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sábado, 16 de febrero de 2013

La familia del heredero de la casa de moda italiana Vittorio Missoni, desaparecido el 4 de enero junto a otras cinco personas cuando viajaba en avioneta sobre archipiélago venezolano de Los Roques, afirma que el caso no está cerrado tras encontrarse dos mochilas abiertas. En una nota conjunta la familias de Vittorio Missoni y de los otros tres pasajeros que viajaban en la avioneta añaden que las mochilas que se ha encontrado hace unos días en la isla de Bonaire, en las antillas holandesas, estaban vacías, con las cremalleras abiertas y en buenas condiciones Por ello, aseguran, "el caso no está cerrado". Sin embargo, las autoridades venezolanas informaron el pasado 5 de febrero de que la Fiscalía pidió a Curazao una maleta encontrada en las costas de esa isla caribeña. La prensa italiana ha publicado el hallazgo de dos mochilas en la isla de Bonaire y que una de ellas, según la tarjeta que colgaba, pertenecía a Maurizia Castiglioni, la mujer de Missoni. Los medios añadieron que la mochila está en buenas condiciones, lo que podría resultar extraño dado que la avioneta desapareció hace cinco semanas, y que está abierta y vacía. El diario "Corriere della Sera" ha publicado que se había encontrado una mochila con material para la práctica del "kitesurf" (tabla con cometa) que pertenecía al italiano Giorgio Neri, quien pidió a Missoni y a sus amigos que le llevasen el equipaje ya que no cabía en la avioneta en la que él iba a viajar también con destino a Caracas. El pasado 4 de enero la avioneta en la que viajaban Missoni con su compañera Maurizia Castiglioni y los también italianos Guido Foresti y Elda Scalvenzi, pilotada por los venezolanos Hernán Merchán y José Ferrer, desapareció de los radares poco después de despegar del archipiélago venezolano de Los Roques. La única certeza que existe sobre lo sucedido, según los familiares de Missoni, son "las coordenadas geográficas que marcan el punto en el que el avión desapareció del radar" cuando a una distancia de 13,2 millas náuticas de Gran Roque comenzó a perder rápidamente cota y velocidad, virando progresivamente a la derecha hasta desaparecer.


La Berlinale repartió sus Osos entre dos figuras de mujer valientes y sin complejos: la manipuladora protagonista del filme rumano "Pozitia Copilului" ("Child's Pose"), Oso de Oro del festival, y la espléndida Paulina García, con la Plata a la mejor actriz por "Gloria", del chileno Sebastián Lelio. 

Berlín repartió Osos entre una La lección de positivismo y capacidad de sobreponerse a los golpes, por parte chilena, y la fuerza menos positiva, pero valerosa que imprime la actriz rumana Luminitja Gheorghiu al filme de Calin Peter Netzer, fueron los dos rostros triunfadores de mujer de la Berlinale. 

El jurado, presidido por el cineasta chino Wong Kar Wai, cumplió así con creces el compromiso del director del festival, Dieter Kosslick, de consagrar su 63 edición a la mujer, en sus múltiples variantes y a través de dos soberbias interpretaciones. 

"Gracias a Sebastián, por este increíble papel y por haber creído en mi", dijo la actriz chilena, al recibir su estatua de plata por esa producción chileno-española que, desde su proyección, se colocó entre las grandes favoritas, tanto de la crítica como del público. 

El triunfo de "Gloria" supone el regreso por la puerta grande a la Berlinale de Chile, que no estaba presente en competición en ese festival desde 1991, en que "La Frontera", de Ricardo Larraín, obtuvo el premio a la mejor ópera prima. 

Rumanía se llevó su primer Oso de Oro con un filme centrado en una mujer de clase alta y acostumbrada a mandar, que toma las riendas de todo cuando su hijo mata en un accidente de coche a un niño de familia humilde, sin escrúpulos y sin reparar en gastos. 

El filme del realizador rumano se llevó, asimismo, el premio de la Federación Internacional de Críticos de Cine (FIPRESCI). 

Otro triunfador por partida doble fue el bosnio Danis Tanovic, cuyo "Epizoda u zivotuberaca zeljeza" ("An Episode in the Life of an Iron Picker"), ganó dos Osos de Plata, el correspondiente al Premio Especial del Jurado, y el de mejor actor, para Nazif Mujic. 

El desgarrador filme de Tanovic está interpretado por personajes reales y se centra en una gitana embarazada que lleva un feto muerto en su interior y a la que el hospital quiere atender por no estar asegurada, para desesperación de su esposo, el Mujic real. 

La plata al mejor director fue para David Gordon Green, por la comedia "Prince Avalanche", mientras que la película canadiense "Vic+Flo ont vu un ours", de Denis Côté, obtuvo el Premio Alfred Bauer, en memoria al fundador de la Berlinale. 

La Berlinale dio el acostumbrado premio con sabor político al iraní Jafar Panahí con la Plata al mejor guión para "Pardé", un filme rodado burlando la inhabilitación profesional de Teherán. 

El jurado de Wong premió asimismo al debutante kazajo Emir Baigazin por "Uroki Garmonii", ("Harmony Lessons"), el primer filme de Kazajistán a competición en ese festival, que acudía con recomendación especial de Kosslick y que se llevó la Plata a la mejor contribución artística por sus bellísima labor de cámara. 

Se cerró con este palmarés una Berlinale con aire muy doméstico, ya que la mayoría de los grandes astros invitados -como las actrices Catherine Deneuve y Isabelle Huppert o los directores como Steve Soderbergh y Gus Van Sant- han sido presencias asiduas en la llamada "era Kosslick". 

Se cumplió asimismo lo que ha sido una tónica constante en la gestión de Kosslick, en el cargo desde 2001, en lo que respecta al habitual mensaje político con el galardón a Panahi, quien no acudió, como tampoco pudo hacerlo cuando fue miembro de su jurado "en ausencia", en 2011, entonces por estar en arresto domiciliario. 

Fue una 63 edición de la Berlinale con poco cine europeo -a excepción de Francia-, lo que Kosslick atribuyó a que los efectos de las crisis en la cinematografía empiezan a evidenciarse cuatro o cinco años después que en otros ámbitos. 

Parece que este 2013 ni siquiera la alfombra roja disimula ya que nada es como fue, porque hubo asimismo menos brillo mediático de lo habitual. 

Se vendieron unas 300.000 entradas al público, lo que revalida el título de la Berlinale como festival eminentemente ciudadano, a diferencia de su elitista rival directo, Cannes. 

Fiel a ese público leal, la 63 edición prolongará mañana una jornada más su existencia, con el tradicional Día del Espectador, reservado al ciudadano de a pie, razón de ser y tal vez seguro de continuidad de la Berlinale.