Los republicanos se la juegan ahora
Llega la hora de la verdad para Mitt
Romney, el momento decisivo para conocer al rival de Barack Obama en las
elecciones presidenciales de noviembre. Romney tiene que consumar su triunfo
este mes si no quiere que se le escapen definitivamente sus posibilidades de ser
candidato. Empezando el martes en New Hampshire y terminando el 31 en Florida,
el exgobernador de Massachusetts necesita una cadena de victorias en las
respectivas primarias para evitar que la facción más conservadora del Partido
Republicano imponga a su propio candidato.
Los dos grandes aspirantes al trono que Romney no acaba de hacer suyo son Rick
Santorum y Ron
Paul. Ambos representan dos extremos del republicanismo norteamericano: el
primero, el conservadurismo moral y religioso, y el segundo, el conservadurismo
libertario. Los dos representan el alma del partido con mucha más fidelidad que
Romney, pero los dos son demasiado radicales para conseguir los votos moderados
e independientes que se requieren para alcanzar la Casa Blanca. Unos simbolizan
el corazón republicano; el otro, el cerebro.
El Partido Republicano tiene que resolver ya ese dilema si quiere presentar
batalla a Obama, favorecido por la tendencia de la economía hacia la
recuperación. En
diciembre fueron creados 200.000 nuevos empleos, dejando el índice de paro
en el 8,5%, el más bajo desde febrero de 2009. A poco que ese ritmo continúe, el
presidente podrá exhibir ante el electorado un panorama económico mucho mejor
que el que encontró al tomar posesión.
Candidato fuerte
Los republicanos necesitan un candidato fuerte y, para conseguirlo, es
preciso que el partido se una cuanto antes en el respaldo de un nombre y darlo a
conocer a los ciudadanos. Romney está obligado ganar el martes en New Hampshire,
un Estado liberal en el que tiene todas las posibilidades, pero tiene que
hacerlo de forma contundente, y tiene que ganar también el día 21 en Carolina
del Sur, donde el electorado está dominado por la derecha religiosa, y el día 31
en Florida, un Estado grande e influyente donde debería quedar sentenciada la
carrera. Para ello, Romney tiene que desembarazarse de Paul, que es segundo en
las encuestas en New Hampshire, y de Santorum, un cristiano fanático hasta el
extremo del pintoresquismo, que puede verse favorecido por el voto religioso de
Carolina del Sur. Sin olvidar a Newt
Gingrich, que tiene cierta base de apoyo en Florida.
Romney ha hecho ya un largo viaje desde el centrismo de su campaña contra Ted
Kennedy, cuando defendía el derecho al aborto y la reforma sanitaria, hasta el
halcón actual, que reniega de ambas cosas, rechaza los impuestos y critica la
tibieza de la política exterior de Obama. Todo ello para ganarse las simpatías
del Tea Party, que no acaba de asumir que, después del poder alcanzado, haya que
dejarlo todo en manos de un liberal de Massachusetts dudosamente reconvertido al
verdadero conservadurismo.
EL PAIS