lo achacaron al periodo de transición entre el trabajo y las vacaciones. Hay varias teorías que podrían explicar esto.
La primera dice que cuando por fin tenemos la oportunidad de relajarnos, las hormonas del estrés que nos ayudan a cumplir con las fechas límite en el trabajo se descompensan y nos dejan expuestos a las infecciones.
La adrenalina nos ayuda a lidiar con el estrés y también refuerza el sistema inmunitario para ayudarnos a luchar contra las infecciones y mantenernos sanos.
El cortisol también nos ayuda con el estrés, pero tiene un coste para el sistema inmunitario.
Todo esto suena plausible, sobre todo si la transición del estrés a la relajación es rápida, pero no hay suficientes investigaciones para confirmar esta hipótesis.
Podría ser que la gente ya estuviera enferma antes, que estuviera tan ocupada y centrada en luchar para llegar a las vacaciones que simplemente no se daba cuenta de que se estaba enfermando hasta que se relajó.
Es evidente que nuestra forma de evaluar los síntomas depende de qué estamos haciendo en cada momento.
El psicólogo James Pennebaker concluyó que cuanto más aburridos estamos, peores son nuestros síntomas.
Pennebaker puso a un grupo de estudiantes a calificar una película cada 30 segundos y decir lo interesante que les parecía.
Luego le enseñó la misma película a otro grupo de estudiantes y monitoreó con qué frecuencia tosieron.
Cuanto más interesante se ponía una escena, menos tosían los estudiantes. En las partes aburridas, eran más conscientes de la irritación de sus gargantas y tosían más.
Esto puede interesar a los músicos que están hartos de las toses del público.
Dicho esto, aunque sea verdad que notamos más los dolores cuanto más alejados estamos de nuestros puestos de trabajo, notaremos un fuerte dolor de cabeza o una nariz moqueando por muy duro que trabajemos.
Otras explicaciones
Una posibilidad muy distinta es que no sea el estrés laboral lo que nos haga enfermar, sino las propias vacaciones.
Viajar siempre cansa, sobre todo si se hace en avión, y cuanto más largo sea el vuelo más posibilidades hay de atrapar un virus.
El estadounidense medio sufre 2,5 resfriados al año. En base a esto, los investigadores calcularon que la probabilidad de atrapar un virus en un vuelo es de un 1% para un adulto.
Pero cuando se le preguntó a varios pacientes una semana después de volar desde San Francisco a Denver, el 20% de ellos había desarrollado un resfriado.
Si esta tasa infecciosa se mantuviera durante todo un año, cada persona sufriría más de 56 resfriados.
Con frecuencia se responsabiliza al aire reciclado de los aviones, pero no fue así en este estudio.
Los investigadores culparon a dos factores de la elevada tasa de resfriados: estar sentado en un espacio cerrado, más cerca de lo normal de los gérmenes de otras personas, y la humedad.
El aire seco de los aviones podría provocar que la mucosa que atrapa los virus y las bacterias en nuestras narices se vuelva demasiado gruesa, por lo que los finos pelos no pueden dejarlos pasar por nuestra garganta para que sean destruidos en el estómago.
Vingerhoets está abierto a otras explicaciones de por qué la gente enferma en las vacaciones.
Incluso hay quien sugiere que si no te gustan unas vacaciones, enfermar te libra de ellas.
La falta de investigación en esta área hace imposible elegir una explicación, e incluso podría ser que la causa resida en una combinación de todos estos factores.
La buena noticia es que enfermarse en vacaciones es menos frecuente de lo que podríamos pensar.
Además, a medida que crecemos nuestros sistemas inmunitarios tienen más tiempo para desarrollar anticuerpos, y sufrimos cada vez menos resfriados, estemos o no de vacaciones.
Algo bueno de hacernos mayores.
Por: Claudia Hammond / BBC