(AP) — Como enlace con los padres en un distrito escolar de mayoría hispana
en rápido crecimiento, Ana Lozada navega en medio de una profunda brecha
cultural: los padres creen que los maestros son racistas, y
éstos dudan del compromiso de los primeros.
Esa dificultad para comunicarse ayuda a explicar los
problemas de las escuelas públicas en Windham, un distrito en el este rural de
Connecticut ubicado cerca del fondo de la tabla de clasificación de desempeño en
un estado mejor conocido por escuelas de alumnos brillantes en los elegantes
suburbios de la ciudad de Nueva York.
El año pasado, la entidad tomó el paso sin precedentes de intervenir el
distrito para hacer frente a problemas presupuestales, exámenes
con resultados cada vez más pobres y crecientes tasas de deserción.
“Están pasando muchas cosas, en especial con las familias que hablan español.
Les está costando mucho trabajo“, dijo Lozada, de 24 años, una
de siete enlaces hispanohablantes contratados el año pasado después que las
autoridades estatales comenzaron a supervisar al distrito.
Connecticut tiene una de las brechas más amplias entre las calificaciones de
los alumnos más brillantes y los que tienen el desempeño más bajo, hueco que el
gobernador Dannel P. Malloy se ha comprometido a enfrentar al hacer de la
reforma educativa la prioridad de la sesión de los legisladores que comienza el
mes próximo. La brecha refleja las enormes disparidades del estado en el nivel
de riqueza, y también capta las dificultades que pasan las
minorías.
A pesar de un incremento de casi el 50% en la población hispana
durante la última década, las partidas estatales para la enseñanza del
inglés como segunda lengua han disminuido de 2,5 millones de dólares en 1999 a
1,9 millones este año.
Pero los partidarios de la reforma dicen que la brecha no puede adjudicarse
sólo a las dificultades por el idioma, y argumentan que el Estado no
hace lo suficiente para preparar a los maestros con el fin de que
puedan hacer frente a los crecientes índices de diversidad y pobreza.
Ante los pronósticos de que uno de cada cinco estudiantes en Connecticut será
hispano para 2020, los activistas advierten que el Estado corre riesgo
al no prestarle la atención suficiente a los problemas que enfrentan.
Aproximadamente 479.000 de los 3,5 millones de habitantes son hispanos.
“Si no preparamos a estos jóvenes no tendremos suficientes trabajadores que
puedan apoyar a una población que envejece“, dijo Estela López,
ex vicecanciller de asuntos académicos para el sistema de universidades
estatales de Connecticut.
En Windham, un pueblo a 48 kilómetros (30 millas) al este de Hartford, Lozada
dice que muchos padres hispanos le dicen que no se sienten bienvenidos
en la escuela primaria del centro de la población.
Ana Ortiz, supervisora de las escuelas de Windham, dice que esas
instituciones educativas han tenido que hacer frente al
racismo, tanto dentro de ellas como en el exterior, en un distrito
tradicionalmente dominado por blancos que se ha convertido en hispano en casi un
70% con un reciente flujo de inmigrantes provenientes de México.
“A la hora de determinar el presupuesto, ha ocurrido muchas veces que la
gente se pusiera de pie y dijera: ‘¿Por qué tenemos que mantener a esos
niños?”’, afirmó Ortiz.