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miércoles, 29 de junio de 2011

Aubry promete la unión de la izquierda

En su feudo de Lille, donde es alcaldesa desde 2001, Martine Aubry, de 60 años, primera secretaria del Partido Socialista francés (PS), dio ayer el paso adelante y anunció que se presentará a las primarias de su partido con la intención de convertirse en la candidata de la izquierda que se enfrente a Nicolas Sarkozy en las elecciones presidenciales de 2012.

Situada en el centro de su formación -un partido de natural convulso, con múltiples tendencias diferenciadas ideológicamente- y con buenas relaciones con ciertos dirigentes ecologistas, Aubry recordó en su discurso que pretende ser la candidata de la "unión de la izquierda en Francia", condición indispensable para vencer el año que viene. Y, con una sonrisa algo tímida, finalizó su discurso con una frase determinante: "Adquiero hoy ante vosotros el compromiso de la victoria en 2012".

Durante las últimas semanas, todo eran especulaciones en el mundillo político francés sobre si Aubry se decidiría al final y disputaría el liderazgo socialista a los ya candidatos François Hollande y Ségolène Royal. La prensa francesa titulaba siempre con la misma cantilena: "¿Pero de verdad Aubry tiene ganas?". Y muchos recordaban que su padre, el conocido político francés Jacques Delors, exministro de Economía durante muchos años y brillante expresidente de la Comisión Europea, renunció en 1995 a presentarse como candidata socialista en lo que muchos le reprocharon entonces como una suerte de deserción a los suyos.

Al final, la hija ha dado el paso que no dio el padre, y Aubry, que fue ministra con 41 años y número dos del Gobierno de Lionel Jospin en 1997, encargada de las áreas de Empleo y Solidaridad, se embarca en estas primarias de resultado incierto, que se resolverán en octubre y en las que podrán votar, por primera vez en la historia del Partido Socialista francés, no solo los militantes, sino también los que aseguren simpatizar con la izquierda, siempre que abonen un euro.

El ex primer ministro Laurent Fabius, que acierta muchas veces con la frase del día, minimizó la crítica de su falta de decisión y de deseo de embarcarse: "Eso de tener o no tener ganas es para comer chocolate, no para esto". Con todo, Aubry deberá, si quiere salir victoriosa del envite, sacudirse pronto el estigma de candidato algo reticente que arrastra desde que hace unos meses, en Marraquech, llegara a un pacto de no agresión con Dominique Strauss-Kahn, por entonces el político socialista más mimado por todo tipo de sondeo. Decidieron no presentarse el uno contra el otro. De ahí que todos pensaran -hasta la detención en Nueva York de DSK, acusado de intento de violación- que Aubry renunciaría a la batalla y quedaría en segunda fila, tras la figura del ex director general del Fondo Monetario Internacional (FMI). Pero la desaparición fulminante de la escena política de Strauss-Kahn lo ha cambiado todo.

En su discurso de ayer, una alocución solemne, breve y televisada, Aubry dibujó un panorama sombrío de la Francia de Sarkozy, al que describió como un poder "que lo toca todo y que no arregla nada (...), que confunde energía con agitación y que ha gobernado, aplicando ciertas recetas liberales, para los privilegiados". Y añadió: "No podemos seguir pidiendo a los que ya han dado todo y no reclamar a los que tienen mucho".

Seria, firme, de carácter autoritario pero capaz de llorar en ciertas y definitivas reuniones de partido (la última vez, en París, dos días después de la detención de DSK), alérgica a la prensa del corazón y a airear su vida privada, Aubry es una enamorada del trabajo. Eficiente, constante, avanza paso a paso hasta que alcanza su objetivo: ha impuesto su tempo a todos aquellos que le pedían que adelantase su decisión a fin de cortocircuitar las especulaciones envenenadas.

En noviembre de 2008 se hizo con las riendas de un partido derrotado, deshecho y fracturado casi por la mitad, tras su enfrentamiento con Ségolène Royal. Ahora renunciará al puesto para consagrarse a las primarias. Lo devuelve tras dos elecciones menores ganadas (las europeas y las regionales) y sin grandes traumas internos. La apoyan pesos pesados del partido anclados a la izquierda de la formación y a la derecha. Ella presume de su privilegiada situación en el centro de la balanza.

La derecha, empezando por Sarkozy, le reprocha pertenecer a la escuela de un socialismo periclitado. "Es la dama de las 35 horas semanales", repiten constantemente los diputados de la UMP, recordando una de las medidas estrella de la exministra de Empleo de Jospin, ejemplo, para los sarkozistas, de propuesta errada y antigua.

Arranca en su particular carrera electoral por detrás de François Hollande, anterior primer secretario del PS, favorito en los sondeos, pero por delante de la tercera en discordia, Ségolène Royal. Goza, en todo caso, de una ventaja importante: los otros dos llevan varias semanas de campaña, convertidos ya en candidatos a ser candidatos. Ella empieza ahora.

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