El cuerpo de un hombre decapitado encontrado en un alejado suburbio caraqueño, y horas después su cabeza en otro sector a 30 km de distancia, marcaron los últimos hallazgos realizados por la policía venezolana que lidia con una de las mayores estadísticas de homicidios del mundo.
En solo dos meses, en distintos puntos de Venezuela han sido encontradas manos, cabezas, piernas y torsos que se comprobó pertenecían a seis personas diferentes, lo que reavivó el espanto en una sociedad que parecía anestesiada frente a la masacre de 70 homicidios diarios según cifras de organizaciones no gubernamentales.
La saña creciente no se limita a descuartizamientos, y muchos otros homicidios macabros también acaparan la crónica roja local: mujeres apuñaladas por sus parejas, un hombre asesinado a golpes, otro de un balazo en la cara mientras cargaba a su bebé o un hijo que degolló a sus padres.
Para el experto en temas de narcotráfico y catedrático de la Universidad neoyorquina de Columbia, Edgardo Buscaglia, el Estado ha sido “paralizado en su capacidad de enfrentar a redes criminales como las que operan en el país (…) y los delincuentes cometen mucho más daño”. Asegura que esa “debilidad del Estado” ha generado que “haya grupos criminales colombianos, mexicanos, guatemaltecos, operando en Venezuela”.
El ministro de Justicia, Miguel Rodríguez, manifestó ante la prensa su “preocupación” por la crueldad de los crímenes y precisó que “se está ‘colombianizando’ la actuación de las bandas delincuenciales”.
Rodríguez develó que en distintos operativos policiales entre mayo de 2013 y agosto de 2014, habían sido capturados casi 13.000 delincuentes e informó que se desbarataron 255 bandas. Pero, advirtió, aún “quedan 92 bandas (…) de alta peligrosidad” libres, por la calle.
Drogas, pasión y más
A Yesenia Mujica, universitaria de 22 años, la asesinaron en julio y aún no hay detenidos. La descuartizaron y lanzaron sus restos a un basurero del centro de Caracas. Allí la hallaron unos indigentes.
El criminólogo Fermín Mármol García dijo que el descuartizamiento de un cuerpo, frecuente en países como México, se explica en problemas de droga o por crímenes pasionales.
En Venezuela, estas prácticas fueron “excepcionales” en el pasado, pero ahora se han vuelto frecuentes, asegura, y aparecen dos nuevas teorías.
La primera, el traspaso de la cultura carcelaria a las calles, cuyas reglas internas impuestas por los pranes (líderes dentro de los penales) y su entorno condenan a muerte y en ocasiones al descuartizamiento de aquellos reclusos que violen las normas.
La segunda, la conformación de nuevas bandas criminales juveniles que pretenden demostrar con la saña que imprimen a sus delitos lo “atroces y sanguinarios” que son.
Sin embargo, para el ministro Rodríguez tres de cada cuatro homicidios se explican en enfrentamientos de bandas y el móvil de tres de los seis descuartizados fue el pasional.
Paralelamente, se han multiplicado los sitios de liberación de personas asesinadas en Caracas. “La delincuencia se siente confiada, siente que las posibilidades de ser detenidos por autoridades con un cuerpo en el carro son muy bajas”, explicó Mármol.
Planes vs. impunidad
En este país petrolero, la tasa de homicidios oscila entre 39 y 79 por cada 100.000 habitantes, según cifras oficiales o de las ONG, respectivamente.
“Tenemos una sociedad con mucha más violencia que se agrava por la ausencia de una respuesta del Estado ante esta situación, la inmensa impunidad -de 95%- y la notable conciencia que tienen los delincuentes de que no les va a ocurrir nada”, explica el director de la ONG Observatorio Venezolano de Violencia, Roberto Briceño León.
En cinco meses, el gobierno del presidente Nicolás Maduro ha presentado un plan de patrullaje en los municipios más violentos y una misión para impulsar la salida de los delincuentes del mundo criminal a la luz de las protestas callejeras que reclamaban, entre otras cosas, mayor seguridad.
Pero las políticas parecen dar pocos resultados y el venezolano, acostumbrado a escuchar historias cada vez más horripilantes, mezcla de miedo y precaución, ha declarado un toque de queda simbólico en la noche, decidió no exhibir prendas costosas, nunca se detiene en los semáforos en rojo después de la medianoche y tampoco responde llamadas al celular en un sitio público.
“Lo que uno encuentra es que un grupo de la sociedad se ha ido enfermando en el comportamiento sádico y otro grupo se ha ido enfermando de miedo, ha perdido su libertad”, concluyó Briceño.
Globovisiòn