Lo Último

.

.

martes, 21 de junio de 2011

Las lágrimas de Serena

La pista está llena de malos presagios: Serena Williams se arriesga a caer más allá del puesto 500 del mundo, a entrar en la ominosa lista de las campeonas derrotadas a la primera en Wimbledon (solo le ocurrió a la alemana Graf, en 1994) y a ceder su primera derrota en la ronda inaugural de un torneo del Grand Slam desde que es alguien en esto.

La francesa Rezai, una máquina de pegar bombazos, ha igualado el partido a un set para cada una y olfatea la bola de break en el primer saque de la estadounidense en la manga definitiva. Es un momento dramático. Un instante que mide la piel de una deportista. Serena, sin embargo, no ha ganado 13 grandes por nada. Vence ese juego, se lleva el encuentro (6-3, 3-6 y 6-1) y rompe a llorar durante interminables minutos para cerrar su victoria 200 en los grandes.

Ocurre en la entrevista a pie de pista. Una y otra vez se lleva la campeona vigente una toalla a los ojos. Una y otra vez intenta enjugar las lágrimas que empapan su rostro. Una y otra vez da gracias a Dios y recuerda los tristes episodios que ha vivido en los últimos 12 meses: una lesión en un pie y una embolia pulmonar que amenazó su vida y la tuvo sin jugar un torneo hasta este mes.

"Ha sido un desastre de año", termina diciendo Serena, emocionada, deshecha, superada por los acontecimientos; "pero he rezado y he vuelto aquí, a Wimbledon, lo que es algo fantástico, porque no esperaba jugar. Nunca he llorado de alegría, así que...", intenta despedirse.

Antes de dejarle marchar, sin embargo, el periodista quiere saber qué la mantuvo en la pista, qué le llevó a aguantar las acometidas de Rezai, por qué quiso, quiso y quiso, cuando el viento invitaba a la despedida y el resultado incitaba a la depresión. Cae una lágrima más, y Serena se marcha: "Seguí pensando.. 'Esto es Wimbledon, esto es Wimbledon".

EL PAIS