El Papa Francisco elogió hoy el papel de las Naciones Unidas y reafirmó la importancia que la Iglesia Católica le concede y las esperanzas que pone en sus actividades.
El Jefe del Estado Vaticano fue acogido calurosamente por el plenario de la Asamblea General y en sus palabras, en estos días que la Organización celebra su 70 aniversario, destacó los éxitos por ella obtenidos.
Entre ellos mencionó la codificación del derecho internacional, el perfeccionamiento del derecho humanitario, la solución de muchos conflictos y las operaciones de paz y reconciliación.
Sin embargo, manifestó que todas esas realizaciones contrastan con el desorden causado por las ambiciones descontroladas y por los egoísmos colectivos.
"Es cierto que aún son muchos los graves problemas no resueltos, pero es evidente que, si hubiera faltado toda esta actividad internacional, la humanidad podría no haber sobrevivido al uso descontrolado de sus propias potencialidades".
En su alocución, el papa hizo alusión a la reforma de la ONU y a la necesidad de que se adapte a los tiempos para que avance hacia el objetivo de conceder a todos los países, sin excepción, una participación y una incidencia real y equitativa en las decisiones.
"Dar a cada uno lo suyo, siguiendo la definición clásica de justicia, significa que ningún individuo o grupo humano se puede considerar omnipotente, autorizado a pasar por encima de la dignidad y de los derechos de las otras personas singulares o de sus agrupaciones sociales".
El Papa señaló que el panorama mundial contemporáneo presenta, muchos falsos derechos, y –a la vez– grandes sectores indefensos, víctimas de un mal ejercicio del poder.
El Obispo de Roma, por otro lado, pugnó por la protección del medio ambiente y expresó sus esperanzas de que la conferencia sobre el cambio climático en Paris concluya con resultados satisfactorios.
La amenaza nuclear también ocupó un importante papel en su alocución y afirmó que la existencia de esas armas contrastaba con el espíritu de la Carta de la ONU.
"Una ética y un derecho basados en la amenaza de destrucción mutua –y posiblemente de toda la humanidad– son contradictorios y constituyen un fraude a toda la construcción de las Naciones Unidas, que pasarían a ser «Naciones unidas por el miedo y la desconfianza». Hay que empeñarse por un mundo sin armas nucleares".
El Papa subrayó que la casa común de todos los hombres debe continuar levantándose sobre una recta comprensión de la fraternidad universal y sobre el respeto de la sacralidad de cada vida humana y de la naturaleza.