El próximo marzo, Fe y Alegría cumplirá 60 años de incansable actividad. La iniciativa que el sacerdote jesuita José María Vélaz emprendiera a comienzos de 1955, la de educar a niños que entonces habitaban en los barrios de Caracas, se ha convertido en un establecimiento multinacional, que opera con dedicación y a pesar de las frecuentes dificultades, en 20 países distribuidos en tres continentes. Si un valor hay que destacar cada vez que se piensa en Fe y Alegría, ese es el de la persistencia.
La proyección de Fe y Alegría es nuestro país está cargada de significado. Habla de una cuestión ahora mismo fundamental en Venezuela: el modo en que la educación puede ser factor constitutivo de la convivencia, el progreso familiar y de las comunidades, todo ello enmarcado en un esfuerzo que vaya más allá de lo más inmediato.
La organización ha crecido a lo largo de 60 años, pero el análisis de ese crecimiento revela a una institución con un profundo sentido de realidad. Más que reproducir un mismo modelo educativo aquí y allá, Fe y Alegría ha mostrado una admirable capacidad para adaptarse a las más diversas necesidades educativas de la sociedad venezolana.
Solo en nuestro país, al día de hoy, la red de Fe y Alegría suma 170 escuelas que, a partir del preescolar, se proyecta hacia la educación básica y media de carácter técnico; 5 institutos universitarios ubicados en Guanarito, Barquisimeto, Maracaibo y Caracas; 24 emisoras de radio consagradas a difundir contenidos educativos; 91 centros de capacitación laboral, extraordinaria iniciativa dirigida a los jóvenes no escolarizados; un Centro de Profesionalización Fe y Alegría especializado en el fortalecimiento de las prácticas de los propios docentes; y muchos otros proyectos, despachos e iniciativas cuya enumeración y descripción requeriría de un espacio que sobrepasa los límites de este editorial.
Si Fe y Alegría ha alcanzado una inserción incomparable en el seno de la sociedad venezolana, ello es resultado de la combinación y cruce de numerosas variables. Pero del conjunto, hay un factor que en la Venezuela de hoy, tiene que llamar a la reflexión de instituciones y personas: la disposición al diálogo que esta asociación civil sin fines de lucro ha mantenido con las comunidades, con el sector gubernamental en todos sus niveles, con otras organizaciones educativas y con el sector productivo.
Hay una dolorosa paradoja en la historia de Fe y Alegría: que con el paso del tiempo, su oferta es cada vez más necesaria. El empobrecimiento de grandes masas de venezolanos; la precarización educativa y cultural; el desapego cada vez más evidente por las formas más elementales de la convivencia; la multiplicación de los formatos y los indicadores de la violencia, todo ello nos conduce a concluir que Fe y Alegría es una institución cada vez más necesaria.