La atención y el cuidado domiciliario de ancianos se ha convertido en una salida laboral para un grupo de transexuales argentinos que participa en un programa de formación que aspira a ayudar a este colectivo a encontrar empleo y salir de la prostitución.
Esta experiencia piloto del ministerio de Desarrollo Social ha permitido que alrededor de una veintena de transexuales, como Mariel, Itiel, Penélope y Martín, hallen una oportunidad laboral.
"Encontrar trabajo es una odisea. La única manera de obtenerlo es con gente conocida, por recomendación", y aún así es complicado: "Yo tengo un amigo con un negocio de ropa y me dice de mil amores te pondría de vendedora en mi negocio, pero seguramente perdería clientela", apunta a Efe Mariel, de 37 años.
"Las chicas trans que sufrimos la exclusión del campo laboral, inevitablemente terminamos en la prostitución", lamenta.
Como el resto de los compañeros de este curso de formación, Mariel recibe clases teóricas durante cinco meses en la facultad de psicología de la Universidad de Buenos Aires y completa el programa con un período de prácticas de otros cinco meses.
El trabajo con ancianos requiere de una especial preparación para vencer posibles prejuicios, pero "si te acercas confiada y segura de quién sos vos y de lo que vas a brindarle al anciano, puedes eliminar las barreras", explica Itiel, de 27 años.
Para Ricardo Iacub, doctor en Psicología e impulsor del proyecto, esta formación contribuye a combatir la cerrazón de toda la sociedad, aunque no son cambios fáciles.
"La realidad hay que trabajarla con insistencia y ofrecimiento de algo nuevo para que el cambio se produzca", apunta.
Iacub sostiene que esta experiencia abre posibilidades como que los alumnos se conviertan en cuidadores de ancianos que a su vez sean homosexuales o trans, ya que "también hay discriminación en los geriátricos".
Además, enfrenta a los estudiantes a la cuestión de su propia vejez, un tema que pocos se plantean dentro de un colectivo en el que la esperanza de vida ronda los 50 años.
"En la otra vida -trabajando de escort (prostituta de lujo)- conozco a muchas chicas que no llegan a viejas, y lo que aprendí me sirvió para imaginarme vieja y querer llegar a vieja lo mejor posible", reconoce Itiel.
Ahora, coinciden alumnos y promotores de la experiencia, es necesario respaldar todo este esfuerzo con la Ley de Identidad de Género, pendiente de aprobación en el Congreso, para impulsar la inclusión social del colectivo, reconocer su derecho a cambiar la identificación en documentos oficiales y a acceder a la operación de reasignación de sexo sin autorización judicial.
Esta experiencia piloto del ministerio de Desarrollo Social ha permitido que alrededor de una veintena de transexuales, como Mariel, Itiel, Penélope y Martín, hallen una oportunidad laboral.
"Encontrar trabajo es una odisea. La única manera de obtenerlo es con gente conocida, por recomendación", y aún así es complicado: "Yo tengo un amigo con un negocio de ropa y me dice de mil amores te pondría de vendedora en mi negocio, pero seguramente perdería clientela", apunta a Efe Mariel, de 37 años.
"Las chicas trans que sufrimos la exclusión del campo laboral, inevitablemente terminamos en la prostitución", lamenta.
Como el resto de los compañeros de este curso de formación, Mariel recibe clases teóricas durante cinco meses en la facultad de psicología de la Universidad de Buenos Aires y completa el programa con un período de prácticas de otros cinco meses.
El trabajo con ancianos requiere de una especial preparación para vencer posibles prejuicios, pero "si te acercas confiada y segura de quién sos vos y de lo que vas a brindarle al anciano, puedes eliminar las barreras", explica Itiel, de 27 años.
Para Ricardo Iacub, doctor en Psicología e impulsor del proyecto, esta formación contribuye a combatir la cerrazón de toda la sociedad, aunque no son cambios fáciles.
"La realidad hay que trabajarla con insistencia y ofrecimiento de algo nuevo para que el cambio se produzca", apunta.
Iacub sostiene que esta experiencia abre posibilidades como que los alumnos se conviertan en cuidadores de ancianos que a su vez sean homosexuales o trans, ya que "también hay discriminación en los geriátricos".
Además, enfrenta a los estudiantes a la cuestión de su propia vejez, un tema que pocos se plantean dentro de un colectivo en el que la esperanza de vida ronda los 50 años.
"En la otra vida -trabajando de escort (prostituta de lujo)- conozco a muchas chicas que no llegan a viejas, y lo que aprendí me sirvió para imaginarme vieja y querer llegar a vieja lo mejor posible", reconoce Itiel.
Ahora, coinciden alumnos y promotores de la experiencia, es necesario respaldar todo este esfuerzo con la Ley de Identidad de Género, pendiente de aprobación en el Congreso, para impulsar la inclusión social del colectivo, reconocer su derecho a cambiar la identificación en documentos oficiales y a acceder a la operación de reasignación de sexo sin autorización judicial.
EFE