AFP) - El presidente estadounidense, Barack Obama, lucha para liberarse de la controversia en torno a su reforma sanitaria, mientras sus adversarios lo acusan de haber mentido sobre la aplicación de esta pieza clave de su gestión social.
Justo un año después de su reelección, Obama se halla a la defensiva y su nivel de popularidad actual es el más bajo desde 2009 (alrededor de 40%, según varios sondeos), mientras la implementación de la parte medular de la reforma comenzó de manera caótica.
El portal en Internet instrumentado por el gobierno para que los estadounidenses que hasta ahora no gozaban de cobertura sanitaria privada pudieran hacerlo se estrenó de muy mala manera, a inicios de octubre, lo que obligó a la administración de Obama a relanzarlo, bajo las críticas e ironías de sus adversarios republicanos.
Pero estos últimos intentaron capitalizar sobre todo un efecto secundario de la reforma conocido en los últimos días: algunas compañías de seguros que dominan el mercado de la salud rescindieron contratos unilateralmente, forzando a numerosos estadounidenses a cambiar de cobertura, lo que conllevó un aumento de las primas pagadas por muchos de ellos.
Este fenómeno contradice una promesa reiterada por Obama a lo largo de los años desde que comenzó a bregar por esta reforma, adoptada a fórceps en 2010 y ratificada por la Corte Suprema en 2012: “si la cobertura de que gozan actualmente les es satisfactoria, podrán conservarla”.
Obama intentó el lunes superar la controversia explicando, algo tardíamente, que lo que había “querido decir” es que los ciudadanos podrían conservar tal cual los seguros que hubieran contraído antes de la reforma, si no cambiaron después de que la ley fue adoptada.
“Crisis de confianza”
La bancada republicana en el Congreso, que a mediados de octubre se vio obligada a reconocer la victoria de Obama en la batalla presupuestaria desatada por el rechazo de la oposición a la reforma sanitaria, no perdió la ocasión que se le brindaba de contraatacar.
“El presidente ya tiene un premio Nobel de la Paz, creo que ahora apunta a ganar el de la ficción”, comentó el representante republicano Trey Gowdy en Fox News.
La senadora demócrata Barbara Mikulski admitió la existencia de una “crisis de confianza” en relación a la reforma, entre “las deficiencias del sitio de Internet, la rescisión de las coberturas (por las aseguradoras) y el alza de precios que debieron soportar algunos”.
Jack Pitney, profesor de ciencias políticas en la universidad de Claremont McKenna (California, oeste), piensa que estas dificultades afectarán a Obama. “No va a ser mortal, su presidencia no estará condenada, pero esto tendrá un efecto duradero”, dijo.
Exdirigente del Partido Republicano, Pitney compara lo que le sucede actualmente a Obama con lo que le sucedió a George Bush padre cuando durante su campaña electoral de 1988 prometió que no crearía nuevos impuestos, y debió hacerlo una vez que accedió al poder.
La Casa Blanca asegura por su lado que los reveses actuales no serán más que un mal recuerdo cuando los estadounidenses aprecien los beneficios que les acarreará la reforma sanitaria, que apunta a dar cobertura a unos 30 millones de personas que hasta ahora carecían de protección.
“La reforma producirá muchos más ganadores que perdedores”, señaló el senador demócrata Christopher Murphy.
Decidido a evitar que esta polémica termine por inundar su segundo mandato, Obama adoptó una estrategia ofensiva, y prometió que lanzará “una última campaña” política para defender su reforma, una ofensiva que se inicia este miércoles en Dallas (Texas, sur).
También se decidió a tomar la iniciativa en otros frentes, como la reforma migratoria, empantanada en el Congreso. El martes el presidente convocó a numerosos empresarios a la Casa Blanca para discutir al respecto.
El viernes, el mandatario estará en Nueva Orleans (Luisiana, sur), para hablar de economía. Según el Wall Street Journal, Obama relanzaría su idea de aumentar el salario mínimo, que ya enunciara durante su discurso sobre el estado de la Unión, a comienzos de año.