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domingo, 28 de septiembre de 2014

Palacio de Bellas Artes: 80 años juntando toneladas de arte, espectáculos e historia en México

(México, 28 de septiembre. EFE).- Nueve de la mañana del 29 de septiembre de 1934, el Palacio de Bellas Artes de la capital mexicana abre sus puertas para enseñar, treinta años después de que se colocara su primera piedra, la que es hoy la gran casa de las artes en México.
Casi ochenta años después, un guía del museo pregunta a los asistentes a una visita turística: “¿cuántas toneladas pesa el Palacio?”. Tras una lluvia de respuestas, llega la correcta: 87.500 toneladas, algo que quizás equivaldría al valor de todo lo que allí se ha vivido, si pudiera medirse en kilos.
El guía es José Daniel Juárez, también subcoordinador de Relaciones Públicas del Palacio, quien recibe a Efe para hablarle sobre este magno edificio y aquel 29 de septiembre, cuando“acudieron numerosas personalidades” a escuchar a la Orquesta Sinfónica de México, dirigida por Carlos Chávez.
Entre el público, el presidente Abelardo L. Rodríguez, que fue “el ganón” (el que se llevó los méritos) de una obra eterna que pasó por las manos de varios presidentes, dos arquitectos, superó una Revolución y las inclemencias de un terreno complicado, cuenta Juárez.
El promotor original del que iba a ser el Nuevo Teatro Nacional fue el dictador Porfirio Díaz, quien quiso construir un gran teatro para festejar el aniversario de la Independencia.
El arquitecto italiano Adamo Boari fue quien lanzó la mejor propuesta, un edificio “majestuoso, con invernaderos, esculturas” y con “un promedio de cuatro años de construcción” y 4.190.000 pesos de presupuesto.
La primera piedra sobre aquel solar ubicado en la esquina de Lázaro Cárdenas y la Avenida Juárez, que antes había sido casona, convento o fábrica de telas, se puso en 1904.
Pero las cosas no salieron como Boari tenía previsto y en 1908 el Palacio empieza a presentar un hundimiento por sobrepeso y por estar construido sobre una antigua zona acuífera y le tienen que inyectar 1.500 toneladas de cal con cemento.
En 1910 llegó el gran problema, la Revolución mexicana, que no paró la construcción, pero la ralentizó al llegar pocos fondos y al partir Boari a Italia, cuando los revolucionarios llegaron a la capital en 1916.
Desde allí, “él seguía mandando sus ideas y proyectos para continuar y concluir la construcción” aunque “era muy complicada la situación que se vivía en el país y era inútil todo intento”, cuenta Juárez.
En 1932, el entonces presidente Pascual Ortiz Rubio decide retomarlo a través de un arquitecto mexicano, Federico Mariscal, alumno de Boari, quien “hace a un lado las propuestas originales” y cambia “lo ecléctico con tendencias art nouveau” por el “art decó o arte decorativo”.
Esto mezclado con elementos mexicanos como magueyes, espigas de trigo, el águila nacional o los mascarones del dios Tláloc, que decoran distintos lugares.
Poco tiempo después serían llamados los grandes muralistas de la época, Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, entre otros, quienes dejaron una huella de enorme valor en sus muros.
Aunque en principio el teatro se construyó como lírico, con el paso de los años la cultura se fue abriendo hasta convertirse en “una sede que albergaría todas las expresiones artísticas y culturales del país”, apunta Juárez.
Allí se han presentado desde artistas clásicos como María Callas o Plácido Domingo, las más prestigiosas compañías de danza y orquestas, hasta cantantes populares como Chavela Vargas, Juan Gabriel o Joan Manuel Serrat.
Todos han actuado bajo esa gran joya irrepetible, la cortina de cristal hecha por la Casa Tiffany de Nueva York, un telón antifuego de 24 toneladas que nunca ha sido usado como tal, pero que engalana el escenario con sus pinturas de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl.
En las salas de exposiciones ha habido obras de los artistas más importantes de los últimos siglos y su vestíbulo se ha convertido en estas ocho décadas en el lugar en donde han sido despedidas las figuras más importantes de la cultura en México.
Allí han sido recibidos los cortejos fúnebres de Frida Kahlo, Mario Moreno “Cantinflas”, María Félix, Octavio Paz… y hace unos meses se tiñó de mariposas amarillas para despedir al nobel colombiano Gabriel García Márquez.
Han sido numerosos los eventos que las instituciones culturales han organizado para celebrar estos 80 años y serán muchos más los que vengan, pues pese a que el edificio se hunde entre dos y tres centímetros al año, son muchos más los metros que permanecen sobre la tierra.