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miércoles, 6 de noviembre de 2013

Nueva York: se va un magnate y llega un alcalde cercano a los pobres

Después de veinte años bajo el signo de los republicanos, la multiétnica Nueva York regresó a manos de los demócratas. A pesar de la buena imagen que dejó entre sus ciudadanos el hiperactivo multimillonario Michael Bloomberg, la expectativa de renovación de los votantes zanjó la discusión por la Alcaldía de la ciudad a favor del progresista Bill de Blasio, que superó a su rival, el republicano Joe Lhota, según las boca de urna. Graduado en Relaciones Internacionales y delfín de Hillary Clinton, De Blasio prometió durante la campaña que extenderá planes de asistencia y vivienda y les aumentará los impuestos a los que más ganan.
La última década la ciudad estuvo bajo el mando férreo de Bloomberg, dueño de la agencia de noticias económicas que lleva su apellido. Entre sus éxitos se destacaban la reducción de la inseguridad y una enorme renovación inmobiliaria. Pero el dato político clave que definió su mandato fue el atentado del 11–S, el legado más dramático que le dejó por resolver su antecesor Rudolph Giuliani. Bloomberg tomó una ciudad sensibilizada por el horror y, según repiten sus defensores, le devolvió el optimismo.
En esa ciudad reconstruida aparece ahora Bill de Blasio (52). Admirador de la cultura latinoamericana y de sesgo izquierdista, impactó en esa sociedad con un fuerte discurso social. Primero, en septiembre, le dio un aviso a sus colegas del partido ganando unas elecciones primarias que había arrancado en un lejano cuarto puesto.
Con ese envión siguió su cabalgata a la alcaldía.
Salió de Manhattan y visitó los barrios. El recorrido del lunes de De Blasio se sentía por momentos como una vuelta olímpica, mientras se movía de Brooklyn al Bronx y Queens, prometiendo recordar a los neoyorquinos que se sienten olvidados por lo que perciben como las políticas centradas en las zonas acomodadas de la ciudad durante los tres mandatos del alcalde Bloomberg.
Habló perfecto castellano frente a los latinos, prometió 200.000 viviendas a los sin techo y hospitales en la periferia. Tuvo un discurso para cada uno. Resuelto gran parte del problema de la seguridad, los neoyorquinos esperan inversiones y obras públicas y por eso fueron muy permeables a su discurso. Ante esa realidad, su rival Lhota no pudo nunca rebelarse del rol de partenaire.
Casado con una afroamericana ex lesbiana seis años mayor que él y padre de dos hijos adolescentes, De Blasio se presenta como padre de una familia moderna y en las antípodas del actual alcalde.
De Blasio c onvirtió a las desigualdades en su gran caballito de batalla.
Si bien es una de las ciudades con más multimillonarios en el mundo, el 21% de la población de Nueva York vive bajo el umbral de la pobreza (con 30.944 dólares anuales para una familia de cuatro, según el índice de la alcaldía).
“Creo que la gente de esta ciudad sabe que muchos neoyorquinos luchan para tratar de llegar a fin de mes. Necesitamos hacer un cambio progresista muy serio y alejarnos de las políticas de la era Bloomberg”, dijo ayer De Blasio tras votar en Brooklyn acompañado de su mujer Chirlane y sus hijos Dante (16 años) y Chiara (18).
Nueva York, la ciudad más grande de EE.UU. con 8,3 millones de habitantes, es de aplastante mayoría demócrata y tiene una población con el 33,3% de blancos, 25,5% negros, 28,6% hispanos y 12,7% asiáticos. Sin embargo, en los últimos veinte años fue gobernada por el republicano Rudolph Giuliani (1994–2001) y Bloomberg (2002–2013), un republicano ubicado lejos de la ortodoxia de su partido.
“Voté a De Blasio.
Se ve que va a ayudar más a los hispanos y a los negros. Esperemos que cumpla lo que promete”, dijo a la agencia AFP Pedro Luis Seda, de 60 años y origen portorriqueño, en la puerta de una escuela del Bronx. “Soy republicano pero Lhota no me inspira. Encuentro que De Blasio tiene mejores ideas, es bueno para mi familia”, agregó este hombre casado y padre de cinco hijos que dijo admira a Bloomberg.
Las elecciones parciales de ayer en Estados Unidos, particularmente las realizadas en los estados de Virginia y Nueva Jersey, muestran el estado de fuerzas dentro del Partido Republicano (ver pág. 26) y marcan el futuro inmediato de la política norteamericana. Aunque faltan todavía tres años para la elección de un nuevo mandatario, las elecciones se realizaron marcadas por el deseo de la población de encontrar finalmente un cambio que saque al país de esta sensación de eterna crisis en la que está sumergido.
AGENCIAS