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sábado, 4 de octubre de 2014

Las elecciones brasileñas, una opción para relanzar la relación con EE UU

La historia reciente de las relaciones entre Estados Unidos y Brasil es una de avances y retrocesos, de grandes expectativas que no llegan a cristalizar del todo. El mayor paso atrás se vivió en septiembre de 2013 tras revelarse que EE UU había espiado a la presidenta brasileña, Dilma Rousseff. Un año después, en la antesala de las elecciones presidenciales del domingo, la sensación en Washington es que las relaciones solo pueden mejorar. La incógnita es cuánto variará según quién gane los comicios.
"En un segundo mandato de Rousseff la relación mejoraría. [Dado el retroceso económico] Tendría que buscar nuevas oportunidades para que Brasil avance y eso involucraría mirar hacia EE UU", dice por teléfono Jason Marczak, analista del Atlantic Council, un laboratorio de ideas en Washington. En el caso de unGobierno de Marina Silva, que se sitúa por detrás de la presidenta y candidata del Partido de los Trabajadores en las encuestas, comenzaría una "página en blanco". Pero Marczak subraya que la candidata del Partido Socialista ha avanzado que apuesta por una relación más cercana a EEUU y que, en un "signo real" de esa voluntad, envió la semana pasada a su jefe de campaña a dar un discurso en Washington en el que abogó por un tratado comercial bilateral.
En un informe sobre la visión exterior de Brasil, los analistas Carl Meacham y Hussein Kalout, del centro CSIS y de la Universidad de Harvard, consideran que Aécio Neves, el candidato del Partido Social Democrático y tercero en las encuestas, ve en EEUU un "socio indispensable" y con el que no hay conflicto de intereses.
A la espera de concreciones, palabras y gestos han dado algunas pistas. Uno de los teóricamente mejores ejemplos de la voluntad de los gobiernos de Barack Obama y de Rousseff de superar las tensiones se evidenció el miércoles cuando ambos países anunciaronun acuerdo para resolver sus doce años de disputa por los subsidios estadounidenses a la producción de algodón.
El ministro de Asuntos Exteriores brasileño, Luiz Fernando Figueiredo, viajó a Washington para la firma del acuerdo. En lo que se presumía como una ocasión para ensalzar la mejora del entendimiento, Figueiredo se limitó a decir que el acuerdo es un "paso a favor del perfeccionamiento de las relaciones comerciales" entre las dos mayores democracias y economías de América. Y trazó una diferencia con las relaciones políticas al remarcar que el espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, en sus siglas en inglés) fue un "hecho gravísimo" que "continúa siendo un problema".
Tras destaparse el escrutinio, a partir de las filtraciones delextécnico de la NSA Edward Snowden, Rousseff canceló la distintiva visita de estado que tenía previsto hacer a Washington en octubre de 2013. El caso dilapidó la confianza de su gobierno con el de Obama, que desde entonces le ha dado explicaciones sobre los planes de reforma de la NSA, pero no ha llegado la reclamada disculpa oficial. En los últimos meses las relaciones han ido recuperándose incipientemente. El vicepresidente de EE UU, Joe Biden, se reunió con Rousseff en junio en Brasilia y se han producido avances en grupos técnicos bilaterales.
Según Marczak, es "muy probable" que, en caso de ser reelegida, Rousseff reanude el próximo año la visita a Washington. La duda es si entonces la confianza habrá vuelto del todo. Meacham y Kalout creen que dependerá en gran parte de si EE UU mueve ficha para enterrar definitivamente la polémica de la NSA y manifiesta su compromiso de alcanzar una relación estratégica con Brasil, acorde a su relevancia como séptima economía mundial y actor emergente.
Sin embargo, advierten de que, más allá de la actitud de Washington, las presiones domésticas de Rousseff podrían limitar su grado de maniobra para reimpulsar la relación. Por ende, creen que Silva sería "más capaz" de ello, pero avisan que también buscaría gestos de Washington. Y a su vez sugieren que Neves sería el que tendría "menos bloqueos" de la base de su partido para acercarse a EE UU. Sea quien sea presidente, de lo que no hay duda es del potencial por explotar en la relación bilateral, sobre todo en energía, tecnología y medio ambiente. El gran reto es evitar nuevos retrocesos.EL PAIS