La campaña de la OTAN en nombre de la ONU, extendida por la Alianza para desalojar del poder a Muamar el Gadafi, amenaza con entrar en una guerra de propaganda ante la opinión pública después de que ayer el régimen libio acusara a la Alianza, por segundo día consecutivo, de una nueva mortandad de 15 civiles. La OTAN reconoció haber atacado un importante centro de mando y control, lo que le eximía de hablar de error por más que lamentara cualquier pérdida de vida producida. La Liga Árabe, el más preciado aliado político de la Alianza, condenó con dureza los bombardeos sobre civiles, y España, que va a extender indefinidamente su misión en Libia, manifestó seriamente que tales siniestros no deben volver a ocurrir.
El Gobierno libio acusó a la OTAN de haber matado a 15 personas, incluidos tres niños, en el bombardeo de la propiedad de un histórico compañero de Gadafi en Sorman, a unos 70 kilómetros al oeste de Trípoli. Para el régimen se trató de un "acto terrorista y cobarde que no puede ser justificado". Periodistas independientes desplazados a la zona dieron cuenta de la destrucción de los inmuebles en un rico predio de Juildi Hemidi, un veterano del golpe de Estado de 1969 que derrocó a la monarquía libia. Los testigos vieron una cabeza separada de su cuerpo. Un periodista de la BBC vio los restos de un niño.
La OTAN negó por la mañana haber operado en la zona, pero a media tarde reconoció que había desarrollado en la madrugada "una operación de precisión" en la zona de Zauiya, la misma en que se encuentra Sorman. "La instalación que fue atacada fue identificada como un nodo de comando y control mediante un riguroso análisis basado en una labor de constante vigilancia y reconocimiento durante un prolongado periodo de tiempo", señaló la Alianza en un comunicado. Una fuente aliada dijo estar al tanto de las alegaciones sobre bajas civiles. "Puede parecer una residencia, pero si es un centro de mando y control es un objetivo militar", señaló.
El día anterior la Alianza se había excusado y lamentado las bajas civiles (nueve muertos, según Trípoli) causadas en otra intervención en la que aparentemente "el proyectil no alcanzó el objetivo buscado". Lo atacado fueron unos inmuebles en un barrio de Trípoli.
Antes de la admisión por parte de la Alianza del segundo bombardeo, pero con las acusaciones del régimen bien presentes, la Liga Árabe condenó con firmeza ataques que suponen bajas civiles. En Madrid, y también antes de que la OTAN reconociera su ataque, la ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, manifestó su incomodidad con el incidente. "Esperamos que no vuelva a producirse una situación como la que hemos vivido", dijo. Escasas horas después se confirmaron los peores presagios.
Porque lo que más teme la OTAN en esta hora en que la Operación Protector Unificado parece avanzar sin capacidad de conseguir el objetivo marcado (provocar la caída de Gadafi) y sin plan claro de salida es que comiencen a apilarse errores que, recogidos por la opinión pública árabe y occidental, se vuelvan como un bumerán contra la intervención.
"En el mundo árabe Gadafi no es muy popular, pero a la opinión pública no le gusta nuestra intervención y la Liga Árabe nos ha advertido de ello", revela una alta fuente europea. El apoyo de la Liga Árabe y la intervención en distintos grados de diversos países musulmanes (Catar, Emiratos Árabes Unidos, Jordania y Marruecos) es aireado constantemente por los responsables aliados como uno de los grandes activos de Protector Unificado. Su enajenación daría un tremendo golpe a todo el empeño, ya cuestionado en Estados Unidos y del que empiezan a tomar distancia otros países, como Noruega.
RICARDO MARTÍNEZ DE RITUERTO