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miércoles, 29 de enero de 2014

“Si Santos me ofrece la vicepresidencia, estaría dispuesto a aceptarla”

El general Óscar Naranjo (Bogotá, 1956) ha terminado su asesoría en materia de seguridad con el gobierno de México y se dispone a trasladarse a Colombia, su país, para integrarse en la campaña por la reelección del presidente Juan Manuel Santos. En una entrevista con EL PAÍS el martes en la capital mexicana, el ex jefe de la Policía Nacional colombiana dice que será candidato a vicepresidente si así se lo pide el presidente, o lo que este disponga. Ello no implicará que deje de participar en las negociaciones para la paz en su país, que se desarrollan desde noviembre de 2012 en La Habana con representantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), cuyo avance estima en un 50%, aunque puntualizó que el formato de la negociación implica “que nada está acordado hasta que todo está acordado”.
“Si el presidente llegase a ofrecerme la fórmula, ser parte de la fórmula presidencial, yo estaría dispuesto a aceptar ese llamamiento; si el presidente estima que debo estar simplemente en el proceso de paz, estaré en el proceso de paz”, ha dicho Naranjo en la entrevista, en la que también habló de que por lo pronto buscará integrar a los más posibles, en obvia referencia al expresidente Álvaro Uribe, para que se construya “un consenso que respete el disenso”, y así hacer del proceso de paz una “causa común” de los colombianos.
Pregunta. El anuncio de que concluía su etapa en México lo hizo el presidente Santos con este mensaje en Twitter el viernes pasado: “Hablamos con el presidente Peña Nieto para que el general Naranjo se pueda dedicar de lleno al proceso de paz y a la campaña”. Parecería contradictorio dedicarse de lleno al proceso de paz por un lado, y a la campaña, por otro. ¿Cuál es su plan de trabajo en Colombia?
Respuesta. Mi mundo en Colombia está hoy comprometido con dos causas: preparar desde la fundación Buen Gobierno una especie de batería de propuestas políticas para buscar la reelección del presidente, lo que implica un ejercicio muy crítico de qué ha funcionado bien, qué ha funcionado mal y qué no se ha propuesto para que funcione. Yo diría que es una lógica de humildad del presidente Santos que está diciendo “si yo quiero la reelección, quiero partir de una base realista de lo que hemos hecho bien y de lo que hemos hecho mal”.
Y en relación con el proceso de paz, al mes estaremos pasando en La Habana cerca de 18 a 20 días. Entonces, el esfuerzo mayor y el foco es el proceso de paz. No sé la dinámica que va a tener la campaña, lo que calculo es que para el presidente lo más importante es que yo esté en el proceso de paz.
R. El anuncio que hace el presidente ratifica el hecho de que yo ya le estoy ayudando desde la fundación Buen Gobierno, y que seguramente en estos meses de proselitismo voy a tener un nivel de exposición, acompañándolo en algunas giras, o simplemente teniendo reuniones no públicas, pero sí con distintos sectores de la población colombiana para explicar cuál es la plataforma política que está buscando la reelección, y particularmente para generar lo que yo creo que es una necesidad en Colombia, que a partir de un consenso que respete el disenso por el proceso de paz sea posible hacer de la paz una causa común en Colombia.P. ¿Va a participar en la campaña electoral?
P. ¿Está hablando de un consenso que incluya al presidente Uribe?
R. Estoy hablando del presidente Uribe y de otros sectores que han sido críticos con el proceso, y a mí me parece que en una democracia eso es totalmente legítimo. El tema es cómo hacer que un proceso controversial político democrático no interrumpa la posibilidad de producir unos consensos, y cómo el consenso tiene obligación de escuchar la voz del disenso. El mayor esfuerzo hoy entre los colombianos es que nos escuchemos sobre la base de argumentos y no de emociones.
P. ¿Le encargó el presidente Santos buscar a Uribe?
R. No, no específicamente. Pero el presidente ha dicho que él está abierto y que si se reunió con las FARC, mucho más con el presidente Uribe.
P. ¿Ha hablado con Uribe?
R. Sí, yo tengo en lo personal una relación magnífica con el presidente Uribe. Ahora habrá que ver cómo una relación basada en el respeto por el otro se transforma en una relación política, incluyente para los colombianos. Si hay algo que a mí me seduce del talante político del presidente Santos es que desde el momento en que llegó a la presidencia habló de la necesidad de unos procesos de unidad nacional. De cara a tan grandes desafíos como los que tiene Colombia la unidad resulta crítica; ahora, la unidad no quiere decir “unanimismo”, unidad significa poder debatir sobre las grandes transformaciones colombianas, con distintos enfoques, pero al final no obstruir la transformación. (…) Pienso que cuando uno escucha las ideas, la campaña de presidente Uribe diciendo sí apoyo la paz pero sin impunidad, hay un cambio fundamental que abre la puerta a ponernos de acuerdo en lo fundamental. Y es que él no está diciendo “no a la paz”, está diciendo “sí a la paz, pero”. La verdad que cuando se vea un poco más el acuerdo, muchas de esas observaciones y condicionantes que está poniendo el Centro Democrático al proceso de paz van a quedar subsanados.
P. ¿Cómo va a convencer al presidente Uribe de que no habrá impunidad?
R. Ese tendrá que ser un esfuerzo particularmente basado en la tolerancia. A la hora de plantearse un proceso de paz el tema es cómo hacer equilibrio entre verdad, justicia y reparación. Y habría que ser totalmente francos en esto, pensar en que haya aplicación extrema de justicia y que no conceda flexibilidades va a ser imposible. Aquí, mantener el equilibrio entre verdad, justicia y reparación es el éxito. Y ahí hay valoraciones subjetivas de qué tanto cree uno que se hace justicia. Por otro lado, el país está sujeto a unos estándares internacionales de justicia transnacional e, independientemente de la voluntad de los colombianos, es signatario de una serie de acuerdos que imponen límites para que no haya, por ejemplo, amnistías o indultos generales, sobre todo a partir de la notificación de delitos de lesa humanidad, etcétera.
P. ¿Va a ser compañero de fórmula del presidente Santos en las elecciones?
R. Lo que podría anticipar es que si el presidente llegase a ofrecerme ser parte de la fórmula presidencial yo estaría dispuesto a aceptar; si el presidente estima que debo estar simplemente en el proceso de paz, estaré en el proceso de paz. Realmente yo no me he caracterizado por tener grandes ambiciones políticas y lo que he pretendido siempre es prestarle un servicio al país. Donde el presidente Santos estime que yo soy útil ahí estaré.

R. Lo que marca la experiencia y las lecciones aprendidas de los procesos de paz es que el 100% de esos grupos no terminan acogiéndose totalmente a los acuerdos, y en eso hay que ser realista para tener previsión de que habrá un margen que por su radicalismo, o fundado en otras motivaciones, renunciará al acuerdo. Ahora, lo que sí parecería importante es que nos aseguremos de que estamos frente a un interlocutor que hoy en la mesa tiene un doble comportamiento: tiene un comportamiento armado y tiene un comportamiento político en la mesa, y lo digo porque a veces se pretende reducir a ese interlocutor a una caracterización de que son simples delincuentes o de que son simples narcotraficantes. Las FARC han estado comprometidas con el narcotráfico, pero las FARC tienen también una estructura jerarquizada de mando y control y, así no esté de acuerdo, tienen unas ideas que se han desdibujado, pero que son sus ideas políticas y que en 50 años se han ido transformado, algunas se han ido desfigurando, pero otras se mantienen originales. Las FARC es más que un grupo que incursionó en el narcotráfico. Pretender decir que las FARC solamente son un cartel de drogas es un error y además haría inviable éticamente el acuerdo, porque no estaría sentado con un cártel de drogas buscando la paz de los colombianos.P. ¿No hay riesgo de que una fracción de las FARC se desentienda de la autoridad de los negociadores en La Habana y continúe en el conflicto?

P. ¿Se negocia de drogas en La Habana?
R. Esta negociación tiene una característica sui generis y es que para comenzar a negociar, las FARC y el gobierno suscribieron un acuerdo marco que determinó la agenda temática que se iba a tratar para no distraernos en una discusión sin fin buscando un poco, como sucedió en otros procesos, hablar de lo divino y lo humano. Ese acuerdo de marco general tiene el gran mérito de no haber omitido la solución al problema de las drogas, que en el acuerdo marco las FARC y el gobierno le hayan otorgado visibilidad a ese punto a mí me parece que es actuar con realidad.
P. ¿Qué defienden en La Habana las FARC en materia de narcotráfico?
R. Yo no diría qué defienden. Como está redactado el punto es que las FARC y el gobierno se comprometen a discutir para solucionar el problema de las drogas en Colombia. Y la solución pasa por tres grandes dimensiones: la de los narcocultivos, que está en el germen de todo el tema territorial, la dimensión del procesamiento y comercialización, que es típicamente del narcotráfico, y el tema de consumo de los colombianos. Esos tres elementos aparecen en el acuerdo general y son los temas que estamos tratando.
P. ¿Están pidiendo las FARC mantener un pedazo del pastel del narcotráfico una vez que dejen las armas?
R. No. Ellos han hecho públicas unas posiciones durante el último ciclo, pero por otro lado, al interior de la mesa, hay una dinámica muy realista sobre el tema de sustitución. ¿Y cuál es el punto de encuentro hoy? Que la sustitución de cultivos ilícitos pasa por una transformación integral del campo que elimine los incentivos perversos que se han creado para los campesinos que parecen estar allí condenados, por presión de las mafias, a sembrar arbusto de coca. Aquí el tema de la sustitución de cultivos está conectado al punto uno de la agenda que es la transformación del campo.
EL PAIS