El escándalo de las trampas de Volkswagen es otro desastre para Europa.
VW es líder mundial de fabricantes de automóviles. Manipuló más de 11 millones de coches, las ventas de dos años largos. Las pérdidas (iniciales) son de 6.500 millones de euros. Afectará a todas sus filiales (Audi, Skoda y Seat), y a sus fábricas, también españolas. Quizá triture a sus proveedores, también españoles. Es un batacazo al sector de la automoción (uno de cada siete empleos en Alemania). Y para el prestigio del Made in Germany y las exportaciones, catapulta del crecimiento alemán. Por extensión, pues Germany es su locomotora, de Europa entera. ¿Quién da más?
Yacen, entre las ruinas de la imagen de esta compañía que fue emporio de inteligencia, dos alivios. Uno es la dimisión de su presidente: pudo ser más diligente, pero en términos españoles, reaccionó como un cohete.
El otro es viperino: el monto (inicial) de las pérdidas de capitalización —riqueza de los accionistas, respaldo para la actividad— es tan brutal (26.500 millones en la mañana del miércoles) que achica toda comparación. Incluso la de la trampa que el conservador Kostís Karamanlis, hijo, hizo en 2009 manipulando las cifras del déficit público griego, 10 puntos sobre el PIB de engaño, cerca de 20.000 millones.
Pero esos son magros y raquíticos consuelos. Esta crisis del gigante industrial es un capítulo fatal en la secuencia de otras. Sobre todo, la financiera. Que supuso el rescate público y nacionalización del privado Commerzbank en 2008-2009, por una cuantía similar a la de Bankia. Que desnudó los manejos de la primera entidad europea, el privado Deutsche Bank, con las hipotecas basura en EE UU, y los distintos escándalos de manipulación del mercado monetario. Que echó mano del Tesoro para tapar los agujeros de varios Landesbank (bancos regionales de las cajas de ahorros), por importe de otra Bankia, y van...Si toda derrota nos obliga a ser más humildes, toca miércoles de ceniza para el centro fabril de Wolfsburg, para el supremacismo alemán, para la ceguera de algunos neonacionalistas del hegemóneuropeo.
Peor diagnóstico conlleva el largo plazo. VW era, como Siemens, las químicas o las ingenierías, símbolo feraz del capitalismo renano,aquel paraíso del sistema de rostro humano enfrentado alcapitalismo anglosajón.
El Rin, como en cierta forma Austria, Francia o Japón, otorgaba un fuerte papel al sector público, frente al imperio indiscutido del privado entre sus rivales; se financiaba en una banca sólida y no en la volátil especulación de los mercados; se abría a la cogestión obrera frente a la ajenidad de los trabajadores; admitía reglas, superando la arbitrista desregulación; mantenía espíritu de empresa y responsabilidad corporativa frente a la mera lógica del dividendo y la pura creación de valor, más o menos efímero, para el accionista.
La industria, que tanto necesitamos —vertebradora de una economía diversificada, creadora de empleo estable—, era el paladín del capitalismo renano, el contrapunto de las enloquecidas finanzas atlánticas. Por eso muchos acumulan rabia y llevan hoy luto por el desvarío cometido en das Auto.EL PAIS